La memoria es una caja mágica en la que guardamos muchos momentos, aromas, sonidos, emociones. Allí van a parar trocitos del rompecabezas que conformamos. Seguramente permanecerá en mi memoria la noche del día jueves 29 de agosto del año 2019 por la razón que ya mismo les explicaré a mis lectores.

  Pasado el mediodía, mientras veía un partido de tenis del U. S. Open por televisión, sonó mi teléfono fijo (léase, línea domiciliaria). Quien llamaba era René, un compañero de graduación en la secundaria con quien había charlado en varias oportunidades acerca de la intención de invitarnos a cenar en su domicilio a mi madre y a mí, lo cual venía postergando de manera indefinida. Pero, todo llega, y el día llegó.

  René me anticipó que cocinaría pizzas y empanadas, estas últimas de pescado, que son de mis preferidas. Al consultarme cuál sería la hora propicia para venir a mi casa con su automóvil, le dije la hora 20:00. Así acordamos y aguardé a que la invitada especial se incorporara de su lecho para darle la noticia. A pesar del Alzheimer, Alcira dibujó en su rostro la más luminosa sonrisa cuando supo de la invitación.

  Minutos antes de la hora señalada oí golpes en la puerta. Al abrir vi a René, quien aguardaba cerca del umbral a que Alcira bebiese un vaso de zumo de naranjas que degustaba con fruición. Permití que René, tres años mayor que este escritor, tomara del brazo a mi madre y la acompañase hasta su auto, sabiendo cuánto la estima y que perdió a su madre hace años. Yo iría en una de mis bicicletas algunos minutos más tarde. Eso les daría cierta intimidad para platicar.

  Al llegar, pasada la hora 20:30, me recibió Ana, pareja de René, con quien tengo buena relación. Alcira, sentada a la mesa, disfrutaba de un jugo de pomelo y mantenía una fluida charla.

  Por espacio de casi dos horas, Ana y René nos brindaron la atención más cálida y exquisita que se puede esperar. Con la promesa de volver a reunirnos, pero, esta vez devolviendo atenciones, nos despedimos poco después de la hora 22:00. René repitió el ritual de ayudar a subir al automóvil a mi madre, mientras yo montaba nuevamente mi bicicleta para emprender el regreso.

  Creí oportuno plasmar la síntesis de tan íntimo acto de Amor en esta crónica que ahora comparto con todos mis amigos en este foro. Tal vez les agrade y ayude a recordar momentos emocionantes compartidos con gente querida. ¿Será?

 

P.S.: texto escrito por Hugo Mario Bertoldi Illesca - Argentina - 30-08-2019