La situación que vivimos hace que algunos piensen en el relato bíblico de las diez plagas de Egipto. Después de una desgracia, viene otra tan grande o peor. Los tres principales centros de la economía mundial, Estados Unidos, China y la Unión Europea han sido y aún están siendo golpeados brutalmente por la pandemia, algo que, por supuesto, se reflejará a nivel global.
Es muy importante subrayar que en las grandes crisis mundiales de los últimos 130 años, siempre los subsiguientes efectos económicos han sido agravados en grado sumo por la sociedad clasista, con enormes desigualdades de todo tipo, cuando históricamente el 1% lo tiene todo y hay una enorme masa menos favorecida o desposeída. Este caso no creo que vaya a ser excepción, pero esa estructura crónica de desigualdad deberá ser “suavizada” o habrá una explosión social sin precedentes.
No se dice todavía (oficialmente) que Estados Unidos está en una recesión. Un comité gubernamental decide en esas cuestiones, y hasta ahora ha hablado de “contracción económica”. El Gobierno adopta la opinión de que una “contracción” no es una recesión a menos que la actividad económica haya disminuido en dos trimestres consecutivos.
Pero en Estados Unidos se vive una real recesión y todo el mundo lo sabe, porque la actividad económica ha disminuido en las últimas semanas (y de seguro seguirá disminuyendo por algún tiempo) el equivalente de lo que creció en el último lustro. Así de simple y doloroso.
Durante semanas o meses no se sabrá con exactitud cuánto del PIB se ha disipado y cuántas personas se han visto obligadas a salir del trabajo. Las estadísticas gubernamentales tardan un tiempo en generarse, sobre todo cuando las últimas cifras presentan todavía una economía creciente cerca del pleno empleo (falsamente atribuida al Gobierno de Trump).
Para cuantificar la realidad actual, hay que confiar en reportes de empresas, encuestas a trabajadores, análisis de datos privados y algunas cifras de los estados y/o organismos federales. Muestran una economía que no está solo en recesión o “contracción” oficialmente, no solo experimentando pérdidas o caída en las bolsas de valores, sino una evaporación económica, una destrucción de valor a escala desconocida.
Lo que está sucediendo en la economía estadounidense es un shock más repentino y severo de lo que se ha experimentado en el pasado. La tasa de desempleo subió 9.9% unos 23 meses después del inicio formal de la Gran Recesión (1929), y dos años más tarde llegó a 25%. Apenas unas semanas después de la pandemia de coronavirus, y días después de la imposición de medidas de emergencia para detenerla, casi el 20% de los trabajadores informan que se les han reducido horas de empleo o que han perdido su trabajo de una manera u otra.
Un analista sugiere que el 22% de las horas de trabajo se han evaporado para los empleados por horas, con tres de cada 10 personas que normalmente se presentarían para trabajar sin haberlo hecho a partir del 20 de marzo. Por supuesto, la tendencia es a subir. A falta de una fuerte respuesta gubernamental, la tasa de desempleo parece alcanzar alturas no vistas desde la Gran Depresión, o incluso desde el miserable final del siglo XIX. Una tasa del 20% o superior no se aprecia improbable a mediano plazo.
Las proyecciones de desempleo a nivel de los estados están creciendo mucho, una señal de cómo cambiarán los números a nivel federal cuando se disponga de ellos. En Connecticut, casi el 2% de los trabajadores del estado declararon que estaban desempleados en un solo día (para obtener el subsidio de desempleo). Es bastante seguro que el país establecerá un récord para nuevas reclamaciones de desempleo en abril (en marzo ya fue récord). Se espera que el total esté alrededor de 3.5 millones semanales, y no se sabe ciertamente cuándo esa espiral terminará.
Ciertos sectores de la economía deben detenerse para proteger vidas y sostener el sistema médico. Las aerolíneas han sido castigadas, las conferencias y eventos cancelados, y más de 200 millones de estadounidenses no abandonarán sus hogares excepto para conseguir alimentos y otras necesidades.
La economía estadounidense había estado creciendo a un ritmo anual de 2 o 3%. Ahora, los analistas no gubernamentales esperan que se contraiga cerca de 15% o más, aunque nadie sabe a ciencia cierta. Una cuarentena viral es imposible de modelar, porque modelarla significaría saber cuánto durarán las medidas de emergencia necesarias y qué tan bien responderá el Gobierno, y hacer este pronóstico con cierto grado de precisión. Aun así, las medidas en tiempo real muestran un apocalipsis de la economía en la mayor de las sociedades de consumo del planeta.
Wall Street incrementó las pérdidas el viernes 20 de marzo, en una sesión volátil, y su principal indicador, el Dow Jones Industrial, cayó 4.55 %, su peor semana registrada desde 2008, en buena parte debido a las ventas de pánico de los inversores ante la crisis del coronavirus, mientras los Gobiernos y bancos centrales intentan contener su impacto económico.
Al término de las operaciones en la Bolsa de Nueva York, el índice Dow Jones reaccionó fuertemente al hundimiento de 11% en el precio del petróleo y acabó bajando 913 puntos, hasta 19.174. El mercado de valores perdió el 20% de su valor en solo 21 días, la tendencia bajista más aguda que se recuerda, más que en 1929, o que en 1987, y 10 veces más rápido que en 2007. El sistema financiero ha requerido no menos de siete intervenciones de emergencia por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos en la última semana, que ha llevado las tasas de interés a cero y abierto cuentas especiales para inyectar liquidez en el sistema financiero estadounidense.
