Muchas personas esperan demasiado de la psicoterapia, y ella por sí sola no puede
con demasiadas cosas. No puede, por ejemplo, garantizar nuestra felicidad.
Ésta es la razón principal por la que tanta gente se persuade de que la psicología no tiene fin y
de que la religión es lo único que necesita para ser feliz, puesto que la religión sí puede dar un
sentido y un propósito y, al hacerlo, abrir el camino para acercarnos a la felicidad.
No estoy en desacuerdo ni quisiera molestar a nadie, sólo me importa dejar establecido, para
avanzar en mi punto, que a veces la religión tampoco es suficiente.
La felicidad que algunas personas sostienen que se puede lograr exclusivamente a través de la
religión es a menudo producto de un planteamiento superficial de la vida sobre la que no se
reflexiona.
Pero una persona feliz es mucho más que un animal satisfecho. Una persona feliz es totalmente
consciente de sí misma. No me parece sensato sostener que Dios me creó sólo para llegar a tener
la satisfacción de los animales y mucho menos para no ser feliz.
He conocido a algunas personas que se dicen religiosas (¿lo serán?), que han conquistado su
sencillez y ausencia de dobleces renunciando a vivir en el mundo real, despreciando la importancia
de conocerse a sí mismas o a su entorno y utilizando los valiosos conceptos de la fe solamente
para buscar consuelo o protección.
Desde el episodio trasgresor de Adán y Eva junto al árbol del conocimiento, parece claro que
estamos aquí para aprender tanto como podamos acerca de nosotros mismos y de la vida.
El desafío divino, tal como lo veo desde fuera del paraíso, es el de conseguir ser felices y capaces
de ayudar al prójimo aun después de tener ese conocimiento. Utilizar la religión como un escudo
para protegernos del conocimiento de nosotros mismos es hacer un falso uso de la religión, que
sólo termina por distorsionarla.
Utilizar la psicología para salsear nuestras necesidades espirituales es pedirle a la psicología que
se haga cargo de aquello que como ciencia no conoce y no maneja.
Puede ser que algunos fanáticos religiosos intenten moldear la religión según su perturbada
psiquis. Pero existen también los mejores religiosos, los más sanos psicológicamente, aquéllos
capaces de encontrar en la psicología algunas verdades y aplicarlas a sí mismos y al mundo.
Puede ser que algunos fanáticos psicoterapeutas intenten moldear la psicología según su
perturbada postura de fundamentalismo ateo. Pero existen también los profesionales de la salud
religiosamente sanos, sean o no creyentes, capaces de encontrar en la espiritualidad la
importancia de algunas búsquedas y ocuparse de ellas para sí mismos y para sus pacientes.
Camino de la felicidad
La felicidad es siempre un camino de suma.
Sumar espiritualidad y ciencia.
Sumar reflexión y acción.
Sumar intelecto y sentimiento.
Sumar lucha y aceptación.
Sumar ética y comprensión.
Y, sobre todo, lo más difícil, sumar pasión y templanza. De hecho, la crónica de la conquista de la
felicidad podría ser la historia de cómo cada uno ha conseguido mantener sus pasiones sin caer en
los excesos de lo irracional, una especie de mesura apasionada.
Siempre me gusta alertar sobre el sentido distorsionado de las palabras.
En nuestro mundo, que sobre valora la fuerza de las pasiones aunque les teme, mucha gente
asocia la moderación con el tedio. Y si bien es cierto que en ocasiones la vida mesurada puede
parecer tediosa, esto no cambia el hecho de que cierta templanza sea esencial para la felicidad.
Pero esta mesura, como dije, debe sumarse a la pasión, al entusiasmo y a la diversión.
Una vida sin estos elementos no es una vida moderada, es el ascetismo.
Una vida sin ningún rastro de templanza no es una vida placentera, es la locura.
Una vida que sume puede ser el primer ladrillo para construir una vida feliz.
Como venimos diciendo, una vida feliz sólo se construye sí encima de ese primer ladrillo podemos
colocar con claridad una flecha que señale el rumbo que hemos decidido darle a nuestra
existencia.
