"Los cancilleres y representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, reunidos en la ciudad de Lima, el día 8 de agosto de 2017, para abordar la crítica situación en Venezuela y explorar formas de contribuir a la restauración de la democracia en ese país a través de una salida pacífica y negociada", rezaba la declaración con la que nacía el denominado Grupo de Lima.
Aquel encuentro daría inicio a una serie de contactos entre gobiernos identificados con políticas de derecha con la intención principal de recrudecer el aislamiento del Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y respaldar la presión que la administración de Donald Trump, desde la Casa Blanca, ejercía para forzar un cambio de Gobierno.
Pero, a pesar del optimismo que mostraban los gobernantes en esa época y que los llevó, por ejemplo, a apoyar en 2019 la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, el derrotero del Grupo de Lima fue de más a menos y, tres años después de su fundación, su efectividad como herramienta política de integración parece tener más sombras que luces.
En diálogo con Sputnik, el antropólogo y exdiputado español Sergio Pascual recordó que la creación del Grupo de Lima coincidió con "un momento dulce de los países neoliberales de la región latinoamericana", entre los que destacó los gobiernos de Mauricio Macri (2015-2019) en Argentina, Enrique Peña Nieto (2012-2018) en México, Iván Duque en Colombia, Martín Vizcarra (2018-2020) en Perú y Sebastián Piñera en Chile.
Pero además, esos gobiernos tenían —destacó Pascual— el "apoyo de la comunidad internacional" y, como pieza clave dentro de este respaldo, el del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Bajo ese paraguas los países del Grupo de Lima "aprovechaban para ir a la ofensiva contra una débil Venezuela que en ese momento se veía sometida a la mayor zozobra del último lustro".
Además de no conseguir derribar al Gobierno de Maduro, la suerte comenzó a cambiar para los presidentes que integran el Grupo en los años siguientes. Pascual señaló que la asunción de Andrés Manuel López Obrador en México en 2018 significó el final de un proceso "neoliberal" y el inicio de un Gobierno que "apuesta por la soberanía como eje central de la política internacional".
Otros socios clave del grupo como Piñera y Duque estuvieron en los últimos años "sometidos a importantes controversias nacionales" como las masivas protestas sociales contra sus gestiones. Vizcarra, por su parte, afrontó durante 2019 y 2020 un crudo enfrentamiento con el Congreso que llevó a su destitución.
"Es un grupo que difícilmente se pueda aventurar a hacer política exterior en este momento cuando en sus propios contextos nacionales sus gobiernos están contra las cuerdas, muy cuestionados por sus poblaciones", sintetizó Pascual.
El fracaso de institucionalizar el Grupo de Lima
En enero de 2019, durante una entrevista radial, el presidente colombiano Iván Duque celebró la desaparición de la Unasur, el bloque sudamericano de doce países creado en 2008 a partir de una iniciativa del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y el venezolano Hugo Chávez (1999-2013) y respaldado por los gobiernos progresistas que en esa época eran mayoría en la región sudamericana.
En esa misma intervención Duque anunció el nacimiento de Prosur, un nuevo bloque regional cuya fundación había acordado con Piñera y que, según él, "más que una organización burocrática o al servicio de un Gobierno particular" fuera "un mecanismo de coordinación suramericana de políticas públicas, en defensa de la democracia".
El Prosur tuvo una única cumbre en marzo de 2019 en Santiago de Chile en la que participaron Piñera, Duque, Macri, Vizcarra, el presidente de Paraguay Mario Abdo Benítez, el mandatario ecuatoriano Lenín Moreno, el brasileño Jair Bolsonaro y el embajador de Guyana George Wilfred Talbot.
En agosto de 2020 hubo otro intercambio entre mandatarios, aunque de forma virtual por la pandemia de COVID-19 que ya no contó con Argentina, cuyo Gobierno había asumido Alberto Fernández, pero tuvo a la presidenta de transición de Bolivia, Jeanine Áñez, y al canciller de Uruguay, Francisco Bustillo, como "invitado".
Pascual señaló que la creación de Prosur fue "uno de los intentos de institucionalizar el Grupo de Lima" y advirtió que no logró el éxito que Duque y Piñera se imaginaban en un principio.
"Claramente no existe capacidad alguna [por parte de Chile y Colombia] de liderar la región latinoamericana de una entente de derechas que pueda ejercer la misma capacidad de arrastre que ejerció la Unasur o el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América)", sostuvo el analista.
Según Pascual, Duque y Piñera no lograron encontrar en Bolsonaro un líder a quien pasarle la posta debido a que el del brasileño "es un liderazgo que no es homologable con la derecha demócrata cristiana occidental".
Asimismo, tanto Duque como Piñera comenzaron a ver amenazada su continuidad en el cargo debido al descontento popular. Eso se vio agravado por la pérdida de aliados como México y Argentina y la crisis política en Perú.
Países de Centroamérica como Costa Rica, Panamá o Guatemala podrían haberse convertido en aliados pero según Pascual "no tienen el peso específico para aventurarse" a liderar la región en ese sentido. Guatemala, el Estado centroamericano que se había mostrado más férreo contra Venezuela, también cayó en una crisis política que enfrenta a su presidente, Alejandro Giammattei, con su vicepresidente, Guillermo Castillo Reyes, y con el Congreso.
"Claramente la derecha está desnorteada y tendrá que pasar por un momento de regeneración en 2021", apuntó Pascual, recordando que habrá elecciones en Chile, Perú y Ecuador, en todos los casos con la posibilidad de que la derecha pierda el Gobierno.
El analista español restó trascendencia al impacto que la llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca o las propias elecciones parlamentarias en Venezuela puedan tener en el funcionamiento del Grupo de Lima. Para el especialista, la clave del ocaso de este espacio de coordinación entre gobiernos de derecha no está en esos factores externos sino que "está muy debilitado en sus interioridades".
"Ninguno de estos gobiernos puede tomar decisiones de política internacional porque a duras penas puede tomar decisiones de política nacional", sostuvo.
Según Pascual, ese aspecto es el que explica de mejor manera la decadencia del Grupo de Lima como "espacio de afinidad neoliberal".