Mientras muchos indagan por la fuente de la pandemia del COVID-19, hay quienes sostienen que esta plaga es un arma biológica de EE.UU. para dominar el mundo.
Es natural que a cada nueva crisis que aparece en el mundo le surja diferentes hipótesis, opiniones e interpretaciones por los motivos que le originaron y no hay duda de que la crisis del nuevo coronavirus, denominado COVID-19, y su prevalencia en el mundo no es una excepción y, es por eso que, ha llegado a suscitar entre una gran parte de la población mundial diversas conjeturas y conclusiones sobre las verdaderas causas de la creación y propagación de esta letal enfermedad, que dio la cara por primera vez en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a fines de diciembre.
Una de las teorías que más se está barajando sobre las posibles razones de la aparición de este mortal patógeno es de una guerra biológica que alguna superpotencia mundial, como EE.UU. o China podrían haber estado detrás de la creación de su cepa y su posterior propagación con el único objetivo de materializar sus objetivos geoestratégicos y económicos a nivel mundial.
El investigador estadounidense experto en armas biológicas Francis Paul asegura que este coronavirus es un subconjunto de los virus llamados “agentes biológicos” que su ADN —ácido desoxirribonucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos— es manipulado en los laboratorios científicos para mutar su estructura nociva en una más agresiva para los seres vivos y destinarlo así a actividades de guerras biológicas.
Entre los virus que se engendran mediante manipulación humana, este experto señala que el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgido en 2002 también en China y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS, por sus siglas en inglés) aparecido en 2012 en Arabia Saudí al igual que el carbunco, más conocido como ántrax, todos se han producido en laboratorios de la Universidad de Carolina del Norte.
En tal sentido, Paul sostiene que los experimentos e investigaciones sobre estos virus o armas biológicas se llevan a cabo en laboratorios llamados “niveles biológicos de salud” y en particular se desarrollan en los de Nivel 4. Cabe destacar que Estados Unidos cuenta con 12 laboratorios de este Nivel 4 en toda su red de laboratorios de este tipo.
Con estos datos conocidos, se puede decir con cierta certeza que el término de guerra biológica se refiere en gran medida al COVID-19, y, desde luego, esta afirmación no se basa en el resultado de varios análisis y artículos en concreto, sino que se fundamenta a partir de las declaraciones oficiales hechas por funcionarios chinos, incluido el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Jiao Lee-jan, en los últimos días.
Las autoridades chinas acusan a sus homólogos estadounidenses de haber creado este nuevo coronavirus en sus laboratorios pertinentes y, posteriormente, con el pretexto de la participación del equipo deportivo de las Fuerzas Armadas de EE.UU. en los Juegos Mundiales Militares de 2019 que se celebró en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre, habrían trasladado una cepa del letal patógeno a la referida urbe para libéralo allí con el fin de contagiar a una gran parte de los 13 millones de residentes en esta ciudad.
Algunos expertos dicen que China culpó a Estados Unidos de la propagación de la enfermedad por su incapacidad para contener el virus desde su inicio, pero si eso fuera cierto, los estadounidenses podrían haber argumentado fácilmente valiéndose de sus potentes centros de investigación científica para aclarar que el origen del germen era por causas naturales.
De hecho, en un primer momento se decía que este virus que contagio al ser humano provenía de los murciélagos, cuya carne de este mamífero pertenece a la cadena alimentaria de los humanos, pero con el paso del tiempo tomó fuerza la teoría de que este patógeno se habría creado en un laboratorio.
Los expertos y científicos coinciden en que este coronavirus, que pertenece a la generación del virus del SARS, puede considerarse un arma biológica, y concluyen que si el murciélago es la fuente del virus coronario, ¿por qué en los países donde la sopa de murciélago es una de las comidas principales, no se ha extendido el brote del COVID-19?
Son muchos los que opinan que estos coronavirus se han estado produciéndo desde los años sesenta en el contexto de la guerra biológica que los estadounidenses iniciaron con fines políticos, sociales y económicos, y, en este preciso momento, la dimensión económica de la teoría de la guerra biológica del COVID-19, emprendida por Washington es bastante prominente.
