La Conferencia Anual de Seguridad de Múnich de este año se ha caracterizado por la publicación de una serie de estudios mundiales sobre las tendencias y la opinión pública en diversos países.
Algunas de estas publicaciones fueron reveladoras para los medios de comunicación y analistas occidentales, destaca el columnista de la versión rusa de Sputnik Vladímir Kornílov.
La prensa británica, que ha desempeñado un papel importante en el fomento del sentimiento antirruso en el mundo, quedó conmocionadapor el hecho de que la población mundial vea a Estados Unidos como una mayor amenaza para la paz que Rusia o China.
Una encuesta realizada por la conocida empresa sociológica Pew Research Centre reveló que Estados Unidos, con su impredecible política exterior, siembra mucho más miedo en el mundo.
Incluso los residentes de los países aliados de Estados Unidos, entre ellos sus vecinos, han expresado sus temores e insatisfacción. Por ejemplo, el 46% de los canadienses cree que Estados Unidos es una amenaza para su país (para Rusia y China estos números son 32% y 31%, respectivamente). En México, el 64% de la población teme a su vecino del norte, mientras que menos de un tercio ve a Rusia y China como una amenaza.
También resultó que se teme más a los estadounidenses que a los rusos en Alemania, Francia, Japón y Corea del Sur, países que tradicionalmente se consideran aliados cercanos de Estados Unidos.
La exactitud de esta encuesta global fue confirmada por otro estudio, también preparado para la conferencia de Múnich. La Fundación alemana Friedrich Ebert realizó un análisis de la opinión pública en siete países europeos, revelando, por ejemplo, que en Alemania el 50% de la población considera a EEUU como la principal amenaza para la paz, mientras que Rusia es vista como tal por el 33%. En Francia, el 24% de la población tiene miedo de EEUU, mientras que solo el 12% teme a Rusia.
Estos sentimientos explican lógicamente el rechazo de las sanciones contra Rusia por parte de los residentes de estos países. Por ejemplo, en Francia el régimen de sanciones fue apoyado por el 33%, el 43% se expresó en contra. En Alemania solo el 17% aprueba la política de restricciones contra Rusia, y el 75% no la aprueba en absoluto.
Incluso en Letonia, tradicionalmente receloso de su vecino eslavo, el 59% de la población se mostró en contra del régimen de sanciones.
Según los autores del informe de Múnich sobre la seguridad, ahora Estados Unidos está perdiendo el papel del único hegemón del mundo y comienza la 'era de la competencia de las grandes potencias', para la que la Unión Europea no está preparada. El mismo informe incluso reconoce que la propia UE está excluida de la competencia de los líderes mundiales, que incluye únicamente a EEUU, Rusia y China.
En la actualidad los ciudadanos de EE.UU. que viajan a Europa —salvo en los casos de Bulgaria, Chipre, Croacia, Polonia y Rumanía— solo necesitan visado cuando su estancia es superior a 90 días.
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Alexander Spatari / Gettyimages.ru
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La Unión Europea (UE) anunció este viernes que a partir de 2021 aquellos ciudadanos estadounidenses que viajen desde EE.UU. a un país del Espacio Schengen menos de 90 días necesitarán un visado llamado Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes (ETIAS, por sus siglas en inglés).
El nuevo visado, que tendrá una validez de 3 años, permitirá a los estadounidenses entrar tantas veces como lo deseen en los 26 países que conforman esta zona sin controles fronterizos. La UE especifica que la medida se ha tomado "para mejorar el nivel de seguridad con la finalidad de evitar nuevos problemas con la inmigración ilegal y el terrorismo".
Para ello, los ciudadanos de EE.UU., que habrán de estar en posesión de un pasaporte en vigor y disponer de una cuenta de correo electrónico, una tarjeta de crédito o débito para realizar el pago, tendrán que realizar el trámite mediante un formulario en línea. La medida también afectará a los menores de edad.
En la actualidad los estadounidenses que viajan a Europa —salvo en los casos de Bulgaria, Chipre, Croacia, Polonia y Rumanía— solo necesitan visado cuando su estancia es superior a 90 días. Asimismo, se seguirá aplicando una serie de restricciones sobre portar armas o grandes cantidades de tabaco, alcohol o dinero, entre otras cuestiones.
