Venezuela debería haber colapsado ante la enorme presión internacional a la que se la ha sometido en los últimos años y especialmente en las últimas semanas. Algo falló. Es pronto y faltan elementos de juicio, pero todo hace indicar que se ha producido un considerable error de cálculo, pues Venezuela sigue en pie. Quizás ese sea el motivo que ha provocado que los grandes medios de comunicación dirijan el foco informativo hacia otros rincones del planeta: la cumbre Trump-Kim —fracasada—, el Brexit, el conflicto entre Pakistán y la India o las mentiras de Donald Trump. Venezuela ya no es noticia, es un recuerdo ingrato de lo que debió haber sido.
Sin embargo, Estados Unidos no se rinde y reafirma su apoyo a Juan Guaidó como único representante de Venezuela. Mike Pence, vicepresidente norteamericano, intentó desesperadamente reforzar el poder y la legitimidad del presidente interino, un presidente sin estado mientras el régimen venezolano no se derrumbe, y Mike Pompeo, secretario de Estado, pronosticó el fin próximo de Nicolás Maduro. Los Estados Unidos redoblaron la apuesta.
Se reunieron con el Grupo de Lima —a la que se ha incorporado el 'gobierno interino' de Juan Guaidó—, amenazaron con nuevas sanciones y anunciaron la 'inversión' de 56 millones de dólares destinados a los países limítrofes con Venezuela para compensar la crisis migratoria. Pero, sobre todo, presionaron a los altos mandos militares venezolanos, a los que todavía se les ofrece amnistía si derrocan a Nicolás Maduro a la vez que se les amenaza con procesos legales si continuan apoyando al presidente electo. El posicionamiento del Ejército será definitivo para el resultado final de la operación norteamericana de sustitución del Gobierno de Venezuela.
La torsión de la voluntad europea
Estados Unidos presionó desde el principio, tanto a la Unión Europea como a los países que la conforman, con el fin de romper toda comunicación con Nicolás Maduro. Es evidente, lo fue desde el principio, que el Gobierno de Donald Trump era mucho más que conocedor de los planes de Juan Guaidó, pues se reunieron con la oposición venezolana y el actualmente autoproclamado presidente interino la semana anterior al 23 de enero y entre los días 22 y 23 se comunicaron con distintos actores políticos a los que precisaron que algo acontecería.
Por tanto, antes del auto-nombramiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela la diplomacia norteamericana movió sus peones para conseguir que distintos gobierno europeos, así como la propia Unión Europea, secundaran su operación. Pero las piezas diplomáticas norteamericanas encontraron resistencia en el viejo continente a sus planes, por mucho que la Unión Europea no reconociera la legitimidad de las elecciones en Venezuela, pues las intenciones europeas, facilitar el diálogo en Venezuela para encontrar un solución política y pacífica, se encaminaban en la dirección opuesta a las operaciones de Donald Trump.
El primer movimiento político de Estados Unidos en Europa fue torpedear toda idea de fomentar el diálogo en Venezuela. Una vez logrado este movimiento con éxito el siguiente consistía en conseguir que los europeos se opusieran abiertamente al gobierno de Nicolás Maduro. En esta segunda parte del plan, el Gobierno norteamericano fracasó parcialmente. No consiguió una oposición frontal, pero sí un ultimátum a Venezuela (26 de enero) para que convocara elecciones en ocho días por los principales países europeos (Alemania, Reino Unido, Francia, España o Portugal). Cumplido ese día, los países europeos reconocerían como presidente interino a Juan Guaidó, como finalmente sucedió.
Sin embargo, aquella medida adoptada por los principales países europeos, por una mayoría pero no por todos, no era otra cosa que una cesión a la extrema presión implementada, lo que no ocultaba del todo la realidad de la posición al respecto de Europa: no querían reconocer a Juan Guaidó porque, aun estimando que las elecciones en Venezuela no habían cumplido los requisitos exigibles, consideraban que el presidente legítimo del país era Nicolás Maduro. El ultimátum, por tanto, solo reflejó la desesperación de Europa por verse forzada contra su voluntad a tomar partido por la oposición venezolana, pues es evidente que si su posición hubiera sido más cercana a la norteamericana, el 'tiempo de gracia' concedido a Nicolás Maduro no habría sido tal. De hecho, pocos habrían respirado más aliviados que los europeos si finalmente se hubieran convocado elecciones en Venezuela. No sucedió.
Llegados a ese punto –el reconocimiento de Juan Guaidó por más de la mitad de los países de la Unión Europea e incluso por parte del Parlamento Europeo, ese momento cumbre en el que la presión internacional se llevó al extremo–, Europa ya no deseaba otra cosa que la caída de Nicolás Maduro. No tanto porque lo creyeran justo, ni tan siquiera porque pensaran que era la solución a la crisis, sino porque la situación se estaba empezando a descontrolar y lo que inicialmente debería haber sido el apoyo a una operación norteamericana, rápida y exitosa, para cambiar un régimen político en Latinoamerica, una de tantas operaciones de sustitución gubernamental, se complicó y empezó a devenir en un conflicto que a día de hoy no parece encontrar ni fin ni solución.