Desde antes de que el actual presidente de EE.UU., Donald Trump, ocupara la Casa Blanca, allá en enero de 2017, ya venía avisando durante sus campañas electorales de que si él llegaba al poder no dudaría en promover medidas drásticas para contrarrestar el poderío económico, tecnológico y militar de los chinos, ya que, según él, estos están a un paso de sobrepasar a los estadounidenses en los campos que estos últimos son una referencia vanguardista a nivel mundial.
Es por ello que Trump comenzó nada más pisar la Casa Blanca una lucha sin cuartel de ámbito económico-comercial contra el gigante asiático y de cuyos efectos también sufrieron otros actores internacionales.
Es muy probable que Washington para llevar la delantera en el marco de su disputa comercial con los chinos decidiera debilitar a la potente economía del gigante asiático ante los ojos del mundo planteando introducir este nuevo coronavirus dentro del territorio chino con esperanza de que una vez que el brote hiciera mella entre la población local y se hiciera público sus resultados mortales, la maquinaria propagandística de los medios de comunicación estadounidense entrarían en juego para lanzar una campaña de desinformación en contra de Pekín haciendo creer a la opinión pública global que este patógeno se habría originado en el ya citado mercado de Wuhan, y el resto se iría sobre ruedas, porque todos los demás países rebajarían al mínimo posible sus contactos comerciales con China por temor a que sus conciudadanos se contagiaran de la letal afección.
A este primer paso dado por Washington contra Pekín, le seguiría los esfuerzos de Estados Unidos por monopolizar los resultados de todas las investigaciones en cursos de las grandes corporaciones farmacéuticas del país norteamericano para desarrollar la vacuna contra el nuevo coronavirus, si es que ya no está producida desde antes de que esta plaga se liberara en Wuhan, con el objetivo de enarbolar ante el mundo entero el poderío tecnológico de EE.UU., y de este modo, demostrar a la comunidad internacional que ellos todavía son la primera potencia mundial.
De hecho, si los laboratorios estadounidenses llegaran a desarrollar la vacuna efectiva para contener el COVID-19 antes de que los chinos lo consigan, es muy probable que la Casa Blanca use el antídoto como una medida de presión contra todos aquellos países que no se encuentran en su ámbito de influencia al tener en su mano el destino de cientos de millones de personas contagiadas que necesitarían de esta vacuna para currase.
Estados Unidos y China han pisado el acelerador esta semana en la búsqueda de una vacuna para combatir el nuevo coronavirus, que ha causado una pandemia global, según declaró recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta la fecha, la cifra de contagios confirmados por todo el mundo es de 208 349 personas, incluyendo 8272 fallecidos.
En las últimas horas, han llegado noticias desde ambos países de pasos importantes de cara a la consecución de una vacuna y que estarían realizando ensayos clínicos con humanos.
Entonces, según la teoría del atentado biológico descrita por Paul cuyas armas se fabricaron produciéndose en los laboratorios estadounidenses bajo la atenta mirada de los oficiales médicos del Ejército de EE.UU. con la colaboración de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del país norteamericano, se puede sugerir que la actual situación creada por la crisis del nuevo coronavirus es a toda vista una guerra biológica emprendida por Washington.
Un guerra biológica con dimensiones económicas-políticas que se rige bajo una política para beneficiar a las grandes empresas armamentísticas, ya sean militares o biológicas, y farmacéuticas de Estados Unidos, y sin importales ni siquiera la seguridad de la propia población estadounidense expuesta al contagio como el resto del mundo.
La guerra biológica desatada contra Cuba por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, afectó directamente a las personas, los animales y los cultivos, ocasionando daños humanos irreparables, y pérdidas millonarias a la economía nacional
Los enormes daños causados por la guerra biológica desatada contra Cuba por el gobierno de los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, dirigida a afectar programas de salud, y frustrar planes de desarrollo enfocados en el aumento de la producción agrícola, el incremento de la capacidad exportadora, y el fortalecimiento de la base alimentaria de nuestro pueblo, no se pueden borrar de la memoria histórica de la nación.
