Muy quedadamente ahora penetra en mis oidos
el rumor inasible de los que ya no están.
Hay en el patio un mundo de fantasmas caídos
y flores que se fueron y no regresarán
.
Respiro débilmente porque me siento triste. La caricia amarilla del moribundo sol al llenarme de ti, en escribir insiste, pero mis versos llegan sin forma ni control
¿Cuántas largas contiendas he de librar de nuevo en estos reinos grises de fuerte depresión? ¿Cómo debo servirte... Cómo encumbrarte debo? Si ya no hay pedestales para tu adoración.
Aun cuando me dictas, el sueño me despuebla; aún tísicamente paseas como ayer, levantando pequeñas figuras en la niebla que suaves vientos tocan y logran deshacer.
Verbo del verbo inmenso, nadie podrá encontrarte; morirás sin el pulso que otorga vida al mar. Y marchará contigo el milagro del arte que ya a ninguno instiga por venir a buscar. |