En 2016 la Comisión Europea (CE) publicó un informe en el que pedía a EE.UU. que las personas de las citadas cinco naciones pudiesen viajar a territorio estadounidense sin necesidad de visado, pues la normativa de la UE requiere reciprocidad para todos sus estados miembro. Ante la negativa de Washington, el año pasado el Parlamento Europeo votó a favor de introducir visados para los ciudadanos de EE.UU, recuerdan medios locales.
La política exterior de EEUU va de mal en peor. Primero, Washington tuvo que admitir su derrota en Siria, no lograron asustar a Corea del Norte con todas sus amenazas y ahora, su designado presidente de un Gobierno no existente en Venezuela, Juan Guaidó, entró en estado histérico al fracasar la 'revolución de colores'.
Latinoamérica es el sucio taller mecánico donde un delirado grupo de poder experimenta sus creaciones de la realidad.
(Greg Grandin, en 'El taller del Imperio: Latinoamérica y las raíces del imperialismo norteamericano' por Henry Holt, 2006).
Se trata del fracaso de la 'revolución de colores' que con tanto cuidado y seguridad prepararon los servicios de inteligencia norteamericanos y que ahora están abocados a preparar nuevos ataques contra el sector energético.
Hace un mes, Guaidó organizaba manifestaciones de oposición en Venezuela, daba largas entrevistas a los medios de comunicación globalizados prometiendo la sublevación popular contra la 'dictadura' de Nicolás Maduro, la deserción masiva de los militares bolivarianos y la formación de un nuevo Gobierno. En un mes todas estas promesas se las llevó el viento.
En realidad, no pasó nada. El pueblo venezolano, a pesar de las dificultades económicas que tiene que soportar debido a las sanciones que impuso Washington y sus sumisos lacayos europeos y latinoamericanos, prefirió dedicarse a la preparación y después a la celebración de seis días de Carnavales Felices 2019 en vez de ofrecer su apoyo a Guaidó quien no supo convencerlo de que la vida de la mayoría de la población se mejoraría al deshacerse del chavismo.
Las promesas de Guaidó de hacer retornar al país a las leyes del mercado, promover la libre competencia, acudir al Fondo Monetario Internacional para obtener créditos y pedir a EEUU mandar tropas para pacificar a la República Bolivariana recordaron a la mayoría de los venezolanos los años 1990 con una inflación galopante, la delincuencia sin control, una élite cada vez más rica, una pequeña clase media y la pobreza en la que vivía más del 60% de la población.
Las mismas autoridades norteamericanas crearon la imagen del autoproclamado presidente interino Juan Guaidó como un administrador neocolonial teledirigido desde Washington por el Departamento de Estado, la CIA, el vicepresidente Mike Pence, por el asesor de Seguridad Nacional John Bolton, y el enviado especial norteamericano para Venezuela, Elliott Abrams. El último es ahora un viejo harto conocido en Centroamérica por promover masacres, armar la contra nicaragüense, participar activamente en el escándalo Irán-Contra o Irangate y promover la invasión a Irak en 2003.
Durante su reciente estadía en EEUU, Juan Guaidó estaba bajo el control completo de la subsecretaria para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado norteamericano, Kimberly Breier, quien supervisó cada gesto y cada frase del 'presidente interino' en EEUU y también durante su gira por Brasil y Paraguay. La señora Breier, quien habla perfectamente el español, durante más de una década fue analista de la CIA, se desempeñó como gerente en la industria del espionaje, trabajó en el Consejo Nacional de Seguridad de EEUU, asesoró a la Casa Blanca y a los Gobiernos de México, Brasil, Argentina y Chile. A pesar de tanta experiencia con América Latina, esta 'experta' en espionaje no se dio cuenta de que su protegido era un simple ladino, astuto y disimulado que hizo envolver tanto a la CIA como al Departamento de Estado en promesas fantasiosas sobre la existencia de condiciones objetivas y subjetivas para una sublevación general en Venezuela y así poner fin al Gobierno chavista.
