PESADILLA
Sentí el estallido del cuerpo,
cada átomo vibró en los contornos,
allí quedé en cuclillas.
Cómo dejar que las sombras me cubrieran
si hasta la última gota de agua no saciaba,
si todo el estiércol era recogido por las manos
en las tumbas de mis muertos.
Cómo besar las rosas desechas por el viento
sin percibir su fragancia al rozar mi olfato desesperado.
Allí quedé sin sueño, desvelada.
Los arcángeles miraban distraídos,
la oración no era escuchada,
y un hambre voraz inquietaba el interior
salpicando de muerte las inquietas pestañas.
Era una noche de amor,
pero la tortura me vencía.
Era un deseo arremolinado en el alma,
pero no reconocí al amado, ni aceptaba sus caricias.
Allí quedé en cuclillas esperando cesaran los vientos
y se calmara la intranquilidad infinita.
Esperando se restableciera la vida
como se restablece la muerte,
lentamente.
Por suerte desperté de aquella pesadilla.
Carmen Amaralis Vega Olivencia