Hebreos 10:5-7
Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo:
«A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas;
en su lugar, me preparaste un cuerpo;
no te agradaron ni holocaustos
ni sacrificios por el pecado.
Por eso dije: “Aquí me tienes
—como el libro dice de mí—.
He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad”»
Cierro mis ojos y siento tus pisadas tranquilas, dejando huellas de amor y alabanzas que emiten los coros celestiales hasta llegar a mi jardín de espinos y con un amor infinito posas tu mirada cuando convida el alba con rocío de luna y esas aguas mansas, estirando tus manos con agua viva para mi alma hasta purificarla, procediendo inmediatamente a retirar las espinas de aquel pasado mundano que marcó mi existencia, enlodando con escarnio mi pasado
Señor al bajar a la tierra tu sacrificio celestial fue entregarme el cielo prometido; ahora como reciprocidad por favor déjame ganarme con mis actos tu benevolencia aquí en la tierra
Esa bondad tan tuya irradió en mis adentros, sintiendo mi amorfo cuerpo cómo se deshacía de los harapos que llevaba puesto, por vestidos de lino púrpura y diste por mi existencia, el precio más sagrado del Cordero Santo, que por sangre y sacrificio me entregó la salvación!
La fe se basa en un pequeño grano de mostaza
y esta alabanza es un río por decir gracias Jesús
por esa entrega; aún conociendo el padecimiento
hiciste a un lado este acicate cordero sin mancha
hijo de Dios, salvador del universo, ser de fulgor
me arrodillo y te solicito derrama tu gracias Señor
Nelson