Si mi tiempo me contradice
con su amarga canción, declaro
que, en misión de confines,
contra mil vientos aciagos,
vengo de todos los caminos del mundo
y de todos los fuegos explorados.
La luz fuera de quicios
conflagra mis murallas, en tanto
todo se me va dando inútil
y ajeno, muriendo de ordinario,
pues morir no puedo otro día
por más que los hacedores de calendarios
me acosen, afilando sus dientes
en mi pan tierno y ácimo.
¿Qué más puedo decir...?
Sólo me quedo, sólo y desmemoriado.
¿Qué puedo ya decirte si, venciendo mi sed,
ya quema tu vino en mi vaso?
No quiero hablar de la muerte,
porque para serte franco
no abandono el mundo por el mundo,
sino que vengo con tus pasos,
ya míos, de una presencia creciente
corriendo tras el hallazgo,
y no del polvo fugitivo u ocioso
ni del sol que enciende lo soñado