Es imposible atravesar la vida sin que un trabajo salga mal hecho, sin que una amistad cause decepción, sin padecer algún quebranto de salud, sin que un amor nos abandone, sin que nadie de la familia fallezca, sin equivocarse en un negocio.
Ese es el costo de vivir.
Sin embargo, lo importante no es lo que suceda, sino cómo se reacciona.
Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes, vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar.
Así es que... acuérdate de lo bueno.
Cuando el cielo esté gris; acuérdate cuando lo viste profundamente azul.
Cuando sientas frío; piensa en un sol radiante que ya te ha calentado.
Cuando sufras una temporal derrota; acuérdate de tus triunfos y de tus logros.
Cuando necesites amor; revive tus experiencias de afecto y ternura.
Acuérdate de lo que has vivido, y de lo que has dado con alegría.
Recuerda los regalos que te han hecho, los besos que te han dado, los paisajes que has disfrutado, y las risas que de ti han emanado.
Si esto has tenido, lo podrás volver a tener y lo que has logrado; lo podrás volver a ganar.
Alégrate por lo bueno que tienes y por lo de los demás.
Desecha los recuerdos tristes y dolorosos, no te lastimes más.
Piensa en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad.
Recorre tu vida y detente en donde haya bellos recuerdos, emociones sanas y vívelas otra vez.
Visualiza aquel atardecer que te emocionó.
Revive esa caricia espontánea que se te dio.
Disfruta nuevamente de la paz que ya has conocido.
Piensa y vive el bien.
Allí en tu mente están guardadas todas las imágenes y sólo tú decides cuáles has de volver a mirar.
(Desconozco el autor)