El 18 de enero de 1962 en un documento secreto titulado Proyecto Cuba, donde se expusieron las 32 tareas originales de la Operación Mangosta, apareció la siguiente formulación: Tarea 21: “Para el 15 de febrero la CIA tiene que someter a aprobación un plan para inducir errores en las cosechas alimentarias en Cuba”.1 La Tarea 33 que no fue incluida en ese instante planteaba: “... un plan para incapacitar a los trabajadores azucareros cubanos durante la zafra mediante el empleo de medios químicos bélicos”.2
Posteriormente el jefe de Operaciones del Plan Mangosta, general Edward Lansdale redactó un borrador con las misiones a ejecutar por la CIA donde enunció: “... desplegar el bajo mundo cubano contra Castro, fracturar al régimen desde adentro, sabotear la economía, subvertir a la policía secreta, destruir las cosechas con armas biológicas o químicas, y cambiar al régimen antes de las próximas elecciones congresionales en Noviembre de 1962”.3
El 2 de junio de 1964 el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó la probabilidad de que el gobierno estadounidense estuviera utilizando la guerra biológica contra Cuba.4 Durante los próximos años azotaron el territorio nacional la fiebre porcina, la seudodermatosis nodular bovina, la brucelosis del ganado, el carbón y la roya de la caña, el moho azul del tabaco, la roya del café, el new castle y la bronquitis infecciosa de las aves de corral, la conjuntivitis hemorrágica, la disentería, y el dengue serotipo 02 que provocó 158 muertos, incluyendo 101 niños, el mayor daño causado a nuestro pueblo por este tipo de agresiones.
El 15 de septiembre de 1981, durante la inauguración de la 68 Conferencia Mundial de la Unión Interparlamentaria, celebrada en el Palacio de Convenciones de La Habana, Fidel insistió en que Estados Unidos estaba utilizando armas biológicas contra Cuba.
En 1984 Eduardo Arocena Pérez, cabecilla de la organización terrorista Omega-7 —conocido por sus vínculos con la CIA— fue declarado culpable del asesinato del diplomático cubano Félix García Rodríguez, y de otros actos violentos cometidos dentro del territorio norteamericano. Durante el juicio, el jurado federal no hizo mención a sus declaraciones en el sentido de que la misión de su grupo era “obtener ciertos gérmenes e introducirlos en Cuba”.5
En julio de 1987, cuando Cuba comenzó a desclasificar un grupo de agentes de la Seguridad del Estado, se conoció que oficiales de los servicios de inteligencia norteamericanos les habían preguntado por las enfermedades que afectaban a los cubanos y los programas para adquirir medicamentos en el extranjero. Uno de los males por el que más se interesaron fue por el dengue hemorrágico y su impacto en la población.6
Tras la desaparición del campo socialista europeo en el otoño de 1989 y la desintegración de la URSS a finales de 1991, la economía cubana se vio afectada, debido a que el 85 % de su intercambio comercial era con esa nación. Comenzó para nuestro pueblo el denominado periodo especial en tiempos de paz, el Gobierno norteamericano recrudeció el bloqueo económico, comercial y financiero, y se desataron nuevas agresiones.
En octubre de 1990, cuando se desarrollaban los planes de producción agrícola para apoyar el programa alimentario y dar respuesta a las necesidades básicas de la población, apareció la sigatoka negra en lotes de plátanos de varias provincias. Unos meses después fue detectada la acarosis, una enfermedad que acorta el ciclo de vida de las abejas.
Entre 1990 y 1994 la neuropatía se convirtió en una epidemia con la declaración de un promedio de 2 000 casos anuales. Los estudios realizados demostraron el papel desempeñado en la aparición de esta enfermedad por el estado nutricional de la población a causa del bloqueo, uno de cuyos objetivos es rendir por hambre a nuestro pueblo. El problema quedó solucionado al distribuirse gratuitamente suplementos vitamínicos.