Guaidó hizo creer al secretario de Estado Mike Pompeo y al vicepresidente de EEUU, Mike Pence que la base social del chavismo dirigida por el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro está desintegrada y que la mayoría de los líderes mundiales le reconocerían como el presidente legítimo después de la sublevación popular. Este servidor incondicional de EEUU aseguró también a sus patrocinadores en Washington que al recibir el apoyo de la mayoría de los líderes mundiales, al menos más de la mitad de los oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) desertaría y defendería a la oposición. También Guaidó afirmó que los venezolanos que viven en el exterior lo apoyarían generosamente en términos financieros lo que le facilitaría tomar el control de una parte del país en el caso de no lograr a tomar el poder en Caracas.
Ninguna de estas promesas se cumplieron. La base social bolivariana mostró su solidez, y el pueblo en general prefirió jugar con entusiasmo los carnavales en vez de salir a protestar apoyando una intervención militar norteamericana, lo que trataba de incentivar el autoproclamado y teledirigido Juan Guaidó.
A la guerra comercial se le agrega el choque discursivo
EE.UU. vs China: dos relatos sobre el coronavirus
Mientras Trump habla de “virus chino”, el gobierno de Xi sugiere que el ejército estadounidense podría haber llevado la enfermedad a Wuhan, la ciudad epicentro del Covid-19.
El coronavirus instaló dos sensaciones desde que se transformó en un monotema planetario. El pánico a escala global por su rápido contagio y letalidad y la idea -que se extiende a un ritmo mucho más lento – de que la pandemia nació como un experimento de ingeniería biológica para hundir la economía de China. Los argumentos conspirativos con que los dos países se atribuyen responsabilidades hacen su aporte a este desaguisado donde todos los estados no reaccionan igual. El gobierno de Xi Jinping aisló a una provincia entera, Hubei y casi 60 millones de habitantes con una cuarentena rigurosa. Calles desiertas y militarizadas fueron la postal omnipresente durante dos meses. El antídoto dio resultado. Donald Trump pasó de considerarlo “una simple gripe” a declarar la emergencia nacional. Habló de “virus chino” y el que se introdujo en sus propias fronteras y sobrepasó sus muros no tiene techo: este martes arrojaba 46.000 infectados y 600 muertes. Nueva York y California entraron en cuarentena obligatoria.
La réplica por el adjetivo que eligió Trump para el virus no demoró. Fue del portavoz de la cancillería china Lijian Zhao. El 9 de marzo escribió en Twitter que podría haber sido el ejército de EE.UU. el que “lo llevó a Wuhan”, la ciudad epicentro del Covid-19. El actor coreano Daniel Dae Kim, intérprete en la serie televisiva Lost, definió con un gol sobre la hora esta polémica pandémica: “Sí, soy asiático. Y sí, tengo coronavirus. Pero no me lo contagié en China, lo contraje en América, en Nueva York”, declaró en un video que posteó en Instagram.
A esta altura de la pandemia, la teoría de que comenzó en el mercado mayorista de mariscos de Wuhan muestra fisuras. Si bien es cierto que en 2007, un estudio de la Universidad de Hong Kong ya alertaba sobre una especie de murciélago transmisor de este y otros virus en China, la propagación del covid-19 por los cinco continentes dio pie a otras conjeturas. A la defensiva, el gobierno de Beijing se mantuvo en silencio y empezó a reaccionar tarde contra las imputaciones que le propinaban Trump y su secretario de Estado Mike Pompeo. Pero hoy, en China y Japón como en Estados Unidos, hay investigaciones y testimonios que avalan la idea de que el coronavirus habría salido de América. El portavoz Zhao sostiene una hipótesis de difícil comprobación. Aquella que cuenta cómo agentes de EE.UU introdujeron el virus durante los Juegos Olímpicos militares realizados en Wuhan en octubre pasado.
A esa interpretación del funcionario chino la siguió un informe de la TV japonesa Asahi. Afirmaba que el coronavirus provenía de Estados Unidos donde una epidemia de gripe en el último invierno había dejado miles de muertes, sin que se chequeara si pudo haber algunas causadas por el Covid-19. Lo admitió el director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) Robert Redfield. Dijo que casos diagnosticados como de gripe común pudieron ser del virus que todavía no tiene vacuna.
