Los pasillos, como siempre, llenos de criaturas. Se escuchaban gritos, risas, lloridos, más gritos, quejas.
En un banco, sentado quietito, mirando asombrado lo que ocurría a su alrededor, casi le permitió, no obstante duró unos instantes, sobreponerse a su dolor, empezaba detrás de la rodilla izquierda, y subía hasta la espalda cerca de la nuca, era como un latigazo. Se inclinó y aguantó, logrando no emitir quejido alguno. Su madre, absorta en la actividad que allí reinaba, no notó lo que él estaba pasando, mejor así, le ocasionaba mucha preocupación y le ponía muy mal las lágrimas de ella. Ésta vez lo consiguió.
Habían venido, citados por la doctora., no recordaba el nombre, sólo que era la encargada de los chicos con problemas parecidos a los que él padecía desde unos cuantos meses atrás.
Estaba casi seguro, pero no lo comentó a su madre, la enfermedad que le afectaba, avanzaba rápidamente y él, sólo pensaba lo peor. El malestar se había transformado en dolor, en el último mes hubo momentos que era insoportable, a tal punto que sin quererlo pegaba unos gritos, de los cuales hasta él mismo se asustaba de ellos.
Con sus escasos siete años, ya había tenido la °suerte° de haber visitado varios hospitales de la ciudad y de la zona, con los nada agradables viajes y revisaciones, las cuales le parecían experimentos, pues nunca le ofrecieron a su madre ninguna respuesta clara sobre el °problema°, así ellos lo llamaban, que afectaba a ése chico.
Se acercó una enfermera, vestida de guardapolvo verdecito, le llamó la atención pues siempre eran de color blanco; los invitó a seguirla hasta que entraron en una amplia sala donde había varias camas ocupadas por chicos de distintas edades. No obstante se escuchaba una suave música de fondo, el silencio era de mayor volumen.
A los pocos instantes se presentó ante ellos una agradable señora. Por la casaca parecía médica, les ofreció sentarse alrededor de una mesita. Se presentó como la Doctora Celin, encargada de dicha sala, y a quién se debería recurrir ante cualquier problema.
Ella les ayudaría a solucionarlo, pues ésa era su función allí, bueno, aclaró, la principal ocupación, además de lo consabido como médica, por supuesto.
Al decir esto les regaló una sonrisa, que invitaba a imitarla, y así lo hicieron los visitantes, madre e hijo.
La charla, lentamente casi sin darse cuenta, pasó a temas más serios. La doctora les explicó en que consistía la internación en este departamento. Primero les puso en conocimiento que los horarios establecidos se cumplen en forma estricta, los servicios son para el uso de todos los chicos, por lo tanto se debe evitar problemas e interferencias en los tratamientos tan complicados y de alto costo.
-¿Puedo preguntar algo, doctora?
-Por supuesto, querido, estoy a tus órdenes, te escucho….
-¿Qué es lo que tengo, me voy a morir pronto?
La doctora miró casi inadvertidamente a la madre y rápidamente contestó:
-Lo tuyo mi niño, es una enfermedad un poquito complicada, más bien caprichosa mejor dicho, no obstante ocasiona a veces dolores fuertes, pero aquí trataremos que dichos momentos sean en lo posible rápidos y cortos. Con respecto a tú otra pregunta, te diré que todos nosotros llegaremos al día en que abandonaremos éste mundo para viajar a otro mucho más bello. La fecha no la sabemos, es una sorpresa que nos aguarda en el camino, no debemos pensar en ella, no necesitamos esperarla, cuando llegue pasaremos a aquél mundo de color, de flores y de lindos pensamientos que nos rodearán para hacernos más felices.
-Que lindo que habla la doctora ¿cierto mami?
Y el niño continuó con sus preguntas…
-Doctora. ¿Tengo que seguir tomando las horribles pastillas rojas? y ¿las verdes grandotas también?
-¡No! no más pastillas; aquí sólo tomamos jugos, algunos no tan ricos, pero los necesitamos, y eso sí, se debe tomar todo el vaso, cada gotita es muy importante.
¿Prefieres la cama al lado de la ventana?
La pregunta lo sacó de sus pensamientos sobre los remedios y demás. No supo que contestar.
-Bueno, no importa, si no te agrada la que te otorgan luego podrás pedir que te cambien. Ahora vamos a la sala de juegos, allí te presentaré a tus compañeros, ¿vamos?
La simpática doctora tomó la mano del nuevo inquilino e invitó también a la madre a acompañarlos. Visitaron además la biblioteca, el salón de deportes, la sala de música, la piscina cubierta y el comedor.
Una niñita se acercó al grupo y le preguntó a la doctora si podría invitar a jugar al nuevo paciente.
