Crecer es dejar atrás algo a lo cual estuvimos apegados y de lo cual nos cuesta desprendernos,
es atrevernos una vez más y estar dispuestos a ser diferentes de lo que fuimos ayer,
es desarrollarnos y evolucionar desde adentro.
Cuando decidimos cambiar una actitud negativa, estamos creciendo.
Cuando decidimos corregir un error, estamos evolucionando.
Cuando dejamos de hacer algo que nos empequeñece, estamos desarrollándonos.
Todos los días la vida nos presenta oportunidades de crecer.
Para proyectarse en el tiempo como algo duradero, este cambio debe ser paulatino y consciente. Observemos a la naturaleza, y más particularmente a los árboles:
en otoño pierden su follaje y se liberan de la carga innecesaria, recogiéndose dentro de sí para recibir el invierno. Por fuera, parecieran no tener vida, pero preparan sus raíces para que en la
primavera sus ramas puedan ver surgir los primeros brotes, dando lugar a las hojas y luego los frutos del verano.
Si logramos desprendernos de esas hojas que no necesitamos mientras desarrollamos nuestra esencia, también podremos dar frutos y transformarnos