Un sentido en el rumbo de mi vida es la de la necesidad de transmitir lo que pienso, lo que
creo, lo que aprendí de otros, que me enseñaron, que me enseñan a diario .
Esto es un fragmento de un carta que lei de un padre para su hija...
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado...
A disfrutar del amor,
a confiar en tu fuerza,
a enfrentar tus miedos,
a entusiasmarte con la vida,
a pedir ayuda cuando la necesites,
a permitir que te consuelen cuando sufras,
a tomar tus propias decisiones,
a hacer valer tus elecciones,
a ser amiga de ti misma,
a no tenerle miedo al ridículo,
a darte cuenta de que mereces ser querida,
a hablar a los demás amorosamente,
a decir o callar según tu conveniencia,
a quedarte con el crédito por tus logros,
a amar y cuidar la pequeña niña dentro de ti,
a superar la adicción a la aprobación de los demás,
a no absorber las responsabilidades de todos,
a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción con lo hecho,
a dar porque quieres, nunca porque creas que es tu obligación,
a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
a aceptar tus limitaciones y tu vulnerabilidad sin enojo, a no imponer tu criterio
ni permitir que te impongan el de otros,
a decir que sí sólo cuando quieras y decir que no sin culpa,
a vivir en el presente y no tener expectativas,
a tomar más riesgos,
a aceptar el cambio y revisar tus creencias,
a trabajar para sanar tus heridas viejas y actuales,
a tratar y exigir ser tratada con respeto,
a llenar primero tu copa y, sólo después, la de los demás,
a planear para el futuro pero no vivir en él,
a valorar tu intuición,
a celebrar las diferencias entre los sexos,
a desarrollar relaciones sanas y de apoyo mutuo,
a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,
a aceptarte así como eres,
a no mirar atrás para ver quién te sigue,
a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
a permitirte reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón,
a no idolatrar a nadie, y a mí...menos que a nadie.
La verdad es que la búsqueda de la felicidad es inherente a nosotros, lo sepamos o no y sea cual
fuere la forma en que la denominamos. Llamémosla el deseo de pasarla bien, el camino del éxito o la necesidad de autorrealización, esta búsqueda forma parte irrenunciable de nuestra vida.
Y con la idea que cada uno tenga respecto de ella, iniciará este camino cuando lo desee o
cuando llegue a él, o cuando no le quede más remedio.
Jamás rendirse
Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias...
Tango "Uno", de Mores y Discépolo
De esto se trata, en gran medida, el "ser o no ser" felices. Se trata de qué hicimos con nuestros
sueños. Porque sueños tenemos todos:
o sueños propios y sueños prestados
o sueños humildes y sueños de grandeza
o sueños impuestos y sueños olvidados
o sueños horribles y sueños encantadores
Nuestra vida está llena de sueños. Pero soñar es una cosa y ver qué hacemos con nuestros sueños es otra.
Por eso, la pregunta inicial es, siguiendo al tango, qué hicimos, qué hacemos y qué haremos con
esa búsqueda llena de esperanzas que los sueños, ellos, prometieron para bien y para mal a
nuestras ansias. El sueño del que hablamos no es una gran cosa en sí mismo: una imagen de algo
que parece atractivo, deseable o por lo menos cargado de cierta energía propia o ajena, que se
nos presenta en el mundo del imaginario.
Nada más y nada menos.
Pero si permito que el sueño me fascine, si empiezo a pensar "qué lindo sería", ese sueño puede
transformarse en una fantasía. Ya no es el sueño que sueño mientras duermo. La fantasía es el
sueño que sueño despierto; el sueño del que soy consciente, el que puedo evocar, pensar y
hasta compartir. "Qué lindo sería" es el símbolo de que el sueño se ha transformado.
Ahora bien, si me permito probarme esa fantasía, si me la pongo como si fuera un saco y veo qué
tal me queda, si me miro en el espejo interno para ver cómo me sienta y demás... entonces la
fantasía se vuelve una ilusión. Y una ilusión es bastante más que una fantasía, porque ya no la
pienso en términos de que sería lindo, sino de "cómo me gustaría". Porque ahora es mía.
