Comparto este planeta con un número incontable de criaturas. Tal vez tenga mascotas que amo, tales como perros o gatos, mas también aprecio aquellas que viven en su hábitat. Compartimos un vínculo universal, respiramos el mismo aire y experimentamos la vida al mismo tiempo.

Siento gratitud por todas las criaturas de la tierra. Es asombroso recordar que fueron creadas por Dios. Cada una ha sido infundida de vida y se expresa plenamente según su género.

Bendigo los animales de la tierra y me esfuerzo para cuidarlos y protegerlos. El mundo no estaría completo ni sería lo mismo sin cada una de las criaturas de Dios. Ellas hacen de este mundo el lugar diverso que es.

Tal vez crea haber perdonado, pero ¿qué tan a menudo perdono algo para luego recordar el agravio y tener una reacción emocional? El verdadero perdón significa dejar ir tantas veces como sea necesario.

Esto no quiere decir que elijo quién merece ser perdonado y quién no. Cuando Pedro le preguntó a Jesús si debía perdonar a alguien hasta siete veces, Jesús le dijo: “No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

Cada acción o decisión puede ayudarme a crecer espiritualmente cuando es abordada con la conciencia correcta. Aferrarme a heridas pasadas me corroe por dentro y bloquea mi bien. El perdón sana, y me da la libertad para avanzar con amor y gozo.

Habrá momentos en mi vida cuando sea llamado a ser valiente. Eso no significa que no voy a sentir miedo; significa que en cualquier momento en el que sienta temor, lo enfrentaré y superaré con fe.

Hago una pausa, respiro profundamente, me conecto con la fuente de energía en mí y reclamo mi fortaleza. Tomo este momento para recordar y afirmar: Dios está presente en todas partes, en todo lo que existe y en toda circunstancia.

Afirmo: El temor no tiene poder sobre mí. Yo soy fuerte y valeroso, y puedo hacer todo lo que me corresponde hacer. Al respirar lenta y conscientemente dejo atrás todo temor —respiración a respiración, paso a paso.

Henry Wadsworth Longfellow escribió: “Lo mejor que puedo hacer cuando está lloviendo es dejar que llueva”. La aceptación espiritual es el arte de permitir que las cosas sean como son. Si deseo un cambio en las situaciones, puedo hacerlo con un enfoque positivo —con paciencia y entereza.

Aunque las condiciones puede que no sean exactamente lo que deseo que sean, son lo que son. Una vez que acepto esto, mi conciencia es elevada; ayudándome a mantener una visión clara y actuar con un corazón compasivo.

Al saber que todas las cosas trabajan juntas para bien, dejo de resistir y coopero con las oportunidades a medida que surgen. ¡El poder de Dios obra en y a través de toda circunstancia de mi vida, y fluyo con él!

En momentos difíciles, me dirijo al evangelio de Mateo, a las palabras alentadoras que Jesús compartió con sus discípulos: “Para Dios todo es posible”. Hay una sola Presencia y un solo Poder en el universo: Dios, Omnipotencia. Jesús les habló a sus discípulos acerca del reino de los cielos —no un sitio geográfico, sino un estado de conciencia.

Entro a la conciencia del reino de los cielos cuando aquieto mi mente y dejo ir cualquier apego a las apariencias. Me concentro en el Espíritu divino. Le niego permanencia a las situaciones y poder a las condiciones. Practico la presencia de Dios. Siento y expreso tranquilidad. Con seguridad y fe inquebrantables, sé que la paz en el mundo comienza conmigo.