No puede ser. Esta ciudad es de mentira. No puede ser que las palmeras se doblen a acariciar la crin de los caballos y los ojos de las putas sean tiernos como los de una Venus de Lucas Cranach no puede ser que el viento levante las polleras y que todas las piernas sean lindas y que los consejales vayan en bicicleta del otoño al verano y viceversa. No puede ser. Esta ciudad es de mentira. No puede ser que nadie sienta rubor de mi pereza y los suspiros me entusiasmen tanto como los hurras y pueda escupir con inocencia y alegría no ya en el retrato sino en un señor no puede ser que cada azotea con antenas encuentre al fin su rayo justiciero y puntual y los suicidas miren el abismo y se arrojen como desde un recuerdo a una piscina.
No puede ser. Esta ciudad es de mentira. No puede ser que las brujas sonrían a quemarropa y que mi insomnio cruja como un hueso y el subjefe y el jefe de policía lloren como un sauce y un cocodrilo respectivamente no puede ser que yo esté corrigiendo las pruebas de mi propio elogiosísimo obituario y la ambulancia avance sin hacerse notar y las campanas suenen sólo como campanas.
No puede ser. Esta ciudad es de mentira. O es de verdad y entonces está bien que me encierren.