Ilusionarse es adueñarse de una fantasía.
Ilusionarse es hacer propia la imagen soñada.
La ilusión es como una semilla: si la riego, si la cuido, si la hago crecer, quizá se transforme
en deseo. Y eso es mucho más que una ilusión, porque el "qué lindo sería" se ha vuelto un
"yo quiero". Y cuando llego ahí, son otras las cosas que me pasan.
Me doy cuenta de que aquello que "yo quiero" forma parte de lo que soy.
En suma, el sueño ha evolucionado desde aquel momento de inconsciencia inicial, hasta la
instancia en que claramente se transformó en deseo sin perder el contenido con el cual nació.
Sin embargo, la historia de los sueños no termina aquí; muy por el contrario, es precisamente acá,
cuando percibo el deseo, donde todo empieza. Es verdad que estamos llenos de deseos;
pero éstos,por sí mismos, no conducen más que a acumular una cantidad de energía necesaria
para empezar el proceso que conduzca a la acción.
Porque... ¿qué pasaría con los deseos si nunca llegaran a transformarse en una acción?
Simplemente acumularíamos más y más de esa energía interna que sin vía de salida terminaría
tarde o temprano explotando en algún accionar sustitutivo (una acción que en la mayorias de los casos no suele ser para nada deseable).
cada intención se encuentra cargada de una determinada cantidad de energía motivacional, la
cual sólo se agota cuando la tarea que la originó ha sido terminada.
Este fenómeno por sí solo podría explicarnos por qué si un sueño permanece escondido y
reprimido puede terminar en un deseo que enferma, volviéndose síntoma; y aun si con suerte no
llegara a somatizarse, el deseo sin acción es capaz de interrumpir toda conexión pertinente con
nuestra realidad de aquí y ahora.
El deseo es nada más (y nada menos) que la batería, el nutrimento, el combustible de cada una
de mis actitudes. El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en una acción.
El deseo me sirve únicamente en la medida en la que se encamine hacia la acción que lo satisfaga.
Nuestra mente trabaja en forma constante para transformar cada deseo en alguna acción.
Para ser más contundente: Cada cosa que yo hago y cada cosa que decido dejar de hacer está
motivada por un deseo, pueda yo identificarlo o no. Ser más conscientes de este proceso es uno de los objetivos de toda psicoterapia.
Construir acciones coherentes con estos sueños convertidos en deseos es otro.
Elegir entre dos acciones posibles, producto de dos deseos contradictorios es el último y muchas
veces el más difícil. Ésta es la razón y el motivo de la psicología de todas las escuelas y de todos los
terapeutas del mundo.
La felicidad que pienso no necesariamente se relaciona con la efectividad de las acciones,
sino con lo que el tango sugiere: encontrar el camino que los sueños prometieron..
Dios es un Padre que busca por todos los medios hacer felices a sus
propios hijos. Juan Pablo II
Es un deber para los creyentes, cualquiera sea su religión, proclamar que nunca
podremos ser felices unos contra otros; nunca el futuro de la humanidad podrá
ser asegurado con el terrorismo y la lógica de la guerra. Juan Pablo II
Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Mt 5, 8
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Mt 5, 6
Felices vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos porque oyen, dice el Señor.
Mt. 13,16
La felicidad es la certeza de no sentirse perdido. Jorge Bucay
La felicidad es una bendición, pero generalmente es también una conquista.
Paulo Coelho
Si deseas la felicidad de los demás, sé compasivo. Si deseas tu propia felicidad,
sé compasivo. Dalai Lama
Quien no es feliz con poco no lo será con mucho. Lao Tsé
Existen maravillas en todo, aún en la oscuridad y el silencio, y aprendo a estar
satisfecho en cualquier estado en que me encuentre. Helen Keller
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No hay fortaleza mayor que la paciencia. No hay peor aflicción que el odio.
