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General: Sombras en la Estigia .... En esta pandemia ya muchos tocaron la orilla ...
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 26/06/2020 16:07 |
SOMBRAS EN LA ESTIGIA
Caronte, piloto del fúnebre río, que marcas el rumbo del viaje supremo, hundiendo en las aguas el remo tardío…
La cauta corriente desliza su onda y el remo se cubre de negras espumas... Y en tanto la proa redonda taladra las brumas…
El pávido grupo de reos se hacina y ceden las tablas del lento pontón y arando su estela sinuosa rechina el timón…
Caronte se yergue impasible, flotante y revuelta su barba senil. La sombra destaca su rostro terrible, su enérgico y tosco perfil.
La densa tiniebla condensa sus torres de ébano mate. La lívida horda indefensa mantiene su fe en el rescate...
Cual hosca pared de ceniza se erige la niebla compacta en redor, y el brillo fosfórico del agua plomiza bifurca en la estela su efímero ardor.
Un pálido efebo se inclina en la borda, y mira fatídicamente la túrbida y sorda corriente…
Un vasto silencio prestigia los labios convulsos. La barca repleta proyecta en la Estigia su lúgubre y móvil silueta...
De pronto, flamígeras vetas incendian la opaca quietud del confín, y entonces se alargan las caras inquietas: la gris travesía ya toca a su fin...
Hinchando sus músculos rema con súbitos bríos el torvo piloto. Y se oye un crujido. Caronte blasfema: el remo se ha roto.
Caronte contempla el remo inservible y una áspera mueca le arruga el perfil. La cólera inflama su rostro terrible y agita su barba senil.
Unánimemente, los reos se ponen de pie: tocando la meta del viaje doliente parece salvarlos la fe.
La turba, frenética, danza en torpe tumulto triunfal: parece cumplirse la loca esperanza: la barca se aleja del puerto fatal.
Y entonces Caronte dilata su tórax velludo y potente, contrae su recia testuz de bisonte y se hunde en la espesa corriente.
La fétida onda le sube hasta el cuello, pero él con brutal energía ritmando su ronco resuello remolca la barca sombría...
En grietas de viva escarlata le sangran los bíceps por anchos rasguños: el bárbaro esfuerzo amorata sus sólidos puños.
La férrea mandíbula cruje y emerge del cieno la tensa rodilla: y sigue el titánico empuje que acerca la barca a la orilla…
Apáticos, mudos, ceñudos, reintegran los réprobos su grupo sombrío. El viento flagela los torsos desnudos rizando su látigo elástico y frío.
La espalda robusta se enarca y entonces concluye la ruda faena: con tardos vaivenes la barca encalla en la arena…
Y el fiero barquero, irguiendo sus hombros de atlante, afinca sus piernas de bronce y de acero y extiende la diestra sangrante...
Y entonces —nublada la frente, vidriada la inmóvil pupila—, resignadamente, trabajosamente, la trágica horda desfila...
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