Amé vivir en cielo inmaculado,
labrado en soledad y muerte pura:
igual que el cielo, ileso mi costado
creció sin sangre, fuerza ni premura.
Inquieto, como tiempo amortajado,
Al sentirme sin vida ni amargura,
torné a tu fuego de ángel derramado
olvidándome yo en la quemadura.
Así, furioso, incierto, desvelado,
locamente veloz e iluminado,
iluminado en goce y en dolor:
Contigo quemo el cielo y el reposo,
inauguro al Terrible y al Hermoso
Amor, Feroz Amor, ¡oh dulce Amor!
Eduardo Anguita
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