Había una vez un discípulo de un filósofo griego al que su maestro le ordenó que durante tres años entregara dinero a todo aquel que le insultara, una tarea relacionada con su actitud peleonera y prepotente.
Una vez superado ese periodo y cumplida la prueba, el maestro le dijo:
-Ahora puedes ir a Atenas y aprender sabiduría. -Al llegar allí, el discípulo vio a un sabio sentado a las puertas de la ciudad que se dedicaba a insultar a todo el que entraba o salía.
También insultó al discípulo... Éste se echó a reír, mientras agradecía bajando la cabeza ante cada improperio.
-¿Por que te ríes cuando te insulto? -le preguntó el sabio. -Porque durante tres años he estado pagando por esto mismo que ahora tú me ofreces gratuitamente -contestó el discípulo. -Entra en la ciudad -dijo el sabio-, es toda tuya...
Más que el valor del sufrimiento y la resistencia, lo que permitió al discípulo afrontar de un modo tan efectivo una situación difícil fue su capacidad para cambiar el punto de vista.
La capacidad para cambiarla perspectiva es, sin duda, una de las herramientas más efectivas a nuestra disposición. Los caminos recorridos antes sirven justamente, y quizá únicamente, para poder cambiar la perspectiva que nuestra educación puede haber distorsionado.
Haber transitado estos caminos el de la autodependencia, del encuentro, de las lágrimas nos ha enseñado, de una vez y para siempre...
que dependemos en exclusividad de nosotros mismos, que necesitamos de los demás pero de ningún otro específico para seguir el camino, que podemos soportar y superar el dolor de la pérdida y el abandono, en resumen:
que nuestra vida es nuestra excluyente responsabilidad.
Por ejemplo, cuando me doy cuenta del placer del encuentro, aprendo también que el estadode enamoramiento pasional pasa y que el tiempo forzosamente modifica la realidad y quienes somos frente a ella.
Desmond Morris, en su libro El contrato animal, describe los cambios normales que se producen en la necesidad de intimidad del ser humano. Sugiere que pasamos cíclicamente por cuatro fases:
Fase I: Acércate un poco más. Fase II: Abrázame fuerte, te lo Ruego. Fase III: Afloja un poco, por favor. Fase IV: ¡Déjame solo de una vez!
Y más allá del humor del planteamiento, en términos de mi propia posición respecto del amor, me gusta pensar que los afectos carcelarios no son buenos amores.
Pero eso sólo se aprende después de encontrarse sin depender y admitiendo la posibilidad de las lágrimas. Cuando consideré todo esto por primera vez, me pareció encontrar algo peor aun que el odio al que se refería el Dalai Lama: el apego a ciertas estructuras, la rigidez de conceptos y la intolerancia con los otros.
Después de leer más, me di cuenta de que toda mi lista no era otra cosa que una enumeración de maneras de disfrazar el odio.
Valor del encuentro, del compromiso y del desapego, tres pilares de nuestra salud mental.
Por eso, a veces digo que el gran desafío de ser persona es aprender dos cosas: aprender a entrar y aprender a salir.
ENTRAR encuentro y compromiso
SALIR compromiso y desapego
¿Qué es la felicidad?
En este instante te estaría preguntando: "¿Existe la felicidad? Y si existe, ¿qué es?".
Y probablemente contestarías algunas de las cosas que otros contestaron:
o para mí, La felicidad es una palabra que integra un montón de conceptos, sensaciones, sentimientos... es parte de la vida, momentos que se van dando a lo largo de la vida...
o La felicidad como estado no existe, a lo sumo existen momentos felices. Ej: me acuerdo cuando nació mi hijo; en ese momento era absolutamente feliz, pero después, cuando me presentaron la cuenta de dos días de sanatorio, la felicidad desapareció.
o La felicidad es algo que en un momento nos hace sentir plenos; quizá sean momentos efímeros, quizá pocos en la vida, pero bien vale la pena vivir para disfrutar de cada uno de esos momentos a medida que se van presentando.
o La felicidad pasa por disfrutar los momentos buenos y tomar los momentos dolorosos con estoicismo.