La OMS trató de hacer precario equilibrio cuando la pandemia ya avanzaba como un ejército de termitas, pero presionada por el lobby de las farmaceúticas de EE.UU espiralizó la idea de que se venía lo peor. El 30 de enero declaró una emergencia de salud pública de preocupación internacional (PHEIC). El 11 de marzo definió al nuevo fenómeno con la palabra que se conoce hoy. Trump hablaba del virus made in China y tomaba medidas para impedirles la entrada a sus ciudadanos o a todo aquel que hubiera visitado el país de la Gran Muralla. Un enemigo íntimo del gigantesco aparato de inteligencia estadounidense como el exagente de la CIA Philip Giraldi se pasaba de bando y sostenía que el coronavirus podía ser un arma biológica para dañar a China e Irán, otra de las naciones más afectadas por el tsunami viral.
El escenario va quedando reducido a dos hipótesis. Una habla de la natural y espontánea mutación de un gen de murciélago. La otra es la teoría del laboratorio que Beijing le atribuye a EE.UU. Se apoya en la historia de este país que en los últimos sesenta años fue prolífica en experimentos biológicos para dañar economías, y sobre todo a la cubana, cuyos médicos hoy son recibidos con aplausos cuando llegan a Italia para cooperar en la lucha contra la pandemia.
A la isla se le inoculó la fiebre porcina y el dengue hemorrágico en los años 60, 70 y 80. El gobierno de John Fitzgerald Kennedy aprobó la Operación Mangosta el 18 de enero de 1962, según documentos desclasficados. Su objetivo era dañar las cosechas en Cuba, además de sabotear su economía por distintas vías. En junio de 1971 se esparció el virus de la fiebre porcina africana, que jamás se había reportado en la isla y demandó sacrificar a medio millón de cerdos. En abril de 1981 se detectaron en La Habana varios casos de dengue hemorrágico. Cuatro niños murieron por esta situación. Se trataba de una cepa nueva del virus Nueva Guinea 1924, serotipo 02, única en el mundo para la época. Había sido procesada en un laboratorio. La CIA siempre estuvo detrás de estos experimentos biológicos.
Cuba no ha sido el único país afectado por esta política. En su patio trasero, organizaciones de Estados Unidos les inocularon sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual a unos 1.500 guatemaltecos entre 1946 y 1948. El objetivo era estudiar en humanos la capacidad de prevenir esas patologías para probar sobre ellas el alcance de la penicilina.
Un grupo de 444 afectados y sus familiares iniciaron un pleito por mil millones de dólares en EE.UU. Un juez federal en Maryland la consideró procedente en enero de 2019. Demandaron a la Fundación Rockefeller, al grupo farmacéutico Bristol-Myers Squibb y además a la Universidad Johns Hopkins. La misma que hoy lleva en tiempo real el mapa del coronavirus a escala global. Según el juicio que entablaron las víctimas, médicos y científicos vinculados a esas instituciones “participaron, aprobaron, fomentaron, ayudaron y fueron cómplices” de los experimentos desarrollados en Guatemala, que siguieron analizando en sus laboratorios hasta bien entrada la década del 50. Los acusados negaron los cargos pero el presidente Barack Obama se disculpó con su par de Guatemala, el socialdemócrata Álvaro Colom, en 2010. Este último calificó al ensayo que se realizó con fondos federales de EE.UU como “crimen de lesa humanidad”.
Entre los 7.000 militares europeos que participarán en el Defender Europe 20 se incluyen uniformados de Italia, España y Alemania, los tres países más afectados por el coronavirus en Europa. De hecho, fue el propio ministro de Defensa alemán, Joachim Herrmann, quien, uno a uno, recibió el pasado 3 de marzo en Nuremberg a los primeros militares norteamericanos.
El despliegue de tropas, que supone el mayor desembarco de militares norteamericanos en Europa en 25 años, tenía por objetivo atemorizar a Rusia. Objetivo que, para los norteamericanos, se encuentra por encima, incluso, de sus propias recomendaciones de seguridad.
