Temprano,
Muy temprano,
Cuando aún no conocía la angustia.
Cuando la risa adornaba la boca
y había brillo luminoso en el rostro.
Temprano,
Si, temprano.
Cuando la brisa acariciaba la vida,
se reverdecía de musgos olorosos el alma,
y se ponía el sol sobre la alegría de la noche.
Cuando las hadas y los elfos se divertían en frenesí,
Y el rumor al oído era placentero.
Cundo mirabas las rutas sin final,
Los caminos esperaban atados a los sueños,
y eran trasparentes los cristales del palacio interior.
Cuando los gritos de esperanza llenaban sus espacios.
Para ese entonces, temprano,
Estabas convencida de vivir el gusto del amor,
los cascabeles vibraban,
las campanas resonaban alegres
espantando las sombras
que esperaban al final del camino.
Carmen Amaralis Vega Olivencia