o En cada momento de la vida, uno tiene diferentes metas y a medida que vamos llegando a esas metas, llegamos a la felicidad. Por ejemplo, a mí en este momento me gustaría conseguir algo y para mí eso sería la felicidad.
o La felicidad es un invento de los políticos y los psicólogos pero en realidad no existe, es una zanahoria para que sigamos empujando.
o La felicidad es recorrer el camino que conduce a algo que uno cree que es la felicidad.
o La felicidad es la tranquilidad interior. ¿Y cómo se consigue? Con mucho trabajo personal.
o Para ser feliz se necesita mucha terapia, porque sin las cosas claras no se puede ser feliz.
o Felicidad es sentir la alegría de vivir.
o Ser feliz es haber hallado a Dios en cada cosa.
o Estar bien, estar contento y tener cerca a los que uno más quiere, sobre todo a la familia.
o Ser feliz es que no te falte nada... No tener problemas.
o Para mí la felicidad es netamente una sensación. Tener un hijo es algo concreto y tomar decisiones, hacerte cargo, puede no ser tan concreto, pero te hace feliz.
o En el mundo de hoy ser feliz es tener un millón de dólares, un millón de horas para gastarlos y un millón de amigos con quienes compartirlo.
Cabe preguntarse entonces... ¿Se corresponde la felicidad con alguna de las definiciones y no con las demás? ¿Será la suma de todas las posturas enunciadas? ¿Estará la verdadera definición desparramada en fragmentos de cada una de las posiciones?
Responder a estas preguntas será nuestro segundo paso, porque antes deberíamos intentar una mínima coincidencia sobre lo que es importante y lo que no lo es.
El primer paso no es encontrar la propia definición de felicidad sino darse cuenta de la importancia que tiene buscar esa definición. Que cada uno de nosotros acepte que tiene por delante este desafío..
Después de valorar la necesidad de encontrar tal definición, y después de saber de qué hablamos, podremos encarar este recorrido que considero el más importante y trascendente de la vida: el camino de la felicidad.
Agrupando las opiniones mencionadas al comienzo en tres posturas base.
a) La felicidad no existe o no es posible-: de los ESCÉPTICOS IRREDUCTIBLES. b) Existe pero son solamente momentos felices: de los POSITIVOS CON LIMITACIONES. c) Existe y se puede conquistar en forma definitiva-: de los OPTIMISTAS INCURABLES.
Y una posición más (que no voy a incluir en la lista), la de los SOFISTICADOS DILETANTES INSOPORTABLES que dicen cosas más o menos así:
"De algún modo, esta clase de cuestionamientos que evocan el concepto y la idea de felicidad está ligada a un trascender del ser voluntario o accidental hacía puntos tangibles o intangibles, en espacios que el ego conquista en determinado momento, consciente o inconscientemente, y que en modo permanente o transitorio devienen en un trastrocamiento de la esencia en más".
No voy a ocuparme de los primeros porque de todas maneras no van a estar leyendo este escrito y, en todo caso, aunque lo estuvieran leyendo no estarían dispuestos a revisar su posición por lo que yo opine.
Con los últimos tampoco quiero extenderme demasiado por una de estas razones. La razón la resumiré con la frase con la que Giovanni Papini hace referencia a su segunda esposa: "No hablaré de ella porque una palabra no alcanzaría y dos sería dedicarle demasiado tiempo".
Este descarte autoritario no es tan grave como parece, dado que la posición restante representa por lo menos noventa por ciento de las creencias de la gente común acerca de la felicidad.
Sin embargo, hay entre ambas una gran diferencia si uno se anima a pensarlas en profundidad, empezando por el punto de vista meramente semántico:
NO es lo mismo SER feliz que ESTAR feliz
La idea de estar feliz, relacionada con la suma de momentos de plenitud, implica un concepto de lucha: tratar de estar alegre cada vez más tiempo, conseguir cada día más buenos momentos, trabajar para buscar ese estado de goce, intentar estar contento con más y más frecuencia.
En definitiva, saberse feliz sin perder de vista que solamente son momentos, que no se trata de serlo sino de estarlo: estar feliz.
