No pueden recordar, no pueden hablar, no pueden comprender, pero pueden seguir viviendo y sentir.
El Alzheimer es una demencia presenil caracterizada por la aparición de un proceso de atrofia cortical que entraña una disolución progresiva de las funciones instrumentales del lenguaje, de la práctica de la vida cotidiana y del conocimiento. Sin embargo muchos autores piensan que es imprudente basarse solamente en los signos clínicos o radiológicos para establecer el diagnóstico positivo de demencia atrófica o para realizar un diagnóstico diferencial.
Según estudios realizados en cerebros de personas fallecidas a una avanzada edad, afectadas o no por enfermedades degenerativas de ese órgano, se pudo comprobar, que algunas que presentaban mucho compromiso cerebral habían tenido lucidez hasta su muerte y otras que apenas acusaban un leve deterioro propio de la edad, habían presentado signos patológicos en su comportamiento desde hacía mucho tiempo.
Estas realidades no se pueden ignorar y demuestran que hay algo más que el estado de las neuronas que influye en estas enfermedades.
Las mujeres están más afectadas que los hombres y la herencia es un factor de importancia, así como también factores adquiridos como problemas vasculares, tóxicos y metabólicos.
Los problemas médicos planteados por la inadaptación social del anciano son uno de los grandes problemas de la actualidad en el área de la salud mental.
Hasta ahora la solución se limita casi exclusivamente a la internación en lugares especializados, según el estado del paciente, y poco se hace para la prevención y la cura.
La enfermedad de Alzheimer representa orgánicamente una lesión degenerativa que se desarrolla en el protoplasma de las células que puede ser observada, apareciendo como rodetes alrededor del núcleo. Pero también pueden presentar placas seniles y lesiones los ancianos normales, aunque no en la cantidad extrema como aparecen en el Alzheimer.
Los trastornos del lenguaje aparecen precozmente. Los enfermos son habladores, pero no encuentran las palabras adecuadas. También la denominación de los objetos es deficitaria, los nombres se mezclan y los trastornos de la comprensión son frecuentes.
Particularmente se observa la repetición en eco de la frase y sobre todo la reiteración de la última palabra de la frase o de una sílaba.
El enfermo de Alzheimer no sabe vestirse o desvestirse y se esfuerza en doblar cuidadosamente la ropa de una forma perseverante e improductiva.
La falta de conocimiento visual es frecuente y los trastornos neurológicos como el tono, la marcha aparecen tardíamente.
El Alzheimer es insidioso pero rápido ya que en algunos meses el enfermo presenta un deterioro mental importante aunque conserva una relativa conciencia de sus trastornos.
Una vez declarada la enfermedad la atención y la memoria están muy alteradas, los olvidos son grandes, la desorientación de tiempo y espacio es precoz y constante y el enfermo se suele perder en los sitios habitualmente bien conocidos por él.
La afectividad se conserva relativamente por largo tiempo, hace un esfuerzo por comprender, se irrita cuando no encuentra las palabras, expresa su alegría por la visita de un familiar; pero progresivamente pueden manifiestar estados de cólera, irritación, explosiones de humor, impaciencia, y necesidad de moverse sin cesar.
Actualmente se está trabajando con enfermos de Alzheimer en estados iniciales, enseñándoles computación y aparentemente la enfermedad no sería un obstáculo. También la falta de estimulación hace que los ancianos vayan perdiendo interés y se vayan aislando.
La Psicología Cognitiva trabaja en iniciativas relacionadas con este tema propiciando la estimulación de intereses personales como la jardinería o los paseos a museos con visitas guiadas especialmente diseñadas para enfermos de Alzheimer.
El cuidador de un enfermo de Alzheimer, si es un familiar, puede caer en una depresión o sufrir trastornos de ansiedad debido al stress; ya que se trata de una tarea frustrante y dolorosa que progresa.
Las actividades propiciadas por los terapeutas cognitivos se basan en estudios que demuestran que se producen cambios en el cerebro con el ejercicio de funciones cognitivas.
También se les enseñan técnicas de relajación, observándose que tanto la ejercitación como la relajación contribuyen a lograr efectos benéficos.
Además de la lucha contra el deterioro se consigue el logro de una mejor calidad de vida y la contención de los familiares.