En un lugar del alma, entre muros de olvido
y en arenas estériles, se entierran los amores
que nos nacieron muertos; y en tierra bendecida,
donde sueño tras sueño la vida siembra flores,
los que ya comenzaban a fabricar su nido, cuando los alevosos minutos cazadores les hirieron el alma... y los que sólo han sido samaritano ungüento para nuestros dolores.
Yo sé que a esos sepulcros se les debe el tributo que exigen del espíritu sus urnas de misterio... Pero por esos muertos nunca visto de luto,
y al entrar en mí misma, ese lugar esquivo... ¡que en una de las urnas de ese mi cementerio, hay un amor que tuve que lo enterraron vivo!
Caudia Lars
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