Ilustración de Raúl Arias |
Según los cálculos de los especialistas, si se lograra retrasar la aparición del mal de Alzheimer en cinco años, la prevalencia total de esta demencia se reduciría en un 50%. Por otra parte, las investigaciones demuestran que las personas que tienen poca formación o que se desenvuelven en entornos poco estimulantes para su intelecto sufren un deterioro cognitivo mucho más palpable que sus homólogos que trabajan la mente. Sin embargo ¿es posible frenar el declive neurológico que tradicionalmente se asocia al paso de los años? Rotundamente sí. El cerebro se comporta como un músculo que se desarrolla en función del entrenamiento que reciba. Dejar de usarlo implica su atrofia. Sobre todo a partir de los cincuenta años las personas deberían preocuparse por adquirir aficiones que les mantuvieran intelectualmente activos y restringir las actividades que no implican esfuerzo mental, como ver la televisión.
El último número de la revista Southern Medical Journal recoge un curioso trabajo, llevado a cabo con casi 300 mujeres mayores, en el que se concluía que las que veían la televisión durante más tiempo, especialmente si los programas elegidos eran culebrones y talk shows (espacios similares a los que ocupan la parrilla española por las tardes) obtenían peores resultados en las pruebas que medían algunas habilidades cognitivas, como la memoria, la rapidez mental o la capacidad de prestar atención.
A pesar de que sus autores se han apresurado a aclarar que su trabajo no implica que la tele sea mala para el cerebro -no es lo mismo ver un informativo o un concurso en el que se pueda participar desde casa que una telenovela o un reality show-, lo cierto es que no es la primera vez que se sugiere que, de la misma manera que para conservar un cuerpo sano es necesario huir del sedentarismo, para mantener una mente ágil es conveniente apagar la caja tonta y emplear el tiempo libre en tareas que estimulen el entramado neuronal para mantenerlo en buena forma.
«Hay que desterrar de una vez por todas la idea de que las lagunas y los despistes del abuelo son cosas de la edad y que van indefectiblemente unidas al proceso de envejecimiento porque no es verdad», afirma José Manuel Martínez Lage, profesor honorario de Neurología de la Universidad de Navarra y uno de los ejemplos más palpables de que cumplir años no implica tener una mente mayor.
RESERVA CEREBRAL
«Ver la televisión, en sí no es malo», corrobora su colega Cristóbal Carnero, del Grupo de Estudio de Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), «lo que pasa es que, por desgracia, hay muy pocos programas estimulantes para la mente. Por regla general, ésta es una actividad muy pasiva, que no requiere ningún esfuerzo mental por parte del telespectador», resume el especialista. En definitiva, ponerse delante de la pequeña pantalla y engullir sus contenidos no contribuye en absoluto a conservar lo que los especialistas denominan reserva cerebral.
Hace años se pensaba que la pérdida de neuronas -células que constituyen el grueso de dicha reserva- asociada al envejecimiento era inevitable e irrecuperable y que, por lo tanto, el deterioro cognitivo también era un proceso irreversible.
Sin embargo, varias investigaciones llevadas a cabo con animales (y con humanos, aunque éstos son de carácter observacional y, por lo tanto, no tan concluyentes) han demostrado, por un lado que en realidad no se pierden tantas células neurológicas como se pensaba y, por otro, que casi tan importante como el número de neuronas que se tienen almacenadas, lo es también el hecho de que las conexiones dendríticas o sinapsis (el circuito que une y comunica el tejido cerebral) se conserven en buen estado; es decir, que la red funcione correctamente.
¿Y cómo se puede conservar e, incluso, aumentar esta reserva cerebral? «La actividad mental es la mejor manera de invertir en cerebro», responde Carnero. De esta forma, «si una persona llega a los 65 años siendo supermillonario en sinapsis, aunque pierda algo por el paso del tiempo no le repercutirá negativamente en su capital; si sólo es millonaria se resentirá más y si es pobre la situación será desastrosa», apostilla Martínez Lage.
Precisamente este mes, la revista Neurology se hacía eco de un trabajo en el que, además de resaltar el efecto pernicioso de la televisión, se concluía que «quienes desde su cincuentena se habitúan a realizar de manera regular y frecuente tareas que estimulan la mente tienen menos riesgo de padecer más tarde demencia o deterioro intelectual».
Asimismo, los autores del editorial que se publicaba junto al estudio, del Departamento de Neurología de la Universidad de Columbia (Nueva York, EEUU) apuntaban que, con toda probabilidad, el efecto protector de la gimnasia mental se deba a que contribuye a mantener la conexión y la plasticidad del tejido neurológico implicado en la memoria, el lenguaje, el pensamiento, el razonamiento, la emoción y las funciones ejecutivas cerebrales.
Finalmente, constatan que estas afirmaciones están comenzando a objetivarse gracias a algunas experiencias, llevadas a cabo con técnicas de imagen (resonancia magnética y TAC). Estos escáneres han revelado que las personas mayores con mentes jóvenes requieren activar menos zonas cerebrales que sus homólogos con intelectos más atrofiados a la hora de realizar las tareas propuestas en los ensayos (operaciones matemáticas sencillas, leer, memorizar, visualizar vídeos...).
