No importa lo que dure.
Créeme que no importa.
Un minuto, un año un siglo.
Pero mientras dure decirme que es para siempre,
que vamos a alcanzar la eternidad con las raíces
de este amor que crece para adentro
y desde adentro nos empuja al cristal de la risa,
al silencio que late con corazón de pájaro,
al chocar de planetas que es nuestros
cuerpos juntos recreando el temblor,´
el universo, el canto.
Yo quiero conocer al chico que vende flores
por Corrientes y te cuenta cosas.
Quiero conocer a tu amigo poeta que ama el mar como yo.
Y hojear tus libros,
y repisar tus pasos en las calles que anduviste
y apretarte la mano en el cine,
los dos enloquecidos por Fellini...,
y decirte de repente lo mismo que me estabas por decir...
, y a veces llorar juntos porque Vietnam y Biafra y aquí nomás
hay niños que no tienen la culpa de nada y sin embargo mueren...
No importa lo que dure.
Vamos a hacer volar a todas las palomas,
vamos a hacer repicar
las campanas de todos los campanarios,
vamos a bebernos el viento del verano
en las copas de las casuarinas,
la paz del crepúsculo, cuando la luna es apenas una hostia
sin comulgar en el cáliz azul de la tarde.
No importa lo que dure.
Mira, la piel que vos tocaste,
la caricia quemando aún mi cintura ha florecido...
Soy una primavera. Vos lo hiciste. Me tomaste la cara
entre las manos y tu ternura fue como un viento tibio
que barrió todas las hojas secas que poblaban mi otoño.
Allí donde las piedras le cerraban la salida a mi soledad,
vos hiciste una puerta y por la puerta se metió
el sol y de mí nacen ahora las estrellas.
Mi cuerpo es una costa donde tu barco se hunde,
donde tu barco muerde la arena, como un pez.
Mar cabrilleando orillas.
Mar galopando dentro.
Furor de hoguera roja quemando el jazminero.
Entonces se desdobla la latitud del alma
y se quiebra una fuerza en la fuerza del cuerpo.
No importa lo que dure.
De veras, no me importa. Esto es tanto,
tan mío, es tan nuestro, es tan herida y risa y cielo al mismo tiempo,
que aunque un día te vayas, aunque un día me dejes,
aunque lo tuyo se haga astillas de viento,
en mi quedará el huerto..., el huerto...,
las raíces de lo que en él sembraste...,
el huerto empecinado en seguir floreciéndole
a tu ausencia, a tu olvido, a tu adiós.
Y nunca estaré sola, aunque me dejes sola,
porque en mi vida recibí tan poco (y lo poco tan triste),
que la dicha que vos me das ahora me alcanzará
para seguir usándola hasta que de mí no quede nada.
No importa lo que dure.
Pero decirme que es para siempre.
Mientras dure decirme que vamos
a alcanzar la eternidad con este amor...
y yo me sentiré pequeña, mientras tiembla mi carne
con leves aleteos de mariposas nuevas.
De Cuentos para leer sin rimmel
Poldy Bir