* El Arbol de la Mentira
La Verdad y la Mentira se pusieron a vivir juntas una vez
y, pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy inquieta,
le propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que
les diese fruta y poder disfrutar de su sombra en los días
más calurosos. La Verdad, que no tiene doblez y se
conforma con poco, aceptó la propuesta.
Cuando el árbol estuvo plantado y empezó a crecer frondoso,
la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre
las dos, cosa que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a
entender con razonamientos muy bellos y bien construidos que
la raíz mantiene al árbol, le da vida y, por ello, es la
mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la Verdad que
se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, En tanto,
ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir
y vivir por encima de la tierra, lo que sería un gran
peligro, pues estarían a merced de los hombres, que podrían
cortarlas o pisarlas, cosa que también podrían hacer los
animales y las aves. Además, le dijo que los grandes calores
podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el
contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.
Al oír la Verdad todas estas razones, como es bastante
crédula, muy confiada y no tiene malicia alguna, se dejó
convencer por su compañera la Mentira; creyò que era verdad
lo que le decía.
La Verdad se metió bajo tierra para vivir, pues allí estaban
las raíces, que ella había elegido, y la Mentira permaneció
encima de la tierra, con los hombres y los demás seres vivos.
Y como la Mentira es muy lisonjera, en poco tiempo se ganó la
admiración de la gente, porque su árbol comenzó a crecer y a
echar grandes ramas y hojas que daban fresca sombra; también
nacieron en el árbol flores muy hermosas, de muchos colores.
Al ver un árbol tan hermoso, muchas personas empezaron a
reunirse junto a él muy contentas; gozaban de su sombra y de
sus flores; la mayoría de la gente permanecía allí, e
incluso quienes vivían lejos se recomendaban el árbol de la
Mentira por su alegría, sosiego y sombra fresca.
Así, la Mentira se sentía muy honrada y era muy considerada
por quienes buscaban siempre su compañía: al que menos se
acercaba a ella y menos sabía de sus artes, todos lo
despreciaban, e incluso él mismo se descalificaba.
Mientras esto le ocurría a la Mentira, que se sentía muy
feliz, la triste y despreciada Verdad estaba escondida bajo
la tierra, sin que nadie supiera de ella ni quisiera ir a
buscarla. Viendo la Verdad que no tenía con qué alimentarse,
sino con las raíces de aquel árbol que la Mentira le aconsejó
tomar como suyas, y a falta de otro alimento, se puso a roer
y a cortar para su sustento las raíces del árbol de la
Mentira. Aunque el árbol tenía ramas gruesas, hojas muy
anchas que daban mucha sombra y flores de colores muy alegres,
antes de que llegase a dar su fruto fueron cortadas todas sus
raíces, pues tuvo que comérselas la Verdad.
Cuando las raíces desaparecieron, la Mentira estaba a la
sombra de su árbol con todas las personas que aprendían sus
artimañas, se levantó viento y movió el árbol que, como no
tenía raíces, muy facilmente cayó derribado sobre la Mentira,
a la que hirió y quebró muchos huesos, así como a sus
acompañantes, quienes resultaron malheridos.
Entonces, por el vacío que había dejado el tronco, salió la
Verdad, que estaba escondida, y cuando llegó a la superficie
vio que la Mentira y todos los que la acompañaban estaban muy
maltrechos. Habían recibido gran daño por haber seguido el
camino de la Mentira.
La Mentira tiene ramas muy grandes y sus flores, que son sus
palabras, pensamientos o halagos, son muy agradables y gustan
mucho, pero son efímeros y nunca llegan a dar buenos frutos.
A quienes usen de los halagos y engaños de la mentira,
evitalos cuanto puedas, porque cuando se encuentren más
confiados, les sucederá como al árbol de la Mentira y a
quienes se cobijaron bajo él.
Aunque muchas veces en nuestros tiempos la verdad sea
menospreciada, abrazate a ella. La verdad siempre te hará
libre.