El 10 de febrero de 1995, en el Aeropuerto Internacional José Martí, fueron hallados en el equipaje de un científico extranjero, varios tubos de ensayo con el virus de la tristeza del cítrico. El 21 de febrero apareció la broca del cafeto en zonas rurales de Santiago de Cuba, coincidiendo con la visita de un grupo de norteamericanos pertenecientes a una Organi zación No Gubernamental. Después se detectaron en La Habana varios focos del aedes albopictus (tigre asiático) transmisor del dengue. El 18 de diciembre de 1996 aparecieron los primeros indicios de la presencia de la plaga Thrips palmi karny sobre cultivos de papa en la Empresa de Cultivos Varios, en Jovellanos, Matanzas.
El 8 de octubre de 1997, durante la clausura del V Congreso del Partido Fidel expresó: “Un especialista, miembro de un organismo internacional […] y presunto oficial de la CIA, en 1975 había realizado estudios sobre la enfermedad del dengue (serotipo 01), que azotó nuestro país en 1977 y obtuvo información sobre la no existencia de anticuerpos serotipo 02 de la enfermedad en Cuba. Por eso es tan importante, incluso, los datos relacionados con los anticuerpos que tiene el cubano, porque pueden ser utilizados para un tipo de guerra bacteriológica. […] estamos seguros de que durante un largo periodo de tiempo el Gobierno de Estados Unidos era responsable de estos hechos, […] porque ellos inventaron todo: cómo contaminar el azúcar que iba en los transportes de los barcos, cómo afectar el comercio, cómo afectarlo todo. […] Son muchas plagas seguidas contra cultivos esenciales: arroz, cítricos, papa, vianda, plátano, caña, café, tabaco, […] ¿Tenemos o no tenemos derecho a denunciar cuando ocurre algo de esto?”7
En 1999, en el inciso séptimo de la Demanda del Pueblo de Cuba al Gobierno de Estados Unidos por Daños Humanos se señala: “Que durante todos estos años de Revolución, las acciones agresivas del Gobierno de Estados Unidos han afectado de manera significativa la salud de nuestro pueblo. Esta política criminal ha estado encaminada a entorpecer y obstaculizar los impresionantes logros que la política social cubana ha conquistado. Para ello se ha empleado, entre otras vías, la agresión biológica, que ha cobrado valiosas vidas humanas, incluidos niños y mujeres embarazadas”.8
Hasta diciembre del 2000 el Gobierno Revolucionario cubano se había visto obligado a gastar 2 158 millones de dólares, con gastos adicionales cada uno de los años en el orden de los 59 millones de dólares para enfrentar las agresiones biológicas.9
El 6 de mayo del 2002 el presidente George W. Bush tuvo el cinismo de acusar a Cuba de desarrollar armas biológicas ofensivas, y de proveer sus conocimientos sobre estas a países enemigos de Estados Unidos. Cuatro días después en una conferencia de prensa Fidel respondió: “En lo que se relaciona con las armas de destrucción masiva, la política de Cuba ha sido intachable. Nunca nadie ha presentado una sola prueba de que en nuestra patria se haya concebido un programa de desarrollo de armas nucleares, químicas o biológicas. Para los que no entiendan de ética, apego a la verdad y transparencia en la conducta de un gobierno como el de Cuba, podrían comprender al menos que hacer lo contrario habría constituido una colosal estupidez. […] Cualquier programa de esa índole arruina la economía de cualquier pequeño país; Cuba nunca habría estado en condiciones de transportar tales armas; cometería adicionalmente el error de introducirlas en combate contra un adversario que cuenta con miles de veces más armas de ese carácter, el cual recibiría, como un regalo, el pretexto de usarlas”.10
Cuba ha sido agredida con una guerra biológica que ha afectado directamente a las personas, los animales y los cultivos, ocasionando daños humanos irreparables, y pérdidas millonarias a la economía nacional. La firme decisión y la voluntad política del Gobierno Revolucionario, al destinar los recursos necesarios para combatir estas plagas y enfermedades, la dedicación de los especialistas de prestigiosas instituciones científicas, y el apoyo de los CDR, la FMC y la ANAP, han posibilitado el enfrentamiento exitoso de nuestro pueblo a estas agresiones.
