Ponme tus manos en los ojos
Para guiarme como a un ciego Por el fantasmal laberinto De mi oscuridad y mi silencio.
Igual que cuando éramos niños Y jugábamos a perdernos Por largos pasillos y alcobas De un enorme caserón viejo.
Tú apoyabas contra mi espalda El blando empuje de tu cuerpo Mientras me cegaban los ojos La suave prisión de tus dedos.
Me guiabas para perderme En el tenebroso misterio, Sintiendo nuestros corazones Que latían al mismo tiempo.
Por los ilusorios caminos Que inventabas, me ibas perdiendo, Paso a paso, gozosamente, En la noche de nuestro juego.
Desde entonces viví soñando Con aquel infantil infierno Por el que tus manos de niña Me guiaban para perdernos.
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