La madurez interior es una experiencia universal. Se halla en la belleza de la naturaleza. Para que el desarrollo interior no tropiece con la calidad de vida son necesarios:
- Autenticidad. Es el compromiso y responsabilidad que cada uno tiene de ser fiel a sí mismo. Implica vivir en armonía con las creencias que se profesan, y ser congruente en la idea, la palabra, el sentimiento y la acción.
- Desidentificarse del pasado. Vivir en el presente demanda desaprenderse de la culpa, el resentimiento, el miedo y la crítica asociados al pasado.
- Enfrentar los propios temores. Ponerlos al descubierto y hacerles frente para reducir el monto de angustia que provocan y así elevar el nivel de la serenidad personal.
- Comprensión y perdón. Cuando nos comprendemos mejor y comprendemos mejor a los demás, aprendemos a perdonarnos y perdonar. El crecimiento espiritual requiere ambas.
- Amor y compasión . Saber dar y recibir amor en las relaciones personales forma parte integral de la madurez. Si descubrimos esa fuente de amor en nuestro interior, podemos hacerla extensiva a otros sin preocuparnos por la retribución. Las relaciones humanas se fundan en: "necesidades del ser" más que en las necesidades derivadas de las propias carencias.
- Comunidad. Como nuestra vida depende de una intrincada red de relaciones que se condicionan mutuamente, la madurez espiritual no es separable de la comunidad en la que vivimos. Quien es altruista y realista se valoriza a sí mismo por lo que es y porque sabe que puede convertirse en otra cosa, y de la misma manera valora a los demás.
- Toma de conciencia. El cultivo de una atención sin interferencias ante la experiencia interna y ante el mundo de la percepción es un prerrequisito para reconocer el poder de la mente humana. El temor y el deseo contribuyen al autoengaño. La conciencia madura de la realidad (temporal y eterna, finita e infinita) abarca la conciencia del cuerpo, la mente, el alma y el espíritu. Una conciencia despierta deja atrás la vía del sufrimiento como aprendizaje.
- Paz. Alcanzarla consigo mismo significa acceder a una paz interna que luego pueda cultivarse y compartirse. Si no aprendemos a vivir en paz mutua, la supervivencia del planeta corre peligro. Una espiritualidad sana no impone el aislamiento, sino vivir en armonía con la naturaleza y con los restantes seres humanos.
- Liberación. Al desprendernos de los conceptos rígidos, egocéntricos y de una excesiva preocupación por nosotros mismos, por los resultados, nos liberamos de los grilletes comunes del temor y la ignorancia.
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