Gandhi se dio cuenta de que era con él con quien hablaba el potentado, y entonces se acercó a cargarlas. El inglés le ordenó que lo siguiera hasta el cuarto piso; él subió por el ascensor y el hindú por las escaleras porque en esa época los hindúes eran considerados menos que los demás...
Una vez que Gandhi dejó las maletas en el sitio indicado, se dispuso a retirarse.
- ¡Mira tú, indio! Cuánto te debo? - dijo el magnate.
- Señor, usted no me debe nada - Gandhi contestó cortésmente.
- Cuánto me vas a cobrar por subirme las maletas? - insistió el hombre.
- Señor - repitió Gandhi -, yo no voy a cobrarle nada.
- Tú trabajas aquí? No?
- No señor, yo no trabajo aquí; yo estaba en la puerta esperando que dejara de llover para continuar mi camino.
- Si tú no trabajas aquí, por qué subiste mis maletas?
- Porque usted me pidió que lo hiciera... Y lo hice.
- ¡Quién eres tú?!
- Yo soy Mohandas Karamchand Gandhi, estudiante de Derecho de la India.
- Bien, bien... Entonces, ¿cuánto me vas a cobrar?
- Señor ya le dije, no le voy a cobrar nada y nunca pensé en cobrarle - dijo Gandhi.
- Si tú no pensabas cobrarme nada por subirme las maletas - dijo nuevamente el inglés -, entonces por qué me las subiste?!
- Señor -expresó el futuro Mahatma - yo le subí las maletas a usted por el inmenso placer que me causa el colaborar con los demás, por eso lo hice, porque para mí servir es un placer. Si, servir es un placer: ¡Que inmenso placer!
Después de esto, Gandhi nos dejaría este pensamiento:
"Todos los placeres y satisfacciones palidecen y se convierten en nada ante el servicio abnegado que se presta con alegría".
Amar también es un placer... El trabajo no se paga con dinero sino con placer de servir a los demás. El dinero cubre las necesidades, mientras que el servicio a los demás proporciona satisfacción personal. No existe un sueldo en el mundo que sea capaz de pagarte lo que tú estás haciendo, porque el dinero que te dan como salario no es para retribuir tu trabajo sino para que sigas trabajando en lo que estás haciendo. Algunas personas trabajan por placer y por necesidad, hay quienes trabajan por la satisfacción de servir y otras solamente por dinero. El oficio no se paga con dinero y nadie te lo puede remunerar; tú eres el único que te puedes recompensar con la satisfacción de hacer bien las cosas."
¡Qué placer!
De: "El arte de combinar el SI con el NO: Una opción de libertad" del Padre Ricardo Bulmez