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EXpectante me llama, ardoroso de besos y amapolas, el prado de tu cara mientras bailan delfines en tus ojos y tus anhelos hierven en la espera.
Me acerco y enloquecen tus labios de clavel y yerbabuena esperando la flor de la sorpresa, y tu lengua de fuego, aún prisionera, crepita como ascua humedecida.
En tu abonada frente siembro un siglo de besos, comprimido en dos o tres segundos, y descubro que el cielo de tus ojos es un espejo acuático que canta.
De mis dedos escapan mariposas que danzan por el éter de tu vientre y recogen espigas en tu talle, espigas codiciadas para amasar el pan de la alegría.
Te recorre un trastorno-terremoto que asciende por tu cuerpo desde la fosa oscura del deseo al volcán luminosos de tu frente, y acaricias mi alma con tu aliento.
Entonces yo despierto y estoy sola, la ventana está abierta y la brisa de Abril me da en la cara.
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