Vamos a publicidad
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE - 07/08/2006
LA REALIDAD NO se cambia con eslóganes ni de hoy para mañana, sino con ideas
Decía Ibn Jaldún que las costumbres son una segunda naturaleza humana. Lo que se convierte en costumbre termina por parecernos normal. Y gobernar los problemas se está convirtiendo en un encadenado de eslóganes amenazantes y conceptos fetiche, dudosamente pedagógicos, directamente coactivos, o zafiamente insultantes; siempre para los ciudadanos, oye. Encaminados, siempre, a acogotar a las víctimas de esos problemas, nunca a los victimarios. De poner coto en serio a la corrupción del ladrillo, a la esclavitud de los sin papeles,a los binomios "paro femenino dobla al masculino" y "precariedad y rotación igual a siniestralidad laboral", al trinomio "falta de productividad igual a falta de competitividad igual a no vendemos un colín en el extranjero", a la explotación de los mileuristas o a los abusos de verano de Iberia, poquito y al revés, que eso cuesta trabajo. Pero de amenazas estamos servidos.
¿Fumar puede matar? Pues, vale, agoten ustedes el razonamiento, vayan a la raíz, prohíban ustedes el tabaco. Pero como el tabaco deja pingües beneficios privados y públicos, lo que prohíben es fumar. Exceso de velocidad, de cuatro a seis puntos, y hasta cárcel sin posibilidad de indulto. Peor que si fueras un etarra, vamos. Si el objetivo es evitar que nos matemos en las carreteras y el exceso de velocidad es la principal causa de muerte en la carretera, lo coherente sería que los coches trajeran de fábrica un limitador de velocidad,
¿no? Y ¿qué decir de ese insidioso anuncio institucional en defensa del uso del preservativo ( "Hoy actúan: ¡sífilis!, ¡gonorrea!, ¡sida!, ¡hepatitis B!, y..., como invitado especial, ¡embarazo no deseado!") que presenta la actividad sexual entre los jóvenes como un concierto de enfermedades entre las que incluyen el embarazo; que, por indeseado que sea, no es una enfermedad? O de las "Instrucciones para no volver a casa" que ¡el Ministerio de Justicia! reparte en los aeropuertos para que ni se te ocurra drogarte o trapichear en el extranjero, no porque drogarse sea malo aquí o allí, sino porque las cárceles son peores allí que aquí. ¡Caramba con el Gobierno del talante!
Por su propia naturaleza reduccionista, los eslóganes pertenecen al mundo de la publicidad y de la propaganda, no al buen gobierno. Si tu dices: "Omo lava más blanco" o "Somos el partido de la Paz", nadie se llama a engaño, todo el mundo entiende que lo que buscas es seducir, adhesiones, resultados como sea y ¡ya! Pero la realidad no se cambia con eslóganes ni de hoy para mañana, sino con ideas. Para mejorar la realidad, hay que educar, razonar, convencer, no vender.Articular discursos coherentes que, tras identificar con sinceridad y rigor cada problema concreto de los ciudadanos, aporten soluciones concretas factibles y creíbles. La diferencia entre la democracia y su perversión, la demagogia, es que la primera apela a la cabeza de los ciudadanos y la segunda trata de engatusarles o disuadirles, con elogios o amenazas, apelando a sus vísceras. Pero la frontera entre publicidad y política cada vez es más difusa. Obsesionados con ganar las próximas elecciones, los gobernantes están abdicando de la responsabilidad de convencer.
El poder ya no es un medio para cambiar la realidad, sino un fin en sí mismo. Llegar (o seguir) como sea en el poder se ha convertido en un fin en sí mismo.