TENER UN CASTILLO
Siempre fui un soñador, la ilusión desbordaba mi imaginación… ¿Quería tener un castillo anclado sobre un trio de montañas?… Qué inaccesible, con pasadizos secretos llenos de laberintos infinitos… Irrumpieran en túneles marcados con sutiles señales algo insignificantes para hallar la salida al mundo exterior… Fuera indescifrable para los demás.
Las palabras se alargaron cómo un cincel de duro acero y en su punta un diamante puesto al fuego de incendiarios versos tan resinosos como el eucalipto, de volátil combustible al oler las brasas de inmediato envuelto en incandescentes llamas forjaran el bagaje y fuerza, de martillo el léxico golpeara con tal saña y delirio, grabara hendeduras de bajo y alto relieve sin fin poetizando.
Las hadas ingenieras del sentir maestro, las dueñas de la sabiduría, del profundo conocimiento del saber, ingeniosas en pensar con la prudencia, consultando con el telar de la reflexión, indagando el cómo resolver con la ayuda del ángel de la meditación hasta absolver el enigma con una respuesta transcendental, aplomada, segura, sostenida en la sinceridad y la verdad.
Los duendecillos actuaban como receptores de la obediencia, atentos escuchas, sin acusar reclamos, ni desdeñar un mandato u orden, acataban con firmeza y de igual manera cumplían cualquier misión al pie de la letra, con certera sumisión denodado respeto.
No importaba si fueran peones, alfiles o simples súbditos las ordenes eran consagradas como ley, se respetaba la autoridad emanada, siempre y cuando la orden no atentara contra la integridad humana, no podía estar viciada de odio ni de rencores, menos de venganzas soterradas, lo justo debía estar amparado por la equidad de la balanza.
Cinceles y martillos al pum, pum, de tambores de acompasado ritmo, comenzaron a taladrar la dura roca hasta hacerla plana despuntando los picos altos, que besaban los cielos y acariciaban las algodonadas nubes, pronto las partituras musicales y las notas estrenado cuerdas de indistintos sonidos, sobre bemoles donde cada vibración en su punto exacto, rasgaba un melodioso son.
Cada son era como si moviera muchas manos, otro sonido audible y suave despuntaba un dim, dom, otro mas grave punzaba un rin tintín pesado y al mezclarse uno y otro, la melodía repicaba alegre, entusiasta, motivaba a mover un sinnúmero de emociones, de movimientos que hasta el reloj con sus distantes campanas de las galaxias alas, infinidad de alas, pomronturrumpumpum, orquestaba a todo el universo ser laborioso.
La batuta invisible lo dirigía todo, amenizaba con cada vaivén un tono obrero, artístico de audaces contrastes que ordenaban, impulsaban en valses que hacer y como hacerlo, la fuerza laboral era la inspiración seguida de la intuición, en un unísono respirar musical.
Cada quién procedió a cumplir con los dictados del corazón y la supervisión del alma, la mente el ser superior gobernaba, millones de manos y alas de dioses invisibles como espíritus literarios a cincelar.
Hasta crear los cimientos con cada estrofa apuntalada, de estructura fuerte un pilar bastión que permitiera resistencia al llevar sobre sus hombros toda una edificación, siendo punto de apoyo las columnas al expresar desde sus inamovibles bases el porte y don, de lo fantástico cuando se estructura el conocimiento en un lenguaje depurado fuerte y veraz.
Luego ir levantado paredes con ingeniosos versos como ladrillos a entramar e intercalar lo rústicos, lo abrupto ante las vetas de la pega para nada uniforme y feo al ver en letras muertas lo triste y fúnebre al negarle a la belleza resucitar, algo más que hermoso, cause en la retina asombró al leer, despierte la atracción por ver, observar, indagar, sentir el gusto por las imágenes que van mostrando la calidad de esa obra apenas incitando lo ignoto por saber más.
Se necesita grandes ventanales que rimen al llamando de la luz, el gotear de la lluvia a lo lejos, palpar del alba la albura de los rocíos, vivir como llega el serpentear relentes de las briznas dejando entrever lo que repicaba el decir de los astros a la distancia como el cantar romántico de las estrellas, mirar más allá de lo desconocido como la luna se viste de reina.
