La semana pasada, el gobierno de Iván Duque recibió dos grandes golpes. Luego de varios días de triunfos parciales, como el de haber logrado cierta gobernabilidad en el Congreso de la República y mostrar un crecimiento económico aceptable, llegaron dos baldazos de agua fría. Por un lado, el desempleo no para de crecer, llegando al 13%, el más alto en los últimos años. Por otro lado, la imagen negativa del presidente llegó al 71% y su aprobación se derrumbó para quedar en el 23%. Su imagen viene en caída libre desde hace varios meses.
Sobre el primer punto se pueden sacar varias conclusiones. Entre otras cosas, se puede decir que uno de los mayores desgastes del Gobierno se dio con la aprobación de la reforma tributaria, allí perdió gran parte de su popularidad. Esa reforma se basaba en la idea de que reduciendo los impuestos a los ricos se generaría más empleo. Sin embargo, dicho cálculo hasta el momento no ha resultado cierto. Bien se sabe que ese tipo de reformas difícilmente funcionan, pero en Colombia se vendió como un dogma económico irrefutable. Lo complicado de todo es que la reducción de impuestos a un sector del empresariado abrió el hueco fiscal, por ende, es posible que en el futuro corto se requiera una reforma tributaria para aumentar recaudos. Así las cosas, el Gobierno tuvo un gran desgaste en una reforma y al menos el objetivo central por el momento no se ha logrado.
Sobre el segundo punto, se concluye que el modelo de conversación nacional que ideó el Gobierno del presidente Duque para detener la ola de protestas, las cuales comenzaron el pasado 21 de noviembre de 2019, no parece dar resultado. Tampoco las estrategias comunicativas y menos aun el anuncio de una coalición en el Congreso de la República. El presidente deberá tener en cuenta en qué gasta dicha estabilidad en el congreso, deberá medir muy bien cual será su agenda legislativa.
La pregunta obvia, luego de más de 18 meses del comienzo del mandato de Iván Duque, y a falta de dos años y medio para las elecciones nacionales, es sobre el futuro del uribismo. Sobre esto se han tejido varias interpretaciones. Una serie de analistas cree que, de no darse un incremento en la imagen positiva del presidente en el 2020, Duque pasará a la historia como el hombre que enterró el uribismo. Otros creen que de no presentarse las reformas laboral y pensional el Gobierno podrá manejar la crisis y al final, si bien no recuperar mucho, mantendrá una imagen para que el partido de Gobierno sobreviva. Aunque deberá hacer alianzas para las próximas elecciones.
Lo difícil con este panorama político para el uribismo es que la batalla dentro del partido es intensa, por tanto, es complicado lograr coordinaciones dentro del Gobierno. En varias reuniones, el presidente Duque habría respondido ante peticiones de política pública “no me dejan”. Esta frase mostraría que el mandatario esta haciendo un verdadero malabarismo para no incendiar más su partido y evitar los choques dentro de su Gobierno.
En todo caso, lo cierto es que tanto el Ejecutivo como el partido de Gobierno deben inventarse alguna estrategia para lograr controlar la caída en la imagen y pensarse más allá del 2022. Obviamente para ello pueden existir muchas estrategias, pero la única que no es viable es intentar tener a todo el mundo contento. Esto es algo que el presidente Duque debe comenzar a plantearse si es que quiere salir de la crisis y comenzar a tomar decisiones de forma ágil. Iván Duque tarda mucho tiempo es decidir algo y ese inmovilismo le ha salido bastante costoso.