-Por supuesto, Silvina, por supuesto, pregúntale tú misma, adelante....
A los pocos minutos ya estaban los dos pequeños sentados alrededor de una mesa, junto a otros chicos, armando un fuerte con animales, soldados y autitos.
-Venga señora., sentémonos nosotras también, quiero conversar con usted.
Se acomodaron en unos cómodos sillones, frente al ventanal inmenso que daba al parque del sanatorio, lleno de árboles, plantas e infinidad de flores.
-Estoy segura que hasta que llegaron aquí, las vueltas fueron muchas, me refiero a los distintos lugares que fueron enviados, quizás más de lo necesario, ¿me equivoco?
-No doctora., los viajes sumados a los complicados y dolorosos tratamientos que mi niño ha pasado en éstos últimos meses, no se los deseo ni al peor de mis enemigos, es un decir pues no los tengo, sepa Ud. por favor comprenderme.
-Por supuesto, por supuesto, mi señora., éste es un lugar muy especial, no sé hasta que punto le explicaron, ¿o no?
-Sí, me dijeron que es el último peldaño de la sufrida escalera que le ha tocado a mi pobre hijo ascender, ¿estoy equivocada?
-Los niños que aquí llegan, han pasado todo tipo de revisaciones y experimentos, como su pequeño se expresó. Lamentablemente no todos ellos salieron complacidos de aquellos. Por suerte, estamos nosotros, para tratar, en lo posible, de ayudar y lograr hacerles pasar una agradable estadía en éste corto paso por nuestro mundo.
-No obstante sus palabras son como cuchillas que están atravesando mi corazón, pero es Ud. la primera persona que me habla de ésta manera, dura, cruel, pero sincera, doctora. ¿Qué es lo que mi hijo tiene?
-El nombre científico de la enfermedad es: Espinal Muscular Atrofia; que en otras palabras, es una severa y generalizada abstracción de los reflejos. Ésta maldita enfermedad es congénita, o sea que su hijo ya nació con ella, y hasta ahora no se le ha encontrado cura. Ni siquiera forma alguna de entorpecer su desarrollo, es decir es imposible pararla. No crea que en algún otro hospital, en algún lugar del mundo, podría hacerse algo al respecto. Nosotros estamos recibiendo periódicamente revistas médicas de los grandes centros de investigación mundial, y por ende estamos perfectamente informados de las últimas comprobaciones, resultados o remedios nuevos. Hoy por hoy, sólo nos resta, y es nuestra delicada y especial ocupación, brindar a su hijo, junto con los demás internados, la mayor posibilidad de estar con ellos en estos momentos tan significantes de su corta vida y….
En esos momentos la angustiada madre, recostó su cabeza sobre el hombro izquierdo, sus ojos se cerraron y todo su cuerpo se desplomó sobre el cómodo y amplio sillón que la cobijó.
-¡Señora, señora!...
Alcanzó a pronunciar éstas palabras y al instante aparecieron dos enfermeras que comenzaron a ocuparse de la desvanecida mujer.
-Está simplemente desmayada por la congoja, tratemos de acostarle en el piso, despacio, traigan una silla o un banquito, debemos levantarle las piernas, usted, por favor llama a urgencias que vengan rápidamente, y cuente lo acontecido….
A los escasos quince minutos, nuestra afligida madre, estaba recostada sobre una camilla, medio llorando, suspirando pausadamente, su hijito paradito a su lado como cuidándola.
-Doctora. ¿Qué le pasa a mi mamá? ¿Por qué está acostada y porqué llora? ¿Qué le dijo... algo malo sobre mi enfermedad? seguro, seguro,…mami, ya no me duele, ya estoy mejor, ¿Viste como juego con los chicos? ponéte contenta, no llores, estoy bien, de verdad, ¿No me crees?
No obstante le costó separarse de él, dejándolo allí internado, pero al verlo tan animado, lleno de amiguitos, se fue con un suspiro de tranquilidad. Le dijo que mañana no podría, pero pasado a la tarde, tempranito, ya estaría por allí para visitarlo.
-Andá mami, quédate tranquila, aquí estoy bien…
Esas fueron las últimas palabras que escuchó de su hijo antes de entrar en el ascensor.
Llegó bastante tarde a su casa, su marido aún no había vuelto del trabajo, un poco raro pensó, pero solía ocurrir.
Se sacó los zapatos, se sentó en la cocina, y al mirar por la ventana le pareció que la luna, hoy en todo su apogeo, la contemplaba a ella.
Dejó su mente libre y rezó.
Éstos serían sus últimos ruegos.
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*Registrado/Safecreative N°0911144881014
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