Primero fue un golpe de Estado contra el presidente Evo Morales. Luego una verdadera cacería de brujas contra los principales dirigentes del MAS. Paralelamente, ruptura de las relaciones con la República Bolivariana de Venezuela. Siguieron las provocaciones contra la brigada médica cubana que brindaba solidaridad en su país, donde fueron detenidos varios colaboradores de la Isla y la inseguridad para con nuestros galenos obligó a que fueran regresados a la Patria en noviembre de 2019.
Emprendía Bolivia una cuenta regresiva en su comprobado progreso económico y social, su integración regional y el gran prestigio de un gobierno dirigido por el indígena Evo Morales, que marcó pautas de desarrollo reconocidas por instituciones internacionales.
Lo que identificó a Bolivia en los últimos meses de 2019 se puede catalogar como lo más parecido a un guion escrito a dos manos entre el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, y el secretario general de la oea, Luis Almagro. Había que desgajar a Bolivia del árbol de la unidad latinoamericana y para ello su política exterior debía contemplar, además, la salida del alba, la ruptura con la Celac y el abandono de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
La víspera, el Gobierno de facto anunció la «suspensión de relaciones con Cuba», alegando, como escribió el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla en su cuenta en Twitter: «Vulgares mentiras de la golpista autoproclamada en Bolivia. Otra muestra de su servilismo a ee. uu. Debería explicar al pueblo que tras retorno a Cuba de los colaboradores, por la violencia de la que fueron objeto, se han dejado de realizar más de 454 440 atenciones médicas».
Evo Morales afirmó, a través de la misma red social: «Condenamos profundamente la suspensión de relaciones del gobierno de facto de Áñez con la hermana República de Cuba y el deterioro permanente de la imagen internacional del Estado Plurinacional de Bolivia de respeto a la libre autodeterminación, soberanía y diplomacia de los pueblos».
Ahora corresponderá al pueblo boliviano, a los indígenas, los más desposeídos a los que el gobierno de Evo y la solidaridad les brindó salud, educación y derecho al trabajo, decidir hasta dónde permitir la cuenta regresiva a que lo lleva un gobierno impuesto por un golpe de Estado auspiciado por la OEA y Estados Unidos.