Trump, Bolsonaro, Macri, Guaidó y Duque son algunos de los representantes de la ideología neofascista, para quienes la competencia capitalista
es el mejor sistema económico que ha existido y del cual no debemos renegar. En el lado opuesto podemos ubicar a Maduro, Lula da Silva, Mujica, López Obrador,
quienes abogan por la igualdad social y la solidaridad entre humanos, lo cual puede lograrse en un sistema socialista.
Ambos sectores enarbolan la democracia como forma de gobierno, pero la conciben y practican de formas muy diferentes.
Veamos cómo piensan unos y otros sobre algunos temas:
Trump y sus seguidores consideran que el mundo es una selva donde solo triunfan las fieras, pues entre los humanos hay unos individuos
de raza superior que merecen mejores condiciones vitales y los demás deben colocarse a su servicio; que la propiedad privada es el primer
derecho humano, el cual no debe ser limitado ni condicionado; que algunas potencias pueden apoderarse, mediante cualquier medio, de los
países o regiones que consideren necesarios para su exclusivo desarrollo; que el Estado no debe poseer empresas sino que estas deben
estar en poder de particulares, por eso venden las mejores empresas estatales a multinacionales o multimillonarios; niegan a buena parte de
sus conciudadanos el pleno disfrute de todos los derechos humanos porque, de acuerdo con sus ideas, el Estado no puede ser un padre
protector o asistencialista y que esos derechos son simples servicios públicos que deben ser pagados por los usuarios; que el planeta evoluciona
perdiendo muchas de sus características naturales pero que él se recupera solo sin necesidad de que los humanos tengan que cuidarlo,
por eso no creen en el calentamiento mundial y no les importa ni su creciente contaminación.
En Colombia, sus correligionarios proponen restringir la libre difusión de ideas, que los niños y jóvenes no conozcan otras teorías filosóficas, religiosas
y políticas diferentes del idealismo, el catolicismo y el capitalismo, pues con estos conocimientos se hace proselitismo dañino para la sociedad;
consideran que los historiadores científicos adulteran los hechos históricos y por ello ese sector quiere escribir a su manera la historia de Colombia,
al estilo de la que se estudiaba hace 50 o más años, escrita por religiosos, admiradores incondicionales, de los estados colonialistas; son enemigos
de que la humanidad se entere de la evolución del conflicto armado en Colombia durante más de medio siglo, en el cual los crímenes fueron
cometidos por todas las partes: insurrectos, fuerzas militares estatales y civiles, por eso se oponen a la Jurisdicción Especial para la Paz,
encargada de que las víctimas conozcan la verdad de los hechos, reciban justicia, sean reparadas y se garantice la no repetición de lo ocurrido.
El modo de pensar de los partidarios de la solidaridad parte del principio humanista que todos los seres humanos somos socialmente iguales,
independientemente del origen étnico y de las creencias filosóficas, religiosas o políticas, y por tal razón cada Estado está obligado a garantizarnos
todos los derechos fundamentales, económicos, culturales, ambientales, sin ningún tipo de discriminación o restricción; estamos de acuerdo con
que los medios fundamentales de producción sean propiedad de toda la sociedad, administrados obviamente por el Estado, y de limitar la magnitud
de la propiedad privada; que cada Estado defina independiente y soberanamente su forma de gobierno, sin intervención de otros Estados; que todo
país está en la obligación de proteger y conservar el medio ambiente, usando racional y científicamente sus recursos naturales; los niños y adolescentes
recibirán una amplia, pluralista y completa formación en asuntos religiosos y políticos, de tal manera que cuando lleguen a la adultez puedan elegir
libremente sus creencias en estos campos, pero mientras sean menores de edad no serán obligados a participar en cultos religiosos o en actividades políticas.
Antes de cualquier elección toda persona debe conocer estas diferencias esenciales a fin de evitar las propagandas tergiversadas o falsas.
Resulta casi imposible mezclar estos enfoques contrapuestos en un gobierno pluralista, pero en una auténtica democracia, con electores
autónomos y programas claros y sinceros, quizás podría darse la convivencia pacífica entre sectores antagónicos.
Fuente las 2 Orillas