Puse a un lado la imagen
Debía quitarle el polvo del recuerdo, debía primero zafarme de una fuerte melancolía que devoraba con dientes afilados justo el centro del corazón. Fui yo misma la que quise enfrentarme a un momento pasado con la vida en un hilo. Eran tiempos de correr, saltar alto, crecer empujando las horas como si los caminos no tuvieran final.
Todo quedó sellado en aquel pedazo de papel amarillento. La mirada de un padre orgulloso, la tímida sonrisa de la que espera la magia, presta a sentirla en cada hueso, en cada poro del cuerpo joven, fija en ese papel. Qué magia tiene una foto para detener el tiempo, que petrifica las muecas de preocupación disimuladas, que no deja ver los pensamientos, y todo queda suspendido para la eternidad en un plano donde solo ahora puedo tocar con la piel reseca de mis dedos, y este rostro soltando una lágrima con sabor a miel y a hiel.
Carmen Amaralis Vega Olivencia