«Esto quiere decir que para llevar a cabo la misma función necesitan un esfuerzo menor y, por lo tanto, requieren un desgaste neurológico menor», explica el profesor de la Universidad de Navarra.
¿QUÉ HACER?
Hay una sentencia anglosajona: Use it or lose it (o lo usas o lo pierdes) que, en opinión de Martínez Lage, condensa el mensaje que se debe transmitir a la población. «El cerebro es como un músculo; o se ejercita o se atrofia», resume este experto.
Así, y de la misma manera que no hace falta convertirse en un atleta de elite para obtener los beneficios que da el ejercicio para el cuerpo, tampoco es indispensable entrenar la mente con disquisiciones que dejarían exhausto al mismísimo Albert Einstein.
Según los especialistas consultados por SALUD lo importante, sobre todo si la ocupación laboral o las labores cotidianas no son estimulantes desde el punto de vista intelectual, es procurarse un entorno que permita ejercitar el tejido neurológico. Así, si en lugar de optar por ver sólo culebrones se intercalan también concursos del tipo Pasapalabra, Cifras y letras o ¿Quiere ser millonario?, la cosa mejora.
«Incluso, si la persona que ve la telenovela la memoriza y luego se la cuenta a otra persona, ya está haciendo un ejercicio mental muy bueno», propone el profesor Martínez Lage, que está convencido de que el mayor enemigo del cerebro es el aburrimiento y el aislamiento social», algo con lo que su colega Cristóbal Carnero coincide plenamente. «No nos referimos a vivir solo, sino a cultivar y conservar las relaciones sociales y familiares».
Y es que el hecho de jugar a las cartas, pasear en grupo, acudir a espectáculos y a actividades culturales y lúdicas, resolver pasatiempos, celebrar reuniones y tertulias, hacer manualidades, ir a clases de baile... ofrece un beneficio enormemente multiplicado si se llevan a cabo con otras personas.
Como muestra un botón. La doctora Patricia McKinley, de la Universidad McGill (Canadá) reclutó a 30 personas mayores -entre 62 y 90 años- de ambos sexos que vivían solas y que en el año anterior al seguimiento habían sufrido alguna caída. La mitad de la muestra acudió a clases de tango y el resto siguió un programa de ejercicio físico basado en caminar, fundamentalmente. Después de asistir a las clases dos veces por semana durante casi dos meses, la investigadora comprobó que, tal y como esperaba, la funcionalidad, el equilibrio y la habilidad motriz de los ancianos había mejorado notablemente en ambos colectivos por el mero hecho de estar físicamente activos.
Sin embargo, también constató con sorpresa que los individuos que habían acudido a las clases de baile estaban más animados y obtenían mejores calificaciones en las pruebas denominadas multitarea (por ejemplo, contestar al teléfono mientras se escribe un mensaje de correo electrónico). «Comenzaron viniendo en mallas y zapatillas de deporte y terminaron acudiendo con sus mejores galas de baile de salón», afirmaba McKinley en la presentación de su trabajo, en la reunión anual de la Sociedad de Neurociencia canadiense, celebrada el pasado mes de noviembre, como muestra de la evolución de los participantes.
Asimismo, la especialista expuso que los beneficios de este tipo de baile se deben no sólo a que constituye una actividad física sencilla y divertida (se ha demostrado que el ejercicio físico es bueno para el cuerpo y también lo es para la mente) además, el tango requiere llevar un ritmo muy marcado, lo que obliga a memorizar muy bien los pasos y a combinarlos con la música. Así, al tiempo que se mueve el cuerpo, hay que poner en marcha el cerebro.
Al hilo de conclusiones como ésta, los expertos aconsejan, además de invertir en reserva cerebral mediante la estimulación del intelecto, contribuir con otras medidas que también han demostrado servir para mantener un cerebro joven. «Todo lo que es bueno para el corazón lo es también para el cerebro», resume Martínez Lage.
Así, si además de hacer Sudokus el individuo deja el tabaco, bebe con moderación, hace algo de ejercicio de manera regular y sigue una dieta sana y equilibrada tendrá todas las papeletas para conservar un cerebro veinteañero casi hasta el final de sus días.
¿Y cuándo empezar a desarrollar todas estas actividades? Pues lógicamente, lo ideal es cultivarlas a lo largo de toda la vida porque, como también ocurre en el deporte, lo esencial es practicarlo regularmente y, para ello, es necesario adquirir hábitos y costumbres.
«No hay que esperar a ser pensionista porque entonces puede ser demasiado tarde; hay que empezar en la cincuentena o, mejor, antes», enfatiza el profesor Martínez Lage. «La jubilación es un punto de inflexión muy importante, pero el exceso de tiempo libre puede ser contraproducente si no se gestiona de manera adecuada», coincide Carnero.
Las familias y la sociedad deben tomar conciencia de este punto procurando combatir el aburrimiento a toda costa. Asimismo, las revisiones médicas deberían incluir un chequeo cerebral igual que se hace con la tensión o el colesterol.
Por su parte, las autoridades también pueden aportar su granito de arena para frenar el envejecimiento mental de la población. «Ahora que las aulas se están quedando sin niños [nuestro país es el de menor tasa de natalidad del mundo] no sería mala idea reconvertirlas en clases para mayores», propone Carnero.
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