El Chupinazo: Es el cohete anunciador de las fiestas tiene poco más de medio siglo de vida. El comienzo de las fiestas de San Fermín tenía lugar, desde hace siglos, cuando las autoridades municipales, acompañadas de maceros, gigantes, músicos y público iban a la iglesia de San Lorenzo a las Vísperas en honor de San Fermín. En 1901 se empezó a tirar cohetes espontáneamente en la Plaza del Castillo. En 1940 el teniente de alcalde Joaquín Ilundáin y el periodista José Mª Pérez Salazar propusieron al alcalde que el Chupinazo se tirara oficialmente desde el balcón del consistorio. Un año más tarde el alcalde prendía la mecha.
El Chupinazo lo dispara una persona designada por el Alcalde de la ciudad (habitualmente un miembro de la Corporación Municipal) el día 6 de julio a las 12 del mediodía, desde el balcón central del segundo piso del Ayuntamiento. Desde horas antes, pamploneses y foráneos, ataviados con el traje típico (pantalón y camisa blanca y faja roja) y refrescados con el champán que corre a raudales, abarrotan la Plaza Consistorial en espera de que empiece la fiesta para anudarse el pañuelico rojo al cuello.
El cohete del chupinazo, hecho a mano, mide 1,20 metros de largo y 14 milímetros de diámetro, y pesa 20 gramos. Tiene tres gramos más de explosivo que el resto. Está compuesto por un detonador de aluminio y percutor y una mecha de algodón y pólvora negra. El sonido que se alcanza en el momento del chupinazo es de 133 decibelios, igual al despegue de un avión a reacción.
El disparo del cohete y los gritos de ¡Viva San Fermín! y "Gora San Fermín!" convierten el Casco Viejo de la ciudad en una marea humana sumergida en una mezcla de cánticos, bailes, músicas y gritos de alegría que indican que la fiesta ha comenzado. El mejor sitio para contemplarlo es alguno de los balcones que circundan la Plaza del Ayuntamiento, ya que para introducirse en el interior de la misma hay que estar dispuesto a aguantar, durante más de una hora, toda clase de empujones, pisotones y estrechuras.