A veces me siento como una hoja al viento girando caprichosamente y sintiéndome incapaz de atemperarme y seguir mi curso. Si bien es cierto que no tengo control sobre lo que sucede fuera de mí, puedo declarar dominio sobre lo que ocurre en mí.

Hoy intento vivir desde un lugar de profundo equilibrio y aplomo. Utilizo mis herramientas espirituales de oración, visualización y afirmaciones para mantener mi mente enfocada en lo que me corresponde hacer.

Respiro profundamente y me concentro, les doy mi atención a mis objetivos y proyectos evitando distracciones. Gracias a mi determinación, yo soy como las raíces de un árbol, obtengo fuerzas y nutrimento de Dios en mí. Me siento firme y encaminado espiritualmente.

Cuando siento el impulso de crear algo nuevo, confío en las ideas divinas. Éstas me ayudan a darle forma positiva y sana a mi vida. Suscito pensamientos de salud y sentimientos enérgicos cuando establezco mis metas y las pongo en marcha.

Mantengo pensamientos de amor y sentimientos de unidad cuando deseo establecer relaciones más profundas y significativas. Reconozco que puedo influenciar positivamente las condiciones de mi comunidad y del mundo. Utilizo el poder imaginativo de mi mente para fomentar la justicia, la paz y la alegría.

Con mis pensamientos, palabras y acciones, doy forma a mi vida y contribuyo de manera positiva al mundo que me rodea. Las ideas divinas dirigen mis objetivos y metas.

Existen momentos en la vida cuando es difícil dejar ir una idea, una relación, un sueño o una meta que he mantenido por largo tiempo. Tal vez el temor al cambio o la falta de confianza me detienen. Darme cuenta de que yo soy un hijo de Dios me impregna de fortaleza y determinación, llenándome de paz y confianza para hacer lo que me corresponde.

Con Dios, yo soy libre para dejar ir y proseguir con mi objetivo. Veo más allá de cualquier obstáculo o sentimiento de duda y visualizo éxito y gozo. Visualizo relaciones satisfactorias y felices, acciones decisivas que me llevan a cumplir mis metas y la realización de mis sueños. Dejo ir y permito que Dios en mí me guíe hacia una vida de paz, gozo y éxito.

Si no sé las circunstancias de la otra persona, me puedo sentir tentado a cerrar mi mente y corazón. Demostrar empatía me ayuda a expandir mi perspectiva benévola. Cuando me pongo en el lugar de otras personas y trato de comprender su mundo, demuestro compasión mediante mi deseo de comprender.

Más abarcadora de solamente escuchar, la empatía me ayuda a ver el mundo desde los ojos y experiencias de los demás. Al mantener una nueva perspectiva, puedo apreciar más fácilmente la visión del mundo que tienen otras personas y los puntos de vista diferentes a los míos. La empatía me mantiene enfocado en la conciencia de que todas las personas son creaciones amadas de Dios.

¿Cómo mantener el enfoque para alcanzar mis metas? ¿Cómo tener fortaleza durante los desafíos? ¿Cómo cultivar la aptitud de desear aprender, crecer y cambiar cuando se requiera? Lo que se necesita es la energía y determinación de hacerlo.

Yo soy un ser divino y acudo al poder de Dios que mora en mí para canalizar mi energía de manera inteligente y directa. La energía divina es inagotable. A diferencia de mis músculos, que pueden cansarse, y de mi mente, que puede agotarse, el poder de Dios fluye en mí enérgicamente y sin disminuir. Al orar, suscito la energía divina imaginando que fluye a través de mí con la fuerza de una poderosa catarata. Siento gratitud por mi renovación y vitalidad.

Cuando acudo a la presencia del amor de Dios en mí, encuentro consuelo en medio de las circunstancias difíciles. En un momento de devota paz, logro la visión de una vida que es eterna e inmutable, y me siento renovado. Experimento la presencia de Dios completamente y esa presencia me alienta y eleva mi corazón. La energía y la paz del Espíritu infinito me rodean y envuelven.

Deseo llevar conmigo el consuelo de esa paz durante todo el día. Decido mantener pensamientos de amor y usar palabras amables para compartir el consuelo del amor de Dios.

Al cerrar mis ojos, siento olas de aprecio y gratitud; me sumerjo en un sentimiento de bienestar profundo. Este acto de recordar mi divinidad consuela mi corazón.

Es una bendición saber que cuando me siento desanimado o las circunstancias no son como las prefiero, tengo el poder para cambiar mi actitud. Mi actitud me ayuda a afrontar con entereza y seguridad las demandas del mundo externo.

El milagro de Jesús cuando alimentó a cinco mil personas me inspira. Lo que había para comer era cinco hogazas de pan y dos peces. Jesús “elevó su mirada al cielo”, bendiciendo lo que tenía y dando gracias por ello; y los congregados tuvieron más que suficiente para comer.

Cuando elevo mis ojos, alejando mi mirada de las carencias, sé que siempre tendré suficiente. Declaro mi intención de mantener esta actitud y de vivir con esa conciencia.

He sido bendecido con una mezcla única de talentos e intereses que me inspiran y me ayudan a encontrar mi lugar especial en el mundo.

A lo largo de mi sendero, he aprendido de gente que he conocido, de lugares que he visitado y de decisiones que he tomado.

Mis experiencias me han ayudado a forjar metas, mantener el enfoque y dar sentido a mi vida. Yo soy un ser espiritual. Mas también soy un ser humano expresando mi divinidad de formas únicas. Nadie es exacto a mí y doy gracias por como puedo compartir mi naturaleza espiritual, mis dones innatos y mi servicio. Yo soy un original y me alegra compartir mis habilidades para hacer del mundo un lugar mejor.