Caminando por las calles de Jerusalén
se hallaba el carpintero José. Deambulando en tierra Palestina se hallaba una virgen de nombre María. Y así los dos se encontraron un día. Y porque entre ambos mucho amor había se prometieron que casarse debían. María era buena y hacendosa y deseaba algun día ser su esposa. José, carpintero y buen trabajador a ella le tenía genuino amor. Pero un día el ángel mensajero de Dios a la muchacha se le apareció. El bello arcángel de nombre Gabriel se apareció a esta virgen de Israel. El mensajero Gabriel le dijo: "No temas, tendrás un hijo, porque tú eres bendita y santa y en ti ha entrado espíritu Santo. Bendito sea el fruto de tu vientre. Hijo de Dios le llamarán por siempre. La muchacha ejerció mucha fe y se lo comunicó a su esposo, José.
Ahora bien, llegó el momento en que el rey emitió un duro decreto, y a Belén tendrían que viajar para arreglar su situación legal. Á lomo de mula, José y María viajaron despacito noche y día. Viajaron despacito mañana y tarde y María estaba por ser madre. Esa noche fue algo especial porque una muchedumbre angelical a unos pastores del campo apareció glorificando y bendiciendo a su Dios, prometiendo que nacería el Salvador, el Mesías, Jesús, Nuestro Señor. Pero este Príncipe no iba a tener ni siquiera un lugar donde nacer, y en un establo María dio a luz, y en un pesebre pusieron al niño, Jesús.
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