EUU usa ‘bioterrorismo’ contra su propia población
Dos sanitarios de EE.UU. vestidos con traje especial de anticontagio del nuevo coronavirus, denominado Covid-19, en las inmediaciones del Capitolio en Washington.
EE.UU. es un experto en “bioterrorismo” al usar plagas infectadas con su programa de armas biológicas contra sus adversarios e incluso sobre su población civil.
Las armas biológicas incluyen cualquier tipo de microorganismo (como bacterias, virus u hongos) o toxinas (compuestos tóxicos producidos por microorganismos) que se encuentran en la naturaleza y que pueden usarse para matar o dañar a las personas.
La práctica del “bioterrorismo” puede variar desde un simple engaño hasta el uso real de estas armas biológicas contra poblaciones enteras de alguna nación del mundo y el hecho de que varios países no cesan en su empeño de obtener agentes de guerra biológica preocupa mucho a los expertos de que los grupos o individuos terroristas puedan aprovecharse de las tecnologías y la experiencia necesarias para usar estas armas destructivas.
Los agentes biológicos pueden usarse para un asesinato selectivo, así como para matar y atacar a miles; si el medio ambiente está contaminado, puede representar una amenaza a largo plazo para la población.
El historial de este tipo de asesinatos se remonta a los siglos XV y XVI, cuando para tal empresa se añadía algún tipo de veneno a los alimentos de las víctimas, empero, con el avance de la tecnología y los experimentos químicos a principios del siglo XX, estos atentados entraron en una nueva fase.
El portal The Conversation escribió en un informe que el uso generalizado de armas biológicas se remonta a la Primera Guerra Mundial, donde el Estado alemán se benefició de esta práctica de naturaleza destructiva para lograr sus objetivos bélicos.
Otros países han tratado de obtener y probar armas biológicas durante y después de la Segunda Guerra Mundial, siendo el pionero de ellos Estados Unidos que ha estado probando tales armas durante mucho tiempo.
El programa de armas biológicas del país norteamericano se inició durante la Segunda Guerra Mundial, pero la primera prueba real sobre una población en concreto tuvo lugar en 1949, cuando los científicos colocaron bacterias inofensivas en el sistema de aire acondicionado del Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono) para ver qué efectos producía su exposición sobre los humanos.
Un año después, la Marina de Estados Unido realizó una operación de rociado de dos cepas de bacterias Bacillus globi y Serratia marsensis en la costa de San Francisco (California) para comprobar sus secuelas sobre los residentes de esta zona costera, en aquel momento se pensaba que estos gérmenes eran inofensivos, pero luego se comprobó que se trata de unas toxinas peligrosas que debilitan el sistema inmunitario.
Pasados 12 meses de este experimento biológico, 11 personas sufrían de una enfermedad infecciosa que se detectó en un laboratorio de San Francisco al percatarse que estas personas tenían restos de Serratia Marsensis en sus cuerpos.
En 1997, el Consejo de Investigación de EE.UU. (NRCA, por sus siglas en inglés) reveló que el Pentágono también usó productos químicos para probar el potencial de las armas biológicas en la década de 1950 en ciudadanos estadounidenses.
Para tal ensayo, el informe anota que los militares estadounidenses rociaron el cadmio, un elemento químico muy tóxico, desde el aire sobre varias ciudades del país, entre ellas, St. Louis en el estado de Missouri y Minneapolis en el estado de Minnesota; estas urbes fueron elegidas por la similitud que poseía su tipología de tierra, clima y población con Moscú, la capital de Rusia.
En su escrito, el NRCA concluyó que la prueba no atañía peligro alguno para los habitantes de St. Louis y Minneapolis, empero en 2012 una doctora llamada Lisa Martino-Taylor reveló que había una alta incidencia de cáncer en estas dos ciudades mencionadas a causa de sustancias radiactivas.
Además de las pruebas al aire libre, el Ejército de EE.UU. tiene un historial de uso de insectos infectados en sus armas; como ejemplo, en 1954 estas fuerzas hicieron uso de bombas contagiadas con estos insectos durante la Guerra de Corea.
Unos años después del experimento, las autoridades de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) acusaron a los estadounidenses de utilizar estas bombas y lanzarlas contra China y Corea durante dicha guerra.
