Al atravesar el portal del oasis, tu corazón se abrirá como esta flor.
No temas. Entrá. Te estaba esperando. ¿Serías capaz de guardar un secreto? Luego de rociar con amor cada una de las letras para que tu corazón las sienta, un mensajero del cielo aseguró que serías atraído por la vibración de estas palabras. Vas a creer que estás leyendo, es sólo una ilusión. Beberás de un manantial cristalino, que inundará de luz todo tu ser. Bienvenido al oasis.
Este es un espacio, sin tiempo ni fronteras, que la existencia te revela para que tu fe se intensifique, tus fuerzas reverdezcan y la paz fluya en tu interior. Aquí llegan, a diario, los fervientes peregrinos que cruzan –por compasión- el desierto de la indiferencia y la desesperanza, desplegando sus dones y talentos para que la humanidad florezca a través del sentir.
¿Los ves? Se inclinan y te bendicen. Valoran tu misión. Ellos también han llorado, se han sentido incomprendidos y han pasado por etapas, muy duras, de frustración y desconsuelo. Sentís calor porque te abrazan, tiernamente, para que la energía fluya de corazón a corazón. Cerrá tus ojos. Dejá que la fuerza de la unidad te invada y te renueve con el esplendor de su halo. Estás sintiendo la belleza suprema de la Luz.
Ahora que conocés el secreto, nunca lo olvides. Viajá hacia este lugar, a través de la intención, cuantas veces lo necesites. Siempre te sentirás renovado al cruzar este mágico portal divino, anclado en medio del desierto. Aquí mora el agua fresca que proviene de la Fuente. Su frecuencia inmaculada te desborda de alegría y te conduce a volar, a través del amor, hacia tu paraíso interno.
Si el ángel está en lo cierto, mañana te volveré a encontrar en este mismo lugar, sentado junto a las flores y los cristales maestros. Te veré sumamente feliz, aguardando con emoción la llegada de otro hermano caminante. Esta vez, no sólo vendrás en busca de la purificación del agua. Acudirás para vivenciar el indescriptible gozo que se experimenta al anunciar desde el alma: “Bienvenido al oasis”.