Ángel sin alas
Belén estaba enamorada. Enamorada de lo que le rodeaba. El cielo, los jardines de su barrio, el lugar de su trabajo, la tienda de Juan, el sol… todo le inspiraba buenos sentimientos. Se encontraba en un momento de su vida bastante agradable.
Unos meses atrás vio algo increíble. Estaba caminando de noche intentando relajarse tras haber tenido un día muy ajetreado. Caminaba por un parque. La carretera quedaba bastante lejos y sólo se escuchaba el sonido de los grillos anunciando la llegada del verano y del buen tiempo.
Se sentó en un banco. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró. La noche se mostraba realmente hermosa. Belén gozaba de una imaginación realmente maravillosa. Aquél cielo estrellado, tan bonito, hizo que a su mente se le ocurriera una historia.
“Seguro que has tenido un gran día. Que tu gran amante, el día, te ha regalado un bonito ramo de flores. Todas tus hijas se agrupan para iluminar el firmamento. Hoy se han portado bien y has dejado que salgan a jugar y que nosotros podamos este maravilloso espectáculo. La noche… La luna… Las estrellas…”
Estaba completamente concentrada en dejar volar su mente y su imaginación cuando, de repente, escuchó un sonido entre los arbustos que estaban a unos metros de ella. Si de algo pecaba Belén era de ser muy curiosa. Se levantó silenciosamente y se dirigió hacia el lugar de donde provenía el ruido.
No vio nada. “Habrá sido algún bicho, que en esta época se ponen todos de acuerdo para salir a fastidiarme”. Ya se marchaba por donde había venido cuando volvió a escuchar un ruido. Esta vez, su instinto hizo que mirase hacia arriba.
Casi se desmaya cuando vio lo que vio. Estaba en el árbol. Primero vio un hombre y se asustó mucho. Pero, mientras estaba paralizada por el terror, aprovechó para observar bien y poder darse cuenta de que lo que estaba encima del árbol no era un hombre, sino un ángel.
“A ver Belén. Científicamente, esto que estás viendo es imposible. Venga, busca la cámara oculta que no debe andar muy lejos…” Pero lo que había encima del árbol bajó… volando. Efectivamente. Era un ángel.
-Perdona, no quería asustarte. Por favor, no grites. Me descubrirían y echaría a perderlo todo… - Le dijo el “ángel”. -No puede ser… Tienes unas alas en la espalda. A los que llevan alitas como tú le solemos llamar ángeles. ¡Pero no existen! Son como las sirenas, los unicornios… ¡No existen! – Le respondió Belén. -Si no existimos… ¿Qué estás viendo ahora, entonces?
De repente, escondió las alas y volvió a ser un hombre normal. Hablaron durante largo rato. Era un ángel sin alas para los mortales. Sólo las sacaba de noche y procuraba que nadie le viese. Pero aquella vez, fue un descuido muy tonto. Belén no daba crédito a lo que veía y oía.
Pasaron los meses y siguió manteniendo el contacto con Alejandro, que así se llamaba su ángel. Aunque aún le costaba asimilar que su gran amigo era un ángel, sabía que era totalmente cierto. Había leído historias de personas en cuyas vidas había aparecido un ser celestial, y desde el momento de esa aparición todos habían sido más felices.
Eso es lo que le estaba ocurriendo a Belén. Había aparecido un ángel en su vida para ser su amigo e iluminarle el camino. Desde aquella loca noche en el parque, su vida conoció la felicidad. Y comenzaba a conocer el amor… Y este amor, tenía unas alas enormes.
En algún momento de nuestras vidas, aparece un ángel para ayudarnos. A veces ni él o ni ella mismo/a saben que lo son. ¿Ha aparecido en la tuya alguno?
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