Un tiempo después y más concretamente en 1962, la Casa Blanca se planteó poner en marcha una serie de pruebas de armas biológicas en Estados Unidos y el entonces Secretario de Defensa, Robert McNamara, aprobó un proyecto llamado “Proyecto 112” que fue el preámbulo de los extensos ensayos en este país norteamericano.
En esa tesitura, los científicos en 1966 realizaron un experimento en el metro de la ciudad de Nueva York al rellenar las bombillas que iluminaban la red subterránea con la bacteria Bacillus globi con objetivo de librar y exponer a los usuarios de este transporte público con estos elementos tóxicos.
En 2008, la Oficina de Responsabilidad de Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés) de EE.UU. reconoció que decenas de miles de civiles pueden haber estado expuestos a agentes biológicos debido al “Proyecto 112” y otras pruebas, no obstante, el Pentágono negó que hubiera infectado a la población al respecto.
Mientras el Ejército estadounidense se lava las manos en admitir su parte de responsabilidad en este contagio colectivo, resulta que muchas de las pruebas de individuos muestran que algunos de estos que sufren de enfermedades infecciosas han estado expuestos a agentes biológicos durante años.
Estas revelaciones publicadas dejan en evidencia que EE.UU. ha realizado muchos experimentos biológicos para sus propios fines de ámbito tecnológico-militar, y mientras que otros tantos ensayos de este tipo se han estado desarrollándose en secreto o en el caso de que fueran descubiertos, las autoridades estadounidenses lo han ido negando, son muchos los expertos que consideran que el nuevo brote del coronavirus, denominado COVID-19, que por primera vez apareció en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a finales de diciembre de 2019 contagiando a miles de residentes de esta bulliciosa urbe, podría haber sido creado en un laboratorio científico de Estados Unidos.
De hecho, los analistas recurren al largo historial de crímenes biológicos que pesa sobre EE.UU. para sostener que es muy probable que el primer contagio con la cepa del letal virus se produjera durante los Juegos Mundiales Militares de 2019 que se celebraron en Wuhan entre los días 18 y 27 de octubre, en los cuales participaron una amplia delegación estadounidense.
Estos entendidos, recuerdan como ejemplo uno de los ataques biológicos de EE.UU. más connotados contra Cuba, cuando el Instituto de Medicina Veterinaria de la isla diagnosticó en mayo de 1971 la presencia de la fiebre porcina africana en un cebadero del municipio de Boyeros, en La Habana (capital), del cual se alimentaban una piara de cerdos.
Un total de 500 de esta especie animal murió a causa del contagio registrado y tras las oportunas pesquisas del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado cubano se pudo confirmar la veracidad de que el ataque biológico se perpetró intelectual y materialmente por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) cuando el 9 de enero de 1977 un cable de la agencia cablegráfica UPI, en Washington, informó que una fuente no identificada de la CIA reveló al diario Newsday que a principios de 1971 se le entregó un recipiente que contenía este virus en Fuerte Gulick, base del Ejército de Estados Unidos en la zona del Canal de Panamá, también utilizada por la CIA, y que este fue llevado en un pesquero a agentes que operaban clandestinamente en Cuba.
Muchos de estos expertos opinan que la derrota de Estados Unidos en sus guerras de cuarta fase contra sus adversarios, como China o Rusia, principalmente, ha provocado que este país norteamericano se lanzara a una cruzada de quinta generación, como lo fue su reciente disputa económica-comercial que apuntaba en una primera instancia al gigante asiático, y al verse fracasado en este nuevo intento de imponerse a sus contrapartes, a Washington se le ocurrió recurrir a sus armas biológicas en busca de materializar sus objetivos e iniciando, de este modo, el escenario de una confrontación de sexta generación.
El conocido analista político palestino Abdel Bari Atwan, asegura al respecto que los estadounidenses deben responder y aclarar su papel en la propagación del COVID -19 en China, que hasta el momento ha dejado tras de sí a más de 80 500 infectados, de los cuales han fallecido unos 3199 ciudadanos chinos.
