Viene o va, con el día, con la noche. Sus pensamientos igual que sus pasos lo aceleran y lo frenan, Pero nunca lo detienen. El hombre que tiene en frente una empinada cuesta que bien puede ser de bajada, piensa. Suma y resta, todo el tiempo. Todos los tiempos se conjugan en su mente agitada usada y abusada después de ocho horas del retumbar del taladro mecánico, del cincel, del reloj, de la sirena estridente que con la misma fuerza empieza y termina su jornada.
Suma sus pasados y los deposita como deshechos en sus huesos arqueados y en las bolsas que se le hacen debajo de sus lo parpados. Resta y divide las horas que puede para sacar el exiguo residuo de las que no debe, porque las debe ya casi todas. Las dejó en el bar de la esquina mas lúgubre y en la lúgubre noche que le consignó al descanso.
El hombre no camina, desanda su jornada, porque dentro de unas horas el carrete tiene que volver a enrollarse, sobre su espalda y hará otra vez nudos en su frente y en su alma, recortes de alma que ha ido regando por ahí, en la fábrica, en la esquina en el lecho, a la vuelta de la esquina y dos cuadras mas allá, donde está prohibido tener nombre, tener dirección, tener destino fijo.
El hombre a pie al pie de la loma, que ahora es de subida no sabe si habrá para el otro mañana. ALBA