Por que duermas, hijo mío
el ocaso no arde más
no hay mas brillo que el roció
mas blancura que mi faz
Por que duermas, hijo mio,
el camino enmudeció:
nadie gime sino el río;
nada existe sino yo.
Se anegó de niebla el llano. Se encogió el suspiro azul. Se ha posado como mano sobre el mundo la quietud
Yo no sólo fui meciendo a mi niño en mi cantar: a la Tierra iba durmiendo el vaivén del acunar
Gabriela Mistral
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