En la última semana, se ha recuperado un poco por la aprobación del “paquete” de 2.2 billones de dólares por el Congreso y la Casa Blanca, pero sabemos que eso es una “curita”. En la economía real, más allá de las cifras megaeconómicas, todo se ha detenido, como si no se pudiera mover. Esta no es una recesión como otras, es mucho más profunda y destructora de valor.
Con Wall Street bien afectado, el precio del petróleo por los suelos, una posible recesión global y cada día más Gobiernos cerrando fronteras o pidiendo a sus ciudadanos que se queden en la casa, el panorama económico se ve desolador.
Entre las acciones que más se han desplomado están las de aerolíneas, cruceros y todo el sector de viajes y turismo, además del sector energético. En medio de una guerra de precios petrolera, el barril de crudo ha llegado a mínimos cercanos a 20 dólares para el petróleo WTI que se transa en EE.UU. y unos 26 dólares por el Brent, que se utiliza como referencia para los mercados europeos.
La situación en Europa es aún peor, porque ha partido de niveles de desempleo mucho más altos que en Estados Unidos, aunque tiene establecidas diferentes medidas sociales que no hacen tan impactantes en la población los posibles perjuicios económicos que surjan de la crisis actual. Durante la Gran Depresión en la década de 1930, la cifra de desempleados se acercó al 25% en los Estados Unidos y llegó al 33% en varios países de Europa.
El índice Gini mide hasta qué punto la distribución del ingreso dentro de una economía se aleja de una distribución perfectamente equitativa, un índice de Gini de 0 representa una equidad perfecta, y de 1 representa una total desigualdad. El índice Gini es controversial y subjetivo, solo lo uso para indicar donde la población es más vulnerable.
Cuando hablamos de moderado es menos de 2% del decrecimiento de la economía y los servicios, incluyendo la destrucción de riqueza financiera y bursátil, hablo de PIB nominal como un índice, pero es mucho más que eso. Alto entre 2% y 5% y muy alto es por encima de 5% y un desempleo incrementado en 5%-10% o mayor que esas cifras. Todo ello en valores aproximados.
América Latina y el Caribe, como otras regiones emergentes, se verá afectada negativamente, aseguró Alicia Bárcena, directora ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que redujo la perspectiva de crecimiento regional de +1.3% a -1.8% en 2020 debido a la pandemia. “Las proyecciones han sido revisadas a la baja significativamente en el actual escenario”, explicó Bárcena.
Como consecuencia de la recesión, el desempleo podría subir 10 puntos porcentuales en toda la región, lo que a su vez aumentaría la cantidad de pobres de 185 millones a 220 millones, poco más de un tercio de la población total, que asciende a 620 millones de personas.
Las personas en pobreza extrema, a su vez, ascenderían de 67.4 a 90 millones, de acuerdo con las estimaciones de la Cepal.
En Cuba, la pandemia (sobre todo si es de larga duración) se manifestará en la economía con un impacto severo principalmente en el sector turístico. Pero Cuba está más preparada para resistir esos daños, sobre todo porque el Gobierno está comprometido de una manera firme y en tiempo real a tomar las medidas que sean necesarias para enfrentar los problemas, en contacto directo con el pueblo.
Si la salida económica de la Gran Depresión tuvo una de sus principales herramientas en el New Deal de Franklin D. Roosevelt, la recuperación económica del mundo, sobre todo de Estados Unidos y Europa, pasará por una nueva redistribución de la riqueza y de la estructura social.
Las medidas que se han tomado hasta ahora para enfrentar la crisis de la pandemia en Estados Unidos son realmente una solución temporal para enfrentar la crisis. Para encarar la recesión subyacente serán necesarias un grupo de acciones de muchísima mayor profundidad, sin tomar en cuenta que en realidad no sabemos hasta dónde y cuándo va a llegar la presente emergencia sanitaria. Los países que dentro del mundo capitalista tienen un sistema menos injusto, saldrán más fácilmente de la recesión que se avecina, muy diferente y menos estudiada o comprendida que las más conocidas crisis de “superproducción” del pasado.
En Estados Unidos, una recesión de esta envergadura, después de la crisis de la pandemia y con unas cruciales elecciones generales en noviembre próximo, traerá unos fuertes cambios en el futuro mediato con alguna disminución de la rampante desigualdad, una significativa mejora del sistema de salud, el abaratamiento de la enseñanza superior y un fortalecimiento del papel de los sindicatos, entre otros elementos reminiscentes del New Deal de los años treinta del siglo XX.
No hay otra forma: o se hace así o explota en un plazo comparativamente breve la urdimbre social del capitalismo, tal y como la conocemos hoy.
En el actual contexto internacional son imprescindibles medidas enérgicas para mantener la economía mundial en pie. Entre esas acciones se encuentran el alivio de las deudas de los países en vías de desarrollo, los créditos comerciales y el fin de la “sanciones”, “embargos” “proteccionismos” y otras medidas o prácticas hostiles que no pueden subsistir en ninguna circunstancia, menos aún en medio del complejo escenario que plantea hoy la pandemia de COVID–19.