Cómo nos amamos aquél día, abejas parecíamos, un colmenar de miel cubierto. Sucumbimos.. . Tan dulce era tu sonrisa, tan disparatada mi locura, aquella pobre carpa se caía. Dos niños jugando en la cornisa... Tambaleaba mi alma y el farol con peligro de caer sobre nosotros. Ternura fresca de tus brazos, caricia salobre de tus besos, con la fuerza del mar me arrastrabas a tu arena. Tu juventud, tu alegría, tu cuerpo caliente... Tu adoración florecía en mí. ¡Más no podía amarte! Fuiste el primer fruto prohibido cambiando infierno por edén. Amor de días y noches, sin juergas ni derroches; amor de encuentros bajo estrellas, amigas fulgurando coquetas. Amor de sol ardiente, amándonos la piel, calentando el corazón, los sueños, entretejiendo ilusiones. Pasaste por mi vida, por mis ojos, por mi cuerpo y mis espinas... Con ellas me dejaste cuando dijiste no estar solo... -¡Te adoro!- dijiste, con los ojos rojos. ¡Sé que me amaste!
|