Imagina
Hay una intención constante que se imprime en cada mente de cada ser sintiente. Esa constante es llamada imaginación. Imaginar: es el mar de la mente poniéndose en movimiento, creando y dando vida a cada pensamiento. Imaginar: ponerles alas a los sueños, sintiendo que pueden tomar formas si lo que deseamos permanece en esa mente cósmica que es la conciencia. Nada puede existir si no lo imagino primero, vívido y sustancial en cada parte de mi consciencia. Fractales y luces componen la creación de mi potencial imaginativo. Pulsos que reviven incesantemente cada hecho, transmutándolo en la erosión de los ciclos. Es inevitable que todo lo imaginado regrese, una y otra vez, impulsado por las olas de energías que provoca la mente. La imaginación combate la realidad, y su luz interna revela las sombras de todo aquello que intenta manifestarse. Una y otra vez, comienza cada ciclo. La destrucción no es más que el caótico preámbulo de la creación constante. No puede existir lo creado sin ser imaginado. No puede destruirse aquello que no fue creado y develado para ser impuesto rítmicamente. Ante la turbulenta marea emocional puedo contemplar las obras de mis creaciones imaginadas. Debo forzarme a salir de mí, para ir al encuentro del otro y desde allí poder crear, poder imaginar cómo es todo desde el otro lado, desde el lado del otro. Mostrar esa parte que imagina, que hace, que ilumina, que busca, que crea, mostrarla para que sea tomada en cuenta. Necesidad de sentir que cada creación imaginada primero fue en la mente, pero antes, en la conciencia, sin objetivos alcanzables. ¿Cómo imagino al ser que no conozco? Quizás, el imaginar, tiene relación con aquello que en el principio estuvo en mí y que no pude observar desde adentro porque estaba afuera. Entonces, todo lo que imagino, existe de alguna manera en esa parte de mi consciencia que no puede generar imposibles, sino que obliga a la mente a sacar de la oscuridad todo lo que alguna vez sentí, vi, observé. Emociones que arrasaron al ser en algún momento. Emociones que me pidieron soltar formas y lazos que dan conformidad a mis estados conscientes. Revuelto como un océano, agitado por la imaginación que no me permitía ocultar mis emociones, fui forzado a salir a encontrar mi reflejo, en el reflejo del otro. Entonces, apareció esa voz resonante, que comenzó a hablarme de principios y finales. Y me dijo: ¡Imagina! Imagina algo tan grande, tan eterno y tan sublime, que no posea final, donde todo sea posible Entonces, comprendí que el TODO infinito que habita en cada ser, es eso que se puede imaginar. Es la clave a la constante creación. Es la clave al constante fluir de una realidad llena de amor. Porque la imagino. Y si la imagino, la creo. Y si la creo, existe.
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