Rostro divino ensangrentado,
cuerpo llagado por nuestro bien;
calma benigno, justos enojos,
lloren los ojos que así te ven.
Manos preciosas, tan lastimadas,
por mi clavadas en una cruz.
En este valle sean mi guía y mi alegría,
mi norte y luz.
Bello costado, en cuya herida,
halla su vida la humanidad.
Fuente amorosa de un Dios clemente,
voz elocuente de caridad.
Tus pies heridos, Cristo paciente,
yo indiferente los taladré.
Y arrepentido hoy te adoro,
tu gracia imploro, Señor Jesús.
Crucificado en un madero,
manso Cordero mueres por mi;
por eso el alma triste y llorosa,
suspira ansiosa, Señor por ti.
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