¡INSOLIDARIO!
Cuentan las viejas crónicas, que Aragorn, hijo de Turiaso y de Iacetana, nacido en Salduie a orillas del río Íbero, fue llamado un día por el mandamás de su Tribu para que contribuyera con su lucha y trabajo a engrandecer el territorio.
Aragorn aceptó la llamada y trabajó y luchó sin descanso día y noche, poniendo todo su empeño para agradar a su señor.
El trabajo era duro pero la recompensa sería grande, y Él, fuerte y musculoso, estaba acostumbrado a duras exigencias. Fueron pasando los años y Aragorn veía como su cuerpo se iba debilitando cada vez más.
Las fuerzas le estaban abandonando, y un día, ya viejo y cansado, se acercó de nuevo a su señor para recibir la recompensa prometida.
Su señor le habló asi:
No voy a pagarte tu sueldo, porque tu salario lo voy a entregar a tus vecinos de Levante, los prestamistas, ya que me dan más intereses que los que Tú me puedes ofrecer.
Aragorn se quedó perplejo y le contestó de aquesta guisa:
Muchos de mis hijos me han abandonado ya por ser pobre y no poder ofrecerles alimento suficiente, si me dejáis sin nada, mis otros hijos y yo nos moriremos de hambre, ¿como vamos a sobrevivir?
Y el despiadado señor le contestó así:
Podéis comer de las migajas que caigan del bocadillo que se comen tus vecinos.
Aragorn levantó la voz, y protestó ante tamaña injusticia, pero el amo, lejos de apiadarse le gritó: ¡INSOLIDARIO!, pobre paleto e ignorante, ¿acaso no ves que tus vecinos, a pesar de ser ricos y estar gordos, lo necesitan más que Tú, para poder ser todavía más ricos y estar más gordos? Aragorn intentó usar las vías legales para detener el atropello, pero el tirano, en un golpe relámpago, aprobó una ley en la que se autorizaba la expropiación.
También intentó llamar la atención de los otros jefes de la Gran Tribu del norte para que no ayudasen a subvencionar aquella felonía, pero aquellos, dándole largas, no le proponían ninguna solución definitiva.
Sólo le quedaba un camino:
Independizarse y formar una nueva Tribu.
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