Desde que las autoridades chinas informaron a fines de diciembre de los primeros contagios del nuevo coronavirus en Wuhan ya han transcurrido dos meses y medio y en este tiempo se han confirmado más de 157 000 casos infectados por esta plaga en más de 140 países de todo el mundo y convirtiéndose así en una pandemia mundial, según ha declarado recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una emergencia sanitaria que hasta este momento ha matado a más de 5800 personas infectadas.
Los chinos han venido advirtiendo que el origen de este patógeno mortal no emana desde dentro de sus fronteras, sino que proviene de otro lugar que podría ser fácilmente desde EE.UU., y es por ello que exigen explicaciones a Washington.
En este contexto, Atwan dice que la pregunta planteada recientemente por un portavoz chino a EE.UU. al respecto parece legítima y debe considerarse, especialmente porque dice: “¿Cuándo comenzó el caso cero (primer caso) en los Estados Unidos? ¿Cuántos han sido afectados? y ¿Cuál es el nombre de los hospitales donde están recibiendo tratamiento los infectados? ¡Sé transparente! ¡Haz públicos tus datos! Washington nos debe una explicación”.
El mundo entero está esperando que estas preguntas sean respondidas, y más cuando Estados Unidos, con una población de más de 300 millones, ha sufrido el menor daño por el contagio del COVID-19, con el presidente Donald Trump viendo a China como su principal enemigo y declarando una guerra comercial para destruir su economía, y los ancestros de Trump haciendo uso en su día de la plaga de la peste para exterminar a la comunidad indígena que habitaba en el territorio estadounidense, anota el periodista.
Desde la Segunda Guerra Mundial, la economía de China ha estado a la vanguardia de la economía mundial, minando la economía de los Estados Unidos. El liderazgo chino se ha reforzado con su proyecto de la Ruta de la Seda y la creación de un sistema financiero alternativo para terminar con la dominación del dólar en los próximos cinco años, escribe el experto palestino para luego resaltar que todos estos factores pueden haber llevado al mandatario imprudente como Trump a cometer tal crimen de guerra.
China ha demostrado ser realmente una superpotencia global; logró contener el coronavirus en cuestión de semanas al reducir el número de víctimas mortales por el brote coronario que alcanzó los 3199 casos, y curó con éxito a 80 500 personas. El epicentro del contagio, la ciudad de Wuhan ahora está completamente libre de la enfermedad.
Atwan sentencia que Estados Unidos es el único país en la historia de la humanidad que ha usado bombas nucleares en Japón, y no es nada extraño que sea el primero en el mundo en usar la cepa del nuevo coronavirus y armas biológicas.
Un científico de EE.UU. crea un virus incurable capaz de desatar una pandemia global
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La creación de un monstruo
El científico en cuestión, Yoshihiro Kawaoka, profesor de virología de la Universidad de Wisconsin-Madison, alteró genéticamente la cepa de la gripe A (H1N1) —que causó la pandemia de 2009— con la intención de estudiar la posible evolución de la capacidad de resistir del sistema inmunitario humano, según 'The Independent'.
Inicialmente el proyecto fue dedicado a la observación de los cambios genéticos en el H1N1 de 2009 con el objeto de crear vacunas más eficaces contra la gripe en el futuro.
Aunque crear un virus contra el cual la humanidad no tiene defensa parezca un éxito dudoso, el profesor Kawaoka defendió su estudio. Según el científico, el proceso del estudio coincide con los cambios naturales, y el resultado muestra que pueden evolucionar naturalmente los virus capaces de ignorar el sistema inmunitario, lo que es importante para la creación de nuevas vacunas y drogas.
Horror entre la comunidad científica
Al salir a la luz el proyecto de Kawaoka durante una reunión cerrada, los científicos presentes se quedaron horrorizados tanto por los resultados —un virus de la gripe casi omnipotente— como por el hecho de que tal virus fuera creado deliberadamente tras un riguroso trabajo.
"[Kawaoka] tomó el virus que ya había causado una pandemia y eligió las cepas que el sistema inmunitario no neutralizaba. Repitió el proceso varias veces y llegó a la creación de una auténtica maravilla de virus", comentó uno de sus colegas.
