Nos alojamos dentro de una habitación,
dentro de ella susurraba el silencio,
de repente ella se hizo presente.
Miramos juntos al mar,
deseamos estar hasta el infinito,
y nos besamos hasta el ocaso.
Luego anocheció e imaginamos,
sí por un momento,
sí por un instante,
sí por un sólo segundo,
de este mundo; no nos viéramos.
Entonces la susurré lentamente,
tú eres mi mar,
tú eres mi ocaso,
tú eres mi noche,
tú eres el infinito de mi vida.