El despliegue de tropas, que supone el mayor desembarco de militares norteamericanos en Europa en 25 años, tenía por objetivo atemorizar a Rusia. Objetivo que, para los norteamericanos, se encuentra por encima, incluso, de sus propias recomendaciones de seguridad, dado que, cuando comenzaron a desplegarse las tropas, el 3 de marzo, la mayoría de Europa se encontraba en el nivel de alerta 2 (que urgía a tomar grandes precauciones), mientras que Italia se situaba en el nivel 3 –evitar viajes no esenciales– y las zonas más afectadas del país transalpino se situaban en el nivel 4, es decir, recomendaban no viajar.
Estas especiales circunstancias no fueron impedimento para que los 20.000 militares norteamericanos y el material necesario para el ejercicio llegara a los puertos europeos de Alemania, Países Bajos, Bélgica, Letonia y Estonia y a numerosos aeropuertos de Europa.
En este caso, no solo los norteamericanos se han mostrado irrefutablemente irresponsables, sino que la Unión Europea tampoco puede presumir de un comportamiento en ningún caso acorde a la amplitud de miras que se le presupone a los gestores europeos. Porque la ineptitud de los 27 ministros de Defensa de la Unión Europea fue mayúscula, pues lejos de tratar en su reunión del 4 y 5 de marzo en Croacia (Zagreb) la amenaza del coronavirus, centraron todos sus esfuerzos en la coordinación del masivo ejercicio militar. Ni siquiera el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, estuvo a la altura de las circunstancias e incluso llegó a afirmar que los ejercicios no se cancelarían y que, en todo caso, se evaluaría la situación en un futuro.
En este caso, no solo los norteamericanos se han mostrado irrefutablemente irresponsables, sino que la Unión Europea tampoco puede presumir de un comportamiento en ningún caso acorde a la amplitud de miras que se le presupone a los gestores europeos.
Un peligro para todos
Conviene reseñar que Europa, a diferencia de China, se ha mostrado incapaz de controlar la pandemia, por lo que el número de contagiados no para de aumentar y se sitúan al 16 de marzo en casi 60.000, siendo los países más afectados Italia, con casi 25.000, y España con casi 10.000. Situación que, de seguir así, provocará que Europa supere en breve las cifras de China, el país en el que comenzó la epidemia, aunque todavía por causas desconocidas –Zhao Lijian denunció que el virus pudo ser llevado por militares norteamericanos–.
Con Italia cerrada a cal y canto, España imponiendo controles fronterizos terrestres, Europa proponiendo prohibir la entrada de ciudadanos de fuera de la Unión Europea, Estados Unidos no ha tenido más remedio que cancelar el 16 de marzo el Defender Europe 20, por lo que los efectivos norteamericanos regresaran a sus lugares de origen. No le bastó ni que la Organización Mundial de la Salud declarase la enfermedad COVID-19 como pandemia cinco días antes, el 11 de marzo.
Sin embargo, ahora el peligro es más que evidente: los militares tendrán que volver a sus bases europeas y norteamericanas. Más de 20.000 personas regresando a las bases en Alemania, Polonia, España, Italia, Idaho, Florida, Washington, California, Texas, Nueva York, Pensilvania o Georgia después de haber estado en contacto con miles de personas en el foco de contagio del virus. Será un milagro que el virus no viaje con ellos.
Sin embargo, ahora el peligro es más que evidente: los militares tendrán que volver a sus bases europeas y norteamericanas. Más de 20.000 personas regresando a las bases en Alemania, Polonia, España, Italia, Idaho, Florida, Washington, California, Texas, Nueva York, Pensilvania o Georgia, después de haber estado en contacto con miles de personas en el foco de contagio del virus.
En un comunicado de compleja verosimilitud, los norteamericanos han afirmado que detuvieron todos los movimientos de tropas el 13 de marzo, debido a que para ellos lo principal es la salud y la seguridad de los militares, civiles y familiares involucrados. Compleja verosimilitud porque tres días en una situación como la actual es un siglo y no parece muy lógico paralizar los movimientos de los militares el 13 de marzo y no suspender el ejercicio hasta tres días después. Pareciera que se vieron obligados.
En cualquier caso, el ejercicio de amenaza a Rusia se resfrió.
Lo que las autoridades norteamericanas no han explicado en ningún caso, ni tan siquiera con versiones rocambolescas, es cuál es el plan, si lo tienen, para evitar que entre los 33.000 militares que regresaran a sus lugares de origen no viaje el virus con ellos.