Adornar de principio a fin cada detalle expuesto de su interior sin descuidar lo externo, lo simpático, noble y sublime esta en el ser diferente y único, distinto a los demás competir tu mismo por ser el mejor, sin bajar la guardia, sin desmayar jamás, hacer oídos sordos a las criticas innobles, así los hierros al aprender muestren lo torcido, poco a poco corregir la imperfección hasta mostrar el verdadero carácter de quién en verdad eres
Los entornados, de los techos deben irradiar con él conversar supremo, elevar una oración, inspirarse en dar las gracias por la vida, pedir el consentimiento que la musa ronde tu mente, escale tu corazón y mantenga aseada tu alma del pecado, y halle en cada pedido la voluntad de él, sea de sabiduría que aporte en el diario vivir el ángel de la esperanza y nunca la del vicio o la drogadicción.
Las altas copulas, las menores como la mayor deben tener la balanza justa, la de la equidad e igualdad, la comunicación real con la confianza acompañada del amigo verdadero e inequívoco que no te invite hacer el mal, ni te condene a formar parte de ningún vicio, debe ser lineal, sincero ante el dolor amainar con un buen consejo, la mayor es la reina del juez y las leyes, la autoridad impasable y recta en definir y juzgar lo impropio que atente a lo contrario de la convivencia y libertad.
El cincel y martillo concluyen ser el principio de un todo, luego esta el uso de muchas herramientas como el un clavo saca otro clavó, la del corte perfecto, la escuadra capaz de generar el grado de cualquier ángulo, de lo recto y obtuso, la plomada que indica si vas torcido lo elemental es ir derecho, los niveles hablan de la igualdad de los extremos, todo debe ir con apatía y coordinación.
A mi castillo le falta los pisos dende afirmar cada paso dado al futuro, pulirlo con las gemas de la humildad, el brillo de la sencillez, no la de ser un miserable, ni un rico en sobriedad y orgullo, necesito un suelo limpio de manchas lodosas, de pisadas que lleven filo, cortantes en sus pies para oprimir, humillar rebajar la estima, resquebrajar derechos, encarcelar el libre expresar.
Mi castillo llevara el mármol de los pies descalzos el de la dignidad, donde cada ser que camine vea su propio rostro, la mirada se encuentre frente al espejo de la conciencia y sea ese reflejo que le dicte en verdad quién es, se resalte de inmediato la calidez de su persona y alma.
Bienvenido amigo al castillo de umbrales y puertas literarias, la lectura sea el aire que respire la somera paz de la tranquilidad sin mezquinos odios, los detalles no son los diamantes ni el oro que adorne las apariencias ni mimetice el puñal hiriente, ni oculte el veneno para dormir a alguien en lo eterno, nada ganaría con tapizar de alfombras la hipocresía, colocar mesetas de lámparas lujosas tras ellas opacar la luz a la existencia en fangales sombríos de adiós y olvido.
Necesitamos de un castillo hermano, solidario fuera de muros, de una atalaya que vigile guardiana al redimir, perdonar, extender esa mano afectuosa que se brinde integra a dar y no recibir, se preste por dar un abrazo que alimente bondad, sea redentora y a la vez protectora ante el sufrimiento y cualquier evento contrario que debilite lo físico como espiritual.
Un castillo sin aromas, ni esencias es como arena en el desierto pura aridez, tengo en mente un jardín de flores con pétalos escritos en poesía, capullos eclosionando sonetos, en su cáliz adentro broten perfumes en metáforas, cada tallo, al brotar sus yemas sostengan morales y en los espinos fabulas, en cada color trascienda el prisma de la prosa, el arco iris al volar el polen sea balada, se haga canción y dialogue romántico con su amor.
Ven amada mía ungidme con tu ternura los campos de mi imaginación, tu querer sea el oleo y pincel, sobre cualquier lienzo extendido por el azul mar y el azulejo firmamento pinte en maravillosos cuadros este reino de felicidad infinita en lindones de campanas al suspirar por ti, el caballero esté presente rasgando cuerdas de cualquier sonoro instrumento musical acompañando mis odas, atando sentimientos bendecidos por nuestro arcano señor.
Eme acá, desprovisto de riquezas, mi traje de gala no me viste en potestad de ser un rey, no soy un empaquetado en dinero, no me asisten joyas ni poder para convencer en esclavitud voluntades, mi oficio delata que soy un humilde alfarero de palabras, un orfebre que de la mano de Dios, camino en un dulce hogar tranquilo ameno de cuatro paredes y un techo. Que al llover gotea, pero al escampar somos reyes luciendo tantas estrellas juntas como tesoro al colarse como lo hace al llover canticos de luz celestial, si hace frío tengo el abrigo de tus mimos, una flor es diamante al recibirla invaluable con tu amado querer, sonríe los corazones te amo y me amas, que lindo castillo hacemos los dos…
Leo Frank Park
Luis Francisco Pardo Huertas
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Colombia - Kansas City Mo.
25 05 2020