El fracaso diplomático
Fue entonces, a mediados de febrero, cuando los Estados Unidos aumentaron la presión para conseguir que la Unión Europea reconociera a Juan Guaidó. No lo consiguieron: la Unión Europea sigue sin reconocer explícitamente al autoproclamado presidente interino de Venezuela. Ello provoca que el balance de la operación de derribo y sustitución gubernamental, a estas alturas, no sea positivo. Si bien han conseguido que 50 países reconozcan a Juan Guaidó, lo cierto es que más de cien se han negado a ello, así como la Unión Europea, la ONU o el Vaticano.
De hecho, la Unión Europea ha reafirmado el 25 de febrero su apuesta por el diálogo y ha pedido a las partes que, ante todo, la solución al conflicto sea pacífica, política y democrática. Europa apuesta por las elecciones y huye espantada de la propuesta de los opositores venezolanos y los halcones norteamericanos para una solución por la fuerza: revueltas, guerra civil, golpe de Estado o intervención militar. Parece, incluso, que todo lo vivido hasta ahora le disgusta y el complejo escenario creado le aterroriza.
Donald Trump tardó unos minutos en reconocer a Juan Guaidó, la Unión Europea no ha sido capaz de hacerlo un mes y medio después. Europa no es capaz de salir de la indefinición ni el futuro de la incertidumbre.
Desde que Juan Guaidó dejó Venezuela el 22 de febrero ha desplegado una agenda por aquellos países sudamericanos que en enero aplaudieron su autoproclamación como presidente interino. Colombia, Brasil y Paraguay han sido algunos de los destinos, pero el opositor no viaja solo.
El líder opositor viaja junto a su esposa, Fabiana Rosales, quien lo ha acompañado en cada una de las visitas como si se tratase de un viaje oficial como mandatario.
Pero existe una mujer más poderosa en el itinerario de Guaidó. Se trata de Kimberly Breier, subsecretaria de Estado de EEUU para Asuntos del Hemisferio Occidental a partir de 2018.
Desde su cuenta en Twitter, Breir ha reportado su acompañamiento al opositor venezolano en Brasil y Paraguay, como un respaldo poderoso y al parecer necesario. Pero ¿quién es esta mano poderosa que conduce a Guaidó por Sudamérica?
Kimberly Breier tiene una licenciatura en Español y entre 1995 y 1997 hizo una maestría en la Universidad George Washington, famosa entre otros méritos por formar futuros empleados de la CIA. Allí, se conoce que también Guaidó realizó estudios de posgrado.
La Casa Blanca dijo en un comunicado que Breier se desempeñó durante más de una década como analista de la CIA y gerente en la industria del espionaje y fue asesora de la Casa Blanca para asuntos relacionados con Brasil y el Cono Sur.
Durante el Gobierno de Barack Obama, dirigió la Iniciativa Futuros México-Estados Unidos en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, en Washington DC y según expertos internacionales, "se trata de una republicana moderada", así publicó Infobae.
Ahora la interrogante es si es posible que salga algo "moderado" de este acompañamiento. Te invitamos a que dejes tu opinión en la sección de comentarios.
CARACAS (Sputnik) — La Federación Nacional de Trabajadores del Sector Público (Fentrasep) de Venezuela rechaza el paro convocado por los sindicatos junto al diputado opositor Juan Guaidó, por considerar que con él buscan desestabilizar al país, indicó el presidente de la Fentrasep, Franklin Rondón.
"Los trabajadores de la administración pública no vamos acompañar ese llamado a paro escalonado (…) No pretendan utilizar a los empleados, a los obreros, jubilados y pensionados para su manipulación y para desestabilizar el país, para crear guarimbas (protestas violentas con cierres de calles), violencia y muerte", indicó Rondón en entrevista con el canal del Estado Venezolana de Televisión.
Tras una reunión con los sindicatos, Guaidó anunció el 5 de marzo que impulsarán un paro escalonado dirigido a todos los trabajadores de la administración pública.
Al respecto, Rondón anunció que esta semana comenzarán a conformar comandos de defensa en las instituciones del Estado a fin de garantizar la prestación de los servicios.
Guaidó fue elegido el 5 de enero pasado como titular de la Asamblea Nacional (parlamento unicameral de mayoría opositora, en desacato desde 2016), pero el 21 de enero el Tribunal Supremo anuló esa designación.
Sin embargo, dos días después el diputado se autoproclamó "presidente encargado" de Venezuela, apelando a un artículo de la Constitución que prevé la figura en caso de que exista un vacío de poder, pero no bajo el argumento de "usurpación del cargo" como alegó.
Guaidó fue reconocido por unos 50 países, pero su designación fue calificada por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como un intento de golpe de Estado orquestado por EEUU.