Reconozco tu estilo, y lo respeto;
no otro yo, te prefiero diferente,
dueña de tu arrebato y de tu mente,
de tu carácter, frívolo o discreto.
Alguien en cuyo marco me completo,
para copia el espejo es suficiente;
quiero encajar en ti con la ferviente
precisión de los versos del soneto.
Nuestras mentes, por cauces paralelos,
fluyan sin confundirse, sin recelos,
con derecho a expresarse y discrepar.
Si una mente de la otra se apodera,
si nada al dialogar nos distinguiera,
¿de qué, mujer, podríamos hablar?