Cabe mencionar que el laboratorio de la Universidad de Wisconsin tiene un alto nivel de seguridad biológica (nivel 3, según la clasificación estadounidense que tiene 4 niveles en total). Sin embargo, en realidad las cepas de H1N1 se contenían en lugares menos seguros (nivel 2), algo que Kawaoka y las autoridades calificaron de "medidas adecuadas".
Varios intentos
El H1N1 de 2009 no es el primer virus peligroso tocado por Yoshishiro Kawaoka. Su trabajo más reciente describe el intento de reconstruir la gripe H1N1 de 1918, más conocida como 'la gripe española'. Logró hacerlo, pero su estudio fue criticado por la comunidad científica como "estúpido" e "irresponsable".
También intentó aumentar deliberadamente la virulencia de la gripe aviar H5N1 de 2004-2006 para estudiar la evolución de este proceso.
¿Por qué actúa así Kawaoka?
Por un lado, estudios como este mejoran nuestro conocimiento sobre los diferentes virus y permiten crear vacunas y drogas más eficaces.
Por otro lado, el riesgo de un accidente biológico está siempre presente, y un solo error podría llevar a una epidemia global de una enfermedad potente, lo que sería una tragedia que no compensan los posibles logros científicos.
Un informe revelado este martes por la cadena de noticias libanesa Al Mayadeen advierte de que ciertos laboratorios secretos de Estados Unidos en el centro de Asia están modificando moscas y mosquitos genéticamente para propagar ‘virus mortales’ por todo el mundo.
La fuente libanesa menciona una investigación realizada por la periodista búlgara Dilyana Gaytandzhieva, que cita a fuentes del Departamento estadounidense de Defensa (el Pentágono), da a conocer que el Ejército de EE.UU. está violando la Convención de las Naciones Unidas sobre Armas Biológicas produciendo regularmente virus, bacterias y toxinas mortales, y exponiendo sistemáticamente a cientos de miles de personas a patógenos peligrosos y otras enfermedades incurables.
Los científicos, que utilizan la cobertura diplomática, trabajan en laboratorios del Pentágono en 25 países de todo el mundo. El financiamiento proviene de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA, por sus siglas en inglés) y de un programa militar de unos 2,1 mil millones de dólares llamado Programa de Participación Biológica Cooperativa, que se encuentra en países de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como Georgia y Ucrania, así como en Oriente Medio, el Sudeste Asiático y África.
Los documentos muestran que EE.UU. ha robado estas mortales bacterias de fábricas de armas biológicas del exdictador Saddam Husein en Irak. En concreto, muestras de la bacteria turingisensis, que se utiliza a menudo como un plaguicida biológico, fueron recogidas por un comité de las Naciones Unidas liderado por EE.UU. en el 2003 en una fábrica de armas biológicas iraquí.
Otra parte del reporte de la periodista —que difundió anteriormente una serie de informes sobre el contrabando de armas— habla de los ensayos militares con insectos, un tipo de guerra biológica para transmitir enfermedades a través de los insectos. Asegura que el Pentágono ya ha realizado este tipo de experimentos en Georgia y Rusia.
En 2014, el Centro Lugar, en Georgia, fue equipado con instalaciones para experimentar con insectos y lanzó un proyecto titulado “Expandiendo el conocimiento sobre el cifrado de las moscas pequeñas en Georgia y el Cáucaso”, aunque el plan cubría un área geográfica más grande que la mencionada.
Como resultado, las moscas voladoras se diseminaron en Tiflis, la capital de Georgia, y en 24 horas había insectos mordedores en los baños de toda la ciudad, algo inaudito en este país. Desde el lanzamiento del plan del Pentágono hace cuatro años, las moscas de Georgia también se han visto en la República de Daguestán, en Rusia, observa la investigación.
También señala que Estados Unidos ha estado estudiando el virus Corona, que tiene como objetivo mejorar la capacidad de los “patógenos” para expandirlos e intensificarlos. Los científicos creen que los murciélagos que portan el virus Corona son los que están causando el síndrome respiratorio en Oriente Medio.