Paloma Corredor

Autor: AP
Para algunas personas, estar de buen humor es su estado natural. Saben aceptar las cosas con deportividad y una cierta distancia, son activas y sin embargo serenas, no se toman muy en serio a sí mismas ni idealizan a los demás, y saben cómo desdramatizar una situación, salir airosos de un apuro o hallar el punto cómico de los problemas. Son sencillas y claras, tratan a los demás con cordialidad y su conversación es amena y ligera.
Por suerte para los que no están siempre en ese estado de gracia, el buen humor se puede cultivar con ganas y práctica. No es palabrería de libro de autoayuda, sino pura ciencia: debemos prestar atención a cómo interpretamos la realidad, ya que cada uno de nuestros pensamientos genera una emoción y ésta, a su vez, pone en marcha un circuito hormonal que tiene un impacto en los trillones de células que conforman nuestro organismo. Así, los estados de estrés, ansiedad, rabia o despecho llenan nuestro cuerpo de cortisol, una hormona corrosiva que literalmente empeora el estado de ánimo y acelera el envejecimiento. Pero cuando nos sentimos contentos, despiertos, serenos y llenos de vitalidad, el organismo aumenta la secreción de serotonina, la hormona del bienestar.
Sonríe a la vida
Tendemos a fijarnos más en lo malo que en lo bueno y esto no nos hace ningún favor. Un buen truco para solucionarlo es contrarrestar fijándote en las buenas noticias que suceden en el mundo y a tu alrededor. Te sorprenderás.
• Mira las cosas con perspectiva. Un despido o una relación que se acaba pueden acabar siendo una bendición si nos conducen a encontrar un empleo mejor o conocer una pareja que nos hace más felices. Otras veces, los reveses nos ayudan a apreciar lo que tenemos o a comprender lo que necesitábamos cambiar.
• Conócete a ti misma. Una actitud optimista y alegre no significa cerrar los ojos ante el sufrimiento o la miseria, sino encontrar paz. Es necesario conocernos bien para integrar lo que el psiquiatra Carl Jung llamaba “la sombra”. Es decir, todos esos miedos, traumas o vergüenzas que arrastramos como una pesada carga o proyectamos sobre los demás.
• Pequeñas y grandes cosas. Por muy tópico que suene, disfruta de las pequeñas cosas y recuerda que otro gran placer consiste en saltarse la rutina y hacer algo inesperado, diferente.
• Cambia el “chip”. Necesitas tener a mano un buen surtido de “herramientas” para disipar el mal humor. Una amiga optimista, un videoclub bien surtido de comedias, un rincón favorito, música alegre o incluso colores y aromas. Por ejemplo, los tonos vivos y el olor de los cítricos harán que te sientas más alegre.