LA PREGUNTA
En los días de mayores agitaciones dolorosas,
en que hayas sufrido más choques de tus semejantes,
más rozamientos penosos, en que hayas tratado más negocios difíciles
y ásperos; en que, a pesar de tu esfuerzo y de tu voluntad de dominio sobre ti
mismo, hayas sentido en tu interior el aguijón de la impaciencia, aun cuando nada
dejases ver en tu rostro; en esos días en que toda la cosecha de espinas de la jornada
parece haber sido para ti solo, pregúntate simplemente en el silencio del atardecer
y después de inventariar tus dolores: "¿He hecho, por desgracia, mal a alguien?"..
Y si por ventura no lo has hecho, si la sola víctima has sido tú,
si los únicos desgarramientos producidos por las malezas han sido los de tu carne,
regocíjate cuanto puedas; pon en tu cara la más luminosa de
tus sonrisas, y vete a dormir con el corazón sereno y reposado.
...Pero si no solamente no has hecho ningún mal, sino que en medio
de la tormenta has acertado a hacer algún bien, que tu regocijo no
tenga límites y tu alma esté más luminosa que el crepúsculo