Si se consigue encadenar estos momentos, sostienen algunos, se podría hasta tener la "falsa idea" de que se ES feliz, por lo menos hasta que un duro revés nos despierte a la realidad.
La idea de la felicidad como la capacidad de soportar estoicamente los momentos dolorosos, si no se puede evitarlos, pertenece también a este grupo, sosteniendo un estar feliz vinculado a momentos gloriosos y plenos que uno intentaría prolongar no permitiendo que nada los interrumpa o, en un sentido más amplio, decidiendo que dichos momentos de dolor son el precio a pagar para acceder a los otros, los momentos felices.
Aceptar que existe el concepto de ser felíz tiene punto de partida en una posición absolutamente distinta. La felicidad se constituye aquí en un estado más o menos permanente y más o menos divorciado de los avatares del "mundo táctico", aunque no esté bien definido por dónde y con qué se accede a ese estado.
Realmente, la generalidad de las personas parece acordar más con el primer concepto que con el segundo, al que se suele calificar de ingenuo, cuando no de malintencionado o engañador.
La mayoría de la gente que admite cierto grado de felicidad en su vida dice que no se ES feliz, sino que, cuando mucho, se puede ESTAR feliz algunas veces o por épocas.
Con gran esfuerzo conseguiremos que acepten, en todo caso, que existen los "muy afortunados", es decir, los que ESTÁN felices más tiempo.
Tal concepto reafirma el testimonio de todos aquellos que han tenido y siguen teniendo muchos momentos de alegría y satisfacción y muy pocos de lacerante angustia, y se declaran felices justificándolo en una especie de "promedio emocional".
En lo personal, no creo que la felicidad crezca en los momentos de esplendor ni que necesariamente deba derrumbarse en los episodios dolorosos. En mi opinión, quienes creen que la felicidad consiste en instantes no han podido incorporar todavía el concepto de que incluso los malos momentos forman parte de un fenómeno más general, el cual podría configurar un contexto donde sea posible ser feliz.
Encontrar lo bueno dentro de lo malo, por ejemplo, te permitiría casi con seguridad sentirte más feliz incluso en momentos difíciles.
Tampoco parece muy útil esperar la felicidad como un momento de compensación a un precio pagado en sufrimiento. Sería mejor construir una realidad que permita sentirla sin que dependa del alivio de los malos momentos previos
La verdad es que la búsqueda de la felicidad es inherente a nosotros, lo sepamos o no y sea cual fuere la forma en que la denominamos. Llamémosla el deseo de pasarla bien, el camino del éxito o la necesidad de autorrealización, esta búsqueda forma parte irrenunciable de nuestra vida.
Y con la idea que cada uno tenga respecto de ella, iniciará este camino cuando lo desee o cuando llegue a él, o cuando no le quede más remedio.
Acuérdese siempre de que la felicidad no se encuentra, pero se construye dia a dia. Autor desconocido
Cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino, y jamás seremos felices si seguimos el de otro. James van Praagh
Cada uno es tan infeliz como cree. Giacomo Leopardi
La felicidad es como una puerta que se abre hacia dentro y para abrirla hay que dar humildemente un paso atrás. Sören Kierkegaard
Cuando el ser humano es feliz, está en armonía consigo mismo y con los demás Oscar Wilde
Dar la felicidad y hacer el bien, he ahí nuestra ley, nuestra ancla de salvación, nuestro faro, nuestra razón de ser. Henri-Frédéric Amiel
De que seas feliz, se lo debes a Dios; de que continúes siéndolo, te lo debes a ti mismo. J. Melton
El hombre feliz es aquel, que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar. Johann Wolfgang von Goethe
Después de haber recorrido el mundo entero en busca de la felicidad, te das cuenta de que estaba en la puerta de tu casa. Proverbio africano
El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo. Epicuro
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me gusto |
Fecha: 12.02.2009 - 9.14 Autor: gattita6241 |
Me parecio precioso este escrito, gracias por darnos la oportunidad de conocernos mejor. | |
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