“Hay cubanos que todavía hoy piensan que pude haber ganado la final de los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. Ese año, Bob Hayes y yo solo perdíamos entre nosotros, pero aquel 15 de octubre no fue suficiente mi rápida reacción”, cuenta Enrique Figuerola en la redacción de Cubadebate al referirse a su histórica medalla de plata, conseguida hace 56 años.
Aunque no fue campeón en la capital japonesa, el Fígaro, como suelen llamarle familiares y amigos, conserva a sus 81 años la satisfacción de ser el primer medallista olímpico cubano después del triunfo de la Revolución. Sobre aquella hazaña ofrece detalles que ni el photo-finish de la época podría reflejar mejor.
“Hayes era un atleta muy fuerte; además, medía 1.82 m, y yo 1.67 m. No obstante, siempre tuve una arrancada prodigiosa. En los primeros 60 metros, me adelantaba con facilidad. Pero mejor vayamos por partes, para explicar por qué no fue suficiente.
“Durante el entrenamiento, los técnicos de Hayes ya me conocían del Panamericano de Chicago (1959), donde fui tercero. Sabían de mi reacción y depurada técnica, y realizaron sus ajustes cuando vieron que salí delante de Bob en tres carreras preparatorias de 60 metros.
“Al llegar la competencia, no sucedió lo mismo. Los entrenadores se percataron de que la medida del bloque de Bob era muy corta para su tamaño, entonces le cambiaron la arrancada, lo cual le proporcionó salir más desahogado, pero no más rápido que yo. De todos modos, sacó ventaja. En los 60 metros, ya yo había alcanzado mi máxima velocidad, pero él, con su amplitud del paso, fortaleza y tradicional remate, logró la victoria.
“Hayes entró con tiempo de 10 segundos, yo con 10.2 y una centésima después el canadiense Harry Jerome. Obtuve plata, pero el recibimiento en Cuba fue como si hubiera alcanzado oro porque significaba mucho para el atletismo y el deporte en general, al ser la única presea conseguida por nuestra delegación en los Juegos. Además, en aquella época la Olimpiada de Tokio alcanzó gran popularidad. Recuerdo que la prensa les llamó los Juegos perfectos por iniciarse en ellos las transmisiones televisivas y todo el despunte de la tecnología en función del deporte”.
“Representó la gloria para mí, aunque me faltaron dos centésimas para convertirme en el hombre más rápido del mundo”.
—¿A quién dedica ese triunfo?
—A Fidel. Tuvo mucho que ver. El Comandante en Jefe comenzó a hacer por este resultado desde 1963, cuando quedé campeón panamericano en Sao Paulo, Brasil.
“Ese año, los japoneses convocaron a un certamen en el que debíamos participar los atletas con resultados a nivel continental. En ese contexto, los norteamericanos presionaron a los japoneses para no invitar a Cuba. Entonces, la Unión Soviética, al tanto de la situación, respondió que si la delegación cubana no participaba, la suya tampoco.
“Tras un periodo de tirantez, se autorizó la inclusión de Cuba. Fidel, por supuesto, enterado de todo, me contactó mediante José Llanusa, primer presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, para que participara en ese preolímpico o al menos fuera el abanderado.
“Inmediatamente, respondí que iría. Los problemas aparecieron al tratar de llegar a tiempo a la competencia, pues había que recorrer prácticamente medio mundo. El tramo era de Sao Paulo a Tokio, y nada comparado con las condiciones de hoy.
“Al llegar, las cosas también estuvieron difíciles. Fue una competencia que se celebró en un día y tuve que participar sin ingerir ningún alimento. Finalmente, gané de forma apretada. La decisión final fue por photo-finish, pero mi objetivo estaba cumplido: asistir a los Juegos Olímpicos.
“En cuanto llegué a Cuba, Fidel me recibió y desde ese entonces comenzó a darme instrucciones. Siempre se encargó de trazar la estrategia de cada certamen. Prácticamente fungió como director técnico de atletas y equipos cubanos que viajaban al exterior. Existe una diferencia abismal entre el deporte cubano antes de él y después de su Gobierno. Fidel es un país. No solo transformó el deporte, ha sido todo para Cuba”.
Figuerola, quien aún mantiene la sencillez y jocosidad características de los santiagueros, dice que a “este negro lo quieren” y que su plata aún es recordada por el pueblo cubano.
“Estoy satisfecho de haber ayudado al desarrollo del movimiento deportivo cubano en el momento que me tocó vivir. Esa fue la principal tarea que me orientó Fidel.
“Actualmente sigo en el empeño. Soy miembro de la Federación Cubana de Atletismo, de la cual fui vicepresidente, y formo parte como gloria del deporte de la Comisión Nacional de la disciplina, otra de las ideas de Fidel”.
Con el optimismo de que la delegación cubana que asistirá a Tokio 2020 honre a aquella que llegó a la capital nipona hace más de medio siglo, Figuerola sigue cruzando la línea de meta. Esta vez asegura que el despegue ha sido lo suficientemente rápido como para no creer en remates. ¡La carrera del deporte revolucionario no lo olvida!
Otros resultados deportivos de Enrique Figuerola (velocista de 100 y 200 metros planos)
- Cuarto en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 (igualó la actuación del Andarín Carvajal en San Luis, 1904, e inauguró la presencia cubana en una final olímpica de velocidad.
- En 1964, estrenó los reinados en la encuesta de Prensa Latina para elegir al mejor deportista de la región.
- En junio de 1967, igualó con 10 segundos el récord mundial vigente entonces para el hectómetro.
- Fue el primer cubano en batir récords del mundo en la especialidad.
- Encabezó el ranking nacional en 100 y 200 metros planos durante 10 años, imponiendo 29 récords nacionales.
- Campeón Panamericano en Brasil (1963)
- Campeón Centroamericano en Puerto Rico (1967) y doble monarca en universiadas mundiales.
- Medallista de plata olímpico como integrante del relevo 4x100 en la Olimpiada de México 1968.
- Durante la década del sesenta, resultó imbatible en Cuba y fue elegido el deportista más destacado de 1961 a 1971.
- Fue seleccionado entre los 100 